¿Por qué está en auge ir al psicólogo?

Desde que la Psicología nació como ciencia a finales del siglo XIX, ha atravesado un proceso de evolución y diversificación de sus áreas de estudio y de intervención en los problemas de la gente.

Por un lado, ha recibido influencias de los cambios sociales, económicos y políticos que se han ido sucediendo en las últimas décadas para adaptar sus objetivos, técnicas y metodologías, y por el otro, ha contribuido a transformar la sociedad y a hacer que veamos la mente humana y la salud mental con otros ojos. Debido a este fenómeno bidireccional, hoy en día estamos viviendo un verdadero auge de la psicología aplicada; cada vez son más las personas que buscan este tipo de servicios, y más variadas las necesidades y problemas que son abordadas por la Psicología. Veamos por qué ha ocurrido esto.

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¿Por qué cada vez es más común acudir al psicólogo?

El aumento de la popularidad de la Psicología como una disciplina útil para los problemas del día a día y ante las experiencias de todo tipo de personas no ha surgido por casualidad; responde a una serie de transformaciones sociales, tecnológicas y sociales que han contribuido a hacer de la labor de los psicólogos algo más flexible, accesible y valorado que hace unas décadas. Vemos en qué consisten estos cambios.

1. La aparición de la psicología online

En relativamente poco tiempo, la psicología online ha ganado una gran popularidad, en parte ayudada por la crisis del COVID-19 y a las restricciones de movilidad aplicados por los gobiernos de muchos países ante el coronavirus. Parte de su éxito está en lo simple que es: tan solo cambia el canal de comunicación, que pasa a ser una plataforma digital que permita realizar videollamadas; lo demás permanece igual.

Esta manera de disponer de los servicios del psicólogo permite ahorrarse el desplazamiento hasta la consulta del profesional, y además hace posible abaratar el coste de cada sesión. Por cierto, es una muy buena alternativa para quienes, por problemas de salud o por vivir en zonas aisladas, tienen problemas para salir de casa y recorrer grandes distancias.

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2. La desestigmatización de los problemas psicológicos

Hace no tanto tiempo, se asumía que el trabajo del psicólogo se limitaba a ayudar a personas “locas” o, en todo caso, a quienes tenían deficiencias cognitivas severas, o problemas de aprendizaje. Incluso entre los pacientes de clases bienestantes, era habitual perpetuar el estereotipo de mujer acomodada con problemas de “histeria”, básicamente problemas asociadas a la neurosis y a estados de ánimo alterados, en parte alimentados por la sugestión. Esto hacía fácil asociar la psicología con la intervención en colectivos estigmatizados: gente marginada por la sociedad, mujeres que eran consideradas “una carga”, malos estudiantes…

Por suerte, y aunque aún queda trabajo por hacer en este sentido, hoy en día se ha ido desestigmatizando las vidas de quienes experimentan problemas tradicionalmente asociados a esa clase de roles, y se asume que cualquier tipo de persona, rica o pobre, con más o menos inteligencia, hombre o mujer, puede necesitar acudir al psicólogo.

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3. La mayor sensibilización en temas de salud mental

Este elemento está muy relacionado con el anterior; del mismo modo en el que se ha ido debilitando el estigma que había estado colocado sobre quienes iban al psicólogo, la concepción de lo que es un problema de salud mental ha ganado muchos matices; ya no se apoya en estereotipos y en una visión muy simplista de lo que es necesitar ayuda profesional en este ámbito.

Por ejemplo, la depresión ha pasado a ser vista como una psicopatología muy común que puede plasmarse en una amplia variedad de experiencias distintas, y que ocurre incluso en quienes desde fuera parecen ser personas exitosas, queridas y populares. No se puede dar por sentado que un diagnóstico nos da una imagen clara y predecible del comportamiento y la manera de pensar de un individuo, y saber eso hace que más gente se vea interpelada por los servicios de psicoterapia.

4. La aparición de más especialidades en la psicología aplicada

A raíz de la influencia de la Psicología Positiva, se ha ido evolucionando hasta lograr que la Psicología no esté tan centrada en los trastornos y los déficits cognitivos o de aprendizaje, abriéndose más hacia maneras de encarar las necesidades de las personas desde una perspectiva humanista, es decir, que tenga muy en cuenta el potencial para explotar los talentos e inquietudes del individuo.

Por eso, gran parte de la labor de los psicólogos no se limita a corregir la “falta de” algo, sino que trabaja también para expandir las cualidades positivas que ya están presentes en el individuo, aunque sea de manera latente. De este modo, no se actúa únicamente intentando mitigar síntomas que generan malestar, sino que también se da apoyo a quienes quieren llevar a cabo procesos de desarrollo personal y profesional, a veces bajo la denominación de “coaching”.

En lo relativo al desarrollo personal, este tipo de acompañamiento implica ayudar a las personas a conectar con sus valores y con las prioridades que se desprenden de ello mediante un proceso de autodescubrimiento, marcarse metas ilusionantes y motivadoras que aporten significado a sus actividades diarias a corto y a largo plazo, y enseñarles técnicas de gestión emocional y gestión del tiempo que vayan en la línea de lograr los objetivos que se han marcado en esa hoja de ruta. En definitiva, experimentar el desarrollo personal consiste en vivir proyectos verdaderamente significativos para uno mismo, y en aprender a afrontar los retos que nos llegan en ese contexto.

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