La depresión es una enfermedad, o conjunto de enfermedades, que por el momento pertenecen al reino de lo que es relativamente poco conocido por la ciencia.
Se sabe poco acerca de qué factores pueden desencadenar la aparición de la depresión y tampoco hay mucho conocimiento sobre si los motivos de su existencia son más biológicos o más vinculados a las experiencias que vivimos a lo largo de la vida. Sin embargo, sí hay algunos factores y hábitos que estadísticamente han estado vinculados a su aparición.
¿Qué factores pueden conducirnos a sufrir una depresión?
A continuación puedes ver un listado con estas costumbres que, si bien no tienen por qué traducirse necesariamente en la aparición de la depresión, nos pueden hacer algo más propensos a caer en ella.
1. No dormir lo suficiente
Pasamos gran parte de nuestras vidas durmiendo, y es durante el sueño cuando nuestro cuerpo (y específicamente, nuestro sistema nervioso) se repara para poder afrontar con éxito los retos del día siguiente. De esto ya se puede deducir que dormir es muy importante, pero es que además los problemas durante esta fase pueden desatar muchos y muy graves problemas que pueden poner en peligro nuestras vidas si se intensifican demasiado.
Uno de ellos es la caída en la depresión. Parte de los motivos de esto se encuentran en los desequilibrios funcionales y químicos que la falta de sueño durante períodos largos (o, directamente, los trastornos del sueño) produce en nuestro cerebro, pero también puede deberse a un efecto en bucle: con sueño todo resulta muy cansado, nos vemos incapaces de realizar tareas relativamente sencillas y es menos probable que entremos en estados de euforia y alegría, ya que esto sería un gasto "innecesario" de energía.
Si aprendemos a ver la vida con las gafas del cansancio, la depresión tiene el terreno más allanado para entrar a formar parte de nuestras vidas.
2. Exigir demasiado de nosotros mismos
Este hábito está relacionado con el anterior, y también está relacionado con el cansancio y el estrés. Es la otra cara de la misma moneda; en vez de cansarse pasivamente, se trata de hacerlo activamente, fijándonos demasiados objetivos o haciendo que estos sean demasiado difíciles. Esto no solo afectará negativamente a nuestros niveles de salud (haciendo, además, que nos cueste dormir si trabajamos hasta altas horas de la noche) sino que además nos dará una imagen distorsionada de nosotros mismos.
Si nos acostumbramos a esta dinámica, en vez de plantearnos si las metas que nos hemos fijado exigen demasiado de nosotros mismos, nos empezaremos a preguntar qué es lo que funciona mal en nosotros para que no seamos capaces de llegar a donde queríamos llegar.
Esto, si no se sabe gestionar, puede afectar negativamente nuestra autoestima, nos puede conducir a sufrir estallidos de ira y dañará nuestra manera de relacionarnos con los demás. Todo esto, a su vez, nos dejará con menos recursos (sociales y de salud) para enfrentarnos a unas tareas que ya desde un principio eran demasiado difíciles.
3. La falta de ejercicio
Aunque realizar tareas físicas demasiado costosas puede llegar a agotarnos y a dejarnos incapaces de realizar nada más durante el resto del día, la práctica de ejercicio moderado nos aportará numerosos beneficios. De hecho en la mayoría de personas es totalmente necesario, para mantenerse en un estado óptimo de salud, dedicar al menos unas horas a la semana a practicar algún tipo de deporte, o varios.
El deporte no solo hará que los músculos de nuestro cuerpo se conserven bien, sino que además harán que segreguemos más dopamina y serotonina, dos sustancias vinculadas al estado de euforia, la sensación de bienestar y la felicidad. Pueden considerarse antidepresivos producidos naturalmente por nuestro cuerpo.
4. Mantener pensamientos negativos
Hay algunas personas que, a pesar de no haber llegado a desarrollar depresión, muestran una cierta propensión a alimentar los pensamientos negativos que las asaltan. Una parte de la aparición de estas ideas es involuntaria y accidental, desde luego, pero eso no significa que mantenerse siempre en un estado cercano a la tristeza y la amargura no se perciba como un problema y como algo que puede ser mitigado si se pone empeño en ello.
Si el estado de ánimo por defecto tiene que ver con sensaciones y sentimientos que producen dolor, se está más cerca de hacer que estas emociones se agraven y se lleguen a cronificar.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que una cosa es ser una persona con tendencias pesimistas y sin un diagnóstico de depresión, y otra sufrir la presencia de constantes pensamientos intrusivos y recurrentes de carácter negativo, independientemente de si están relacionados con una situación ficticia o con recuerdos sobre algo que pasó de verdad, que dañan gravemente la calidad de vida. La primera situación no tiene por qué afectar gravemente la salud, mientras que la segunda puede ser muy limitante si no se trata.
5. Mantenerse en un ambiente laboral con mobbing
No hay que olvidar que buena parte de los fenómenos que llevan a la depresión pueden deberse a cómo interactúan los demás con uno mismo. En el caso del mobbing, los acosos en el trabajo pueden estar dirigidos a dañarnos a nivel psicológico hasta el punto de forzarnos a abandonar el trabajo. Reconocer esta problema es una parte fundamental a la hora de frenar el paso de los episodios de depresión.
La depresión también puede aparecer allí donde haya una dinámica de acoso y maltrato, aunque no sea en el contexto laboral, y aunque no seamos las víctimas directas de este.
6. Una mala alimentación
Somos lo que comemos, y esto también tiene implicaciones en lo que pensamos y el modo en el que sentimos. La salud de nuestras neuronas y el tipo de neurotransmisores y de hormonas que interactúan en nuestro sistema neuroendocrino dependen totalmente del tipo de dieta que llevamos, así que desequilibrios graves en este aspecto suelen producir una reacción en cadena con consecuencias hasta cierto punto inesperadas, pero siempre de amplio alcance y con serios efectos sobre nuestra calidad de vida. La aparición de la depresión favorecida por estos problemas es uno de ellos.
Si estos cambios en nuestro cuerpo se hacen lo suficientemente visibles y afectan a nuestra autoestima, la reacción en bucle y la posible aparición de trastornos alimenticios harán que la situación se agrave.
7. Beber demasiado alcohol
Las personas con depresión diagnosticadas son mucho más propensas a caer en el alcoholismo si no se toman medidas para evitarlo, pero, además, las personas que aún no experimentan depresión pueden llegar a desarrollarla si se habitúan a beber demasiado.
El alcohol tiene un efecto depresor sobre el cuerpo y además facilita la aparición de problemas de autocontrol que pueden dañar la calidad de vida de la persona de múltiples maneras, haciendo que esté cada vez más aislada. Esto también ocurre con el consumo de muchas drogas comercializadas ilegalmente.
8. El aislamiento
El aislamiento forma parte del modo de vida de millones de personas a lo largo y ancho del planeta, y lamentablemente también está vinculado con la depresión. No solo puede relacionarse con la falta de estímulos sensoriales y la ausencia parcial de retos de tipo cognitivo, sino que también deja sin la red de ayuda material y afectiva que prestan otras personas y suele estar vinculada a los hábitos de vida poco sanos.
En el caso de la depresión en la vejez, el aislamiento suele ser una constante que se debe atajar mediante unos servicios de atención a la tercera edad lo suficientemente capaces y competentes.
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