Es casi un lugar común: cuando viene un nuevo cliente a la consulta, sobre todo si es la primera vez que está con un psicólogo, llega cargado de dudas y miedos.
La culpa es de tantos y tantos prejuicios que circulan por todas partes, de tantas imágenes extrañas que difunden los medios de comunicación, sobre todo las películas. Por eso, las primeras sesiones se dedican a aclarar dudas y a entablar una relación cordial y de confianza, de persona a persona.
En este sentido, uno de los prejuicios más arraigados es el de que para hacer psicoterapia hay que sufrir. Entendámonos: hay situaciones y experiencias de la vida que dejan poco espacio para las bromas. Hay experiencias que son incluso difíciles de imaginar. Pero siempre hay un hueco para la cordialidad. Y la cordialidad suele traer distensión, lo que finalmente puede abrir las puertas al humor.
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Haciendo de la psicosterapia una experiencia estimulante
Uno de nuestros objetivos es siempre que nuestro cliente solucione sus problemas y trabaje sobre su vida de la forma más agradable posible. Por eso es responsabilidad del psicólogo convertir este proceso en una experiencia grata e interesante.
Y son muchos los aspectos de la terapia en los que se puede conseguir esto:
- En la construcción de la relación terapeuta-paciente, en la que se puede conseguir que el ambiente sea de confianza y de respeto.
- En la presentación de la información y los conocimientos que van a ser necesarios para superar la situación actual.
- En la adquisición de nuevas habilidades, que pueden convertirse en un proceso de búsqueda y aventura continua.
- En la creación de un sistema de apoyo puntual al que el cliente pueda recurrir en situaciones muy concretas. Generalmente el cliente no utiliza este sistema, pero le da una gran sensación de seguridad el saber que está ahí.
- En la planificación de las tareas que el cliente puede ir desarrollando en la vida diaria a la hora de ir consiguiendo las transformaciones que desea.
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La gamificación aplicada a la terapia psicológica
Un tema que a menudo se deja de lado por irrelevante es el sentido del juego (gamificación). No olvidemos que, a lo largo de la historia, los métodos de aprendizaje más efectivos han sido siempre el juego y la experimentación. Y este es un recurso que no podemos dejar de lado bajo ningún concepto.
Es responsabilidad del terapeuta el aprovechar nuestras tendencias naturales hacia el aprendizaje para que este sea más efectivo y agradable (y no olvidemos que gran parte de la psicoterapia consiste en reaprender actitudes y patrones de conducta).
Uno de los primeros aspectos en los que el terapeuta puede hacer más dinámico, efectivo y divertido el proceso (es decir, gamificarlo) es durante la fase de reencuadre: sin duda, el cliente ya trae un esquema de lo que le sucede, pero suele ser un esquema que le resta posibilidades de maniobra y le dificulta la solución de sus problemas ("es que soy así", "no puedo superar mi pasado", "esto es imposible"...).
El primer paso suele ser reformular el problema, dándole una perspectiva realista que sirva para restar tensión y culpabilidad, que dé un margen de acción y que permita que se desarrollen los recursos personales de una manera que no sea ni dolorosa ni contraria a la vida diaria del paciente.
Este es un paso que requiere mucha reflexión por parte del terapeuta: hay que barajar muchas posibilidades y crear un diseño personalizado que aproveche todos los recursos de forma óptima.
Otro elemento es introducir el humor en las sesiones, adaptándose siempre al estilo de humor del paciente: no se trata de ser gracioso, sino de utilizar una perspectiva de la vida y de la situación que permita quitar dramatismo a lo que sucede, dando lugar a la expresión de todos los matices emocionales por parte del paciente.
Y la que tal vez sea la parte más compleja del proceso de la terapia: hay que crear un esquema y un proceso evolutivo que sea natural y no-violento para la persona. Se trata de que, de forma natural, el paciente vea cómo va progresando sin excesivo esfuerzo, superando pequeños obstáculos que serán calculados al milímetro para reducir al máximo las sensaciones de angustia y miedo.
Esta forma de trabajar será siempre flexible y adaptada al progreso individual, pudiendo introducirse siempre los cambios que se consideren necesarios.
La prueba de que todos estos pasos se han dado correctamente es la sensación, por parte del paciente, de que todo ha ido desarrollándose de forma natural, sin grandes dramatismos ni situaciones angustiosas.
Generalmente, una vez avanzada la terapia, se sorprenderá cuando se le diga que compare su situación actual con la de las primeras sesiones.
Y esa es precisamente la belleza de la psicoterapia, lo que hace que se unan la Ciencia y el Arte: la evolución del Ser Humano de la mejor manera posible y la solución de sus problemas.
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