La harpaxofobia es el miedo persistente a los ladrones. Se trata de una circunstancia que, al ser catalogada como fobia, implica la posibilidad de que la experiencia de asalto provoque un miedo irracional. Pero, ¿puede considerarse este un miedo injustificado? ¿Es una fobia específica o se trata más bien de una experiencia que acompaña malestares sociales más complejos?
Veremos a continuación cómo puede ser definida la harpaxofobia y qué elementos la acompañan.
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Harpaxofobia: miedo a los ladrones
El término “harpaxofobia” se deriva de latín “harpax” que significa “ladrón” o “aquel que hurta”; y también de la palabra griega “phobos” que significa miedo. Así pues, la harpaxofobia es el miedo persistente e intenso a los ladrones, así como a vivir una experiencia de robo.
Se trataría de un temor que es activado ante un estimulo especifico: la posibilidad de alguien a nuestro alrededor nos pueda robar algo. Pero, para que alguien pueda realizar dicho acto, es necesario que las circunstancias lo permitan: en principio debe ser en un lugar donde pueda el robo pasar desapercibido (un espacio muy solitario, o bien, un espacio con una gran cantidad de personas).
Por otro lado, muchos de los robos, aunque son cometidos por una sola persona, pueden estar cubiertos o respaldados por varias personas más. Si aunado a esto, se trata de un momento en el que nuestra atención está dispersa o enfocada en una actividad específica, o bien, nos encontramos en una situación importante de indefensión respecto a los posibles agresores, toda la circunstancia se vuelve a favor que representar un riesgo potencial para nuestras pertenencias o nuestra integridad física.
Dicho esto, podemos ver que la harpaxofobia no es sólo el miedo a que una persona nos robe, sino a toda una circunstancia que implique la posibilidad real o percibida de sufrir un asalto o una agresión directa. En esto se mezclan varios elementos, que tienen que ver con nuestras experiencias previas, directas o indirectas a la violencia, nuestros imaginarios sobre quiénes pueden ser agresores potenciales, nuestras dificultades para desenvolvernos en ciertos espacios públicos, entre otras.
En este sentido, la harpaxofobia podría catalogarse como una fobia específica de tipo situacional, siguiendo los criterios de manuales de fobias específicas. No obstante, la harpaxofobia no ha sido estudiada ni considerada como tal por los expertos en psicología y psicopatología. Esto puede ser debido a que, lejos de ser un trastorno, el miedo persistente e intenso a un asalto es más bien una respuesta sobreadaptativa generada ante la exposición constante a la violencia, ya sea directa o indirectamente.
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Principales síntomas de las fobias específicas
Los principales síntomas de las fobias específicas son provocados por la activación del sistema nervioso autónomo, que actúa ante la presencia de un estímulo percibido como nocivo. Este sistema se encarga de regular nuestras respuestas motoras involuntarias, lo que nos prepara para evitar el posible daño, ya sea huyendo, escondiéndose, ejerciendo resistencia física, entre otras.
Generamos así una serie de reacciones fisiológicas. Por ejemplo el aumento en la velocidad de las palpitaciones, hiperventilación, sudoración, disminución de la actividad digestiva, entre otras. Todo ello mientras procesamos a gran velocidad la información sobre el evento amenazante. Esto último constituye el cuadro típico de la ansiedad, y en casos de una mayor exposición al estímulo, puede transformarse en un ataque de pánico, lo que es más frecuente en las fobias específicas de tipo situacional.
Por su parte, el nivel de ansiedad experimentado depende en gran medida del estímulo que causa la fobia. Es decir, depende del grado de peligrosidad que represente, así como de las señales de seguridad que el propio estímulo pueda ofrecer.
En el caso de la harpaxofobia, la experiencia de ansiedad puede aumentar de manera significativa en contextos donde la probabilidad de sufrir un asalto es más elevada (pasar por una calle oscura a solas, llevar consigo una cantidad importante de dinero o elementos de alto valor económico, atravesar un barrio generalmente conflictivo o demasiado turístico, etc.).
A esto último se le suman otros elementos, como el estado de ánimo de la persona (que puede provocar una susceptibilidad mayor), y las posibilidades percibidas de huir o recibir ayuda en caso necesario.
Posibles causas
Las fobias específicas son experiencias adquiridas, lo que quiere decir que se generan por asociaciones constantemente reforzadas sobre un estímulo y los peligros relacionados con este. Tres de los modelos explicativos más populares sobre dichas asociaciones son el condicionamiento clásico, el aprendizaje vicario y la transmisión de la información.
Así mismo, tres de los elementos más importantes para la consolidación de una fobia específica son los siguientes (Bados, 2005):
- La gravedad y la frecuencia de experiencias negativas directas con el estímulo, lo que en este caso sería haber sufrido robos anteriormente.
- Haber tenido un menor número de experiencias seguras previas, relacionadas con los estímulos nocivos. En el caso de la harpaxofobia puede ser, por ejemplo, no haber atravesado un mismo lugar sin haber sido asaltado.
- Relacionado con lo anterior, el tercer elemento es no haber sido expuesto a la situación nociva en otras condiciones después de la experiencia negativa.
En este sentido, la harpaxofobia puede desarrollarse por una exposición directa o indirecta a la violencia. Es decir, después de haber sido asaltado, o por haber sido testigos de uno, o bien, por conocer a alguien que lo haya sufrido. Esto último fácilmente puede traducirse en una sensación constante de amenaza, generando conductas evitativas hacia los lugares que representan un riesgo, así como conductas defensivas para prevenir los asaltos, especialmente en sitios que tienen altos índices delictivos.
Así pues, difícilmente puede definirse ésta como una respuesta desproporcionada, dado que el estímulo que la provoca (un robo) es potencialmente nocivo para la integridad física y emocional, con lo cual, las conductas evitativas y la respuesta de ansiedad son más bien un conjunto de respuestas adaptativas y proporcionales al estímulo.
En caso de que dichas respuestas se generalicen e impidan que la persona realice sus actividades cotidianas con regularidad, o impacten negativamente sus relaciones interpersonales, o bien, provoquen una experiencia de ansiedad generalizada, entonces puede que no se trate de harpaxofobia, sino de una experiencia de malestar más compleja. Por ejemplo, una experiencia relacionada con las interacciones sociales o los espacios abiertos, y de la cual, el miedo a los ladrones solo forme una parte.
Tratamiento
Una vez explorado y determinado lo anterior, existen distintas estrategias de acompañamiento emocional que pueden utilizarse para reducir las experiencias prolongadas e intensas de ansiedad.
Estas últimas no necesariamente retirarán el miedo a los ladrones, ya que esto podría resultar contraproducente, sino que pueden minimizar temores más profundos (como a ciertas interacciones sociales), y al mismo tiempo mantener estrategias de autocuidado. En estos casos, es recomendable acudir a psicoterapia para aprender a gestionar los niveles de estrés y recuperar la autonomía.
Referencias bibliográficas:
- Bados, A. (2005). Fobias específicas. Facultad de Psicología. Departamento de personalidad, evaluación y tratamientos psicológicos. Universidad de Barcelona. Recuperado 17 de septiembre de 2018.
- Harpaxophobia. (2017). Common-Phobias.com. Recuperado 17 de septiembre de 2018. Disponible en http://common-phobias.com/Harpaxo/phobia.htm
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