Hay algo del TDAH que pasa desapercibido con demasiada frecuencia. La mayoría lo relaciona con distracción, hiperactividad o dificultad para organizarse, pero pocas veces se habla de lo que ocurre cuando esa impulsividad (que a veces parece solo un rasgo molesto) se vuelve el inicio de una serie de conductas adictivas.
Esto es especialmente riesgoso cuando la persona ni siquiera sabe que tiene Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Entonces, lo que empieza como una manera de calmarse o sentirse “normal” puede terminar complicando un poco más la vida.
Hoy hablaremos de esta combinación poco visible pero muy real: impulsividad, TDAH y adicciones. Sigue leyendo para saber cómo funciona.
Adicción: una cara del TDAH de la que poco se habla
Sí, sabemos que hay falta de atención, que hay olvido, que hay desconcentración y desorganización. Sabemos que hay interrupciones al hablar, cuentos largos, mucha energía y, a veces, impulsividad. ¿Pero qué tanto se habla de cómo esa impulsividad influye en las conductas adictivas?
Porque cuando hablamos de impulsividad no hablamos solo de hablar sin filtro o de tomar decisiones sin pensar. Hablamos de esa urgencia que aparece de golpe, que no avisa, y que empuja a hacer cosas para calmar algo interno que no siempre se entiende.
Esa misma impulsividad que puede llevar a una persona a comer sin parar, a consumir sustancias como cocaína o marihuana, o a engancharse con el juego o el sexo sin poder frenar, incluso cuando ya sabe que no le está haciendo bien.
No es casual. Y no tiene que ver con falta de carácter ni con que no sabe controlarse. Detrás está un sistema nervioso que busca calmarse como sea y que responde más fuerte a los estímulos. Cuando no hay herramientas para regular eso, es lógico que se busquen salidas rápidas.
Y claro, el consumo de sustancias o ciertas conductas repetitivas pueden parecer un alivio. A la larga, no hay prueba científica de que en verdad sea una solución (y menos cuando se trata de adicciones, aunque no hablemos de sustancias “duras”), pero en el momento funcionan como una especie de apagafuegos.
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Cómo la impulsividad se mete en las adicciones
Quienes tienen TDAH suelen buscar sensaciones fuertes o gratificación inmediata, porque su sistema de recompensa funciona diferente. Esto no lo eligen, es parte de cómo está conectado su cerebro. Por eso, una sustancia estimulante, por ejemplo, puede sentirse como un alivio: más foco, más calma, menos ruido mental.
El problema es que esa búsqueda no se detiene ahí. Lo que empieza como algo ocasional puede volverse parte de una rutina. Y cuanto más se repite, más difícil es salir. Porque el cuerpo se acostumbra, el impulso se refuerza, y la persona ya no busca placer, sino dejar de sentirse mal.
Esto no ocurre solo con drogas. También puede pasar con la comida, con el juego, con las redes sociales o con el sexo. No porque falte voluntad, sino porque el cerebro aprende rápido qué cosas lo calman, aunque sea por poco tiempo.
La impulsividad en el TDAH no se queda solo en el plano emocional. Atraviesa lo que la persona dice, lo que hace, cómo se relaciona, cómo gasta su dinero, cómo reacciona. Y eso tiene un peso enorme. Porque cuando esa impulsividad se junta con ansiedad, con frustración o con ganas de que la mente pare un poco, el riesgo de caer en una conducta adictiva es real, y muchas veces se empieza sin darse cuenta.
Y, ojo, muchas personas con TDAH no son conscientes de su condición. Entonces lo que en realidad es un síntoma del trastorno, se interpreta como una mala decisión o como algo que “deberían poder manejar”. Esa mirada solo genera más culpa y más aislamiento. Mientras tanto, el problema de fondo sigue sin atenderse.
La tríada silenciosa y el proceso terapéutico: ¿cómo influye?
Cuando una persona con TDAH desarrolla una adicción, el proceso terapéutico se vuelve más complejo. ¿Por qué? Pues, porque el tratamiento ya no aborda solo la impulsividad o la falta de atención, sino que tiene que incluir también la dependencia a una sustancia o conducta.
Además, muchas veces, las adicciones ocultan los síntomas del TDAH o los empeoran. Una persona que consume estimulantes puede parecer que se enfoca más o que está más “tranquila”, pero en realidad está automedicándose sin saberlo. Y al dejar de consumir, todos esos síntomas que estaban silenciados aparecen de golpe.
Esto también pasa al revés: el TDAH sin tratar puede dificultar mucho la recuperación de una adicción. Porque para sostener una abstinencia, se necesita tolerancia a la frustración, planificación, regulación emocional… justo lo que más cuesta cuando hay TDAH.
Y si nadie detecta que hay algo más allá del consumo, el tratamiento se vuelve frustrante, tanto para la persona como para el equipo que la acompaña. Por eso es tan importante evaluar bien desde el principio. No solo ver la adicción, sino también lo que puede estar detrás.
Entonces, ¿qué se puede hacer?
Cuando esta combinación se hace presente (TDAH, impulsividad y adicciones) no alcanza con buena voluntad ni con intentar “tener más control”. Hace falta un abordaje que entienda lo que realmente está pasando y que ofrezca herramientas concretas.
Aquí te contamos algunos puntos clave que puedes empezar a aplicar:
1. Dejar de verlo como un tema de voluntad
Primero, dejar de mirar todo esto como si fuera un problema de fuerza de voluntad, así que juzgar nunca será la mejor opción. Muchas personas que viven esta tríada ni siquiera saben que tienen TDAH, y lo han pasado mal mucho tiempo antes de buscar ayuda.
2. El diagnóstico cambia el panorama
Segundo, el diagnóstico adecuado cambia todo. Saber que hay un TDAH de base permite orientar mejor el tratamiento, elegir el tipo de terapia, y ajustar la medicación si hace falta. No es lo mismo tratar una adicción sin saber que también hay un trastorno de atención, que hacerlo con ese dato sobre la mesa.
3. Tratar ambas cosas al mismo tiempo
Tercero, trabajar ambas cosas a la vez. El abordaje tiene que ser conjunto: ni solo terapia, ni solo medicación. Hay que incluir psicoeducación, herramientas para manejar impulsos, técnicas de regulación emocional, cambios en la rutina, apoyo familiar y un seguimiento profesional constante.
En muchos casos, el uso de medicación específica para el TDAH (cuando está bien indicada y controlada) ayuda muchísimo, porque reduce esa sensación constante de tener que calmarse por otros medios.
4. Incluir al entorno
También es importante que el entorno entienda qué está pasando. No para justificar todo, sino para acompañar con más claridad y menos juicio. El estigma, la culpa y la desinformación son obstáculos reales.
5. Ser compasivos (de verdad)
Y por último, ser compasivos. No condescendientes, sino reales. Nadie elige tener esta combinación. Pero sí se puede aprender a entenderla, a reconocer los patrones, a frenar antes de actuar, a pedir apoyo sin vergüenza y a armar estrategias que se sostengan en el tiempo.

Froilan Ibáñez
Froilan Ibáñez
Psicólogo Clínico Educativo y pericial
Esta tríada no grita. No siempre se ve. Pero está. Y cuando no se nombra, crece en silencio. Pero, por todo esto, es importante hablarla, entenderla y acompañarla desde un lugar más humano y con más información.


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