Nos encontramos ante una adicción al sexo cuando el deseo de mantener relaciones sexuales se manifiesta frecuentemente, es intenso y está acompañado de conductas compulsivas dirigidas a satisfacer ese deseo de forma irrefrenable.
Esto es así entendiendo la sexualidad en sus diferentes formas, es decir, no necesariamente dándose un encuentro sexual con otra persona sino también con conductas sexuales de masturbación, consumo de prostitución, consumo de cibersexo o pornografía, entre otros. La persona dedica gran parte de su día a buscar la forma de satisfacer su necesidad, llegando a verse afectada su vida laboral y personal.
Las adicciones suelen ser consecuencia de problemas más primarios en la persona. Es decir, el consumo se convierte en la solución que puede dar a determinado problema. Cuando la persona consume o realiza conductas relacionadas con la sexualidad, a corto plazo la situación generadora de malestar pasa a un segundo plano, convirtiéndose esa acción en un regulador emocional que aplaca el malestar momentáneamente. Pero, ¿qué ocurre a largo plazo? la solución que se está poniendo en marcha se convierte en el problema.
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La adicción como forma de regulador emocional
Ante el consumo de cualquier sustancia, nuestro cerebro libera una hormona conocida como dopamina generando sensaciones placenteras. Debido a este placer que se obtiene, nuestro cerebro nos mandará el mensaje de que necesita que repitamos esa conducta para obtener así esa sensación tan placentera. Lo que ocurre es que nuestro cerebro cada vez necesita mayor cantidad de esta sustancia que nos genera calma.
Hay momentos en nuestra vida en que podemos experimentar situaciones complicadas y dolorosas para nosotros. En estos momentos, podemos afrontar la situación y el malestar generado o bien evitar lo sucedido y no hacerle frente. Esta segunda opción puede llevar consigo determinadas consecuencias negativas para la persona.
Si la forma de afrontamiento habitual que uno emplea es la evitación o supresión, lo que ocurre es que se irán acumulando todos aquellos sucesos y heridas psicológicas que han ido apareciendo en nosotros a través de las experiencias vividas. Estas experiencias comienzan desde que nacemos y comenzamos a relacionarnos con nuestras figuras de cuidado; las primeras vivencias marcarán más adelante quiénes somos y cómo nosotros aprendemos a afrontar aquellas experiencias que vayan viniendo.
¿Cómo influye el vínculo con nuestros progenitores a la hora de regular nuestras emociones?
Muchas de estas heridas stán relacionadas con cómo nosotros nos hemos podido sentir de pequeños en el vínculo con nuestros cuidadores. Cuando somos niños buscamos el cariño y la aprobación constante de los adultos que nos rodean. Si no lo obtenemos, buscaremos la forma de conseguirlo. Pondremos conductas en marcha que llamen la atención de nuestros cuidadores, intentaremos complacerlos, nos haremos cargo de sus cuidados o dejaremos de lado nuestras necesidades para cubrir las del adulto y así recibir la aprobación que buscamos.
Si hemos tenido alguna experiencia de este tipo, será una herida con la que crezcamos y nos desarrollemos. Esta herida puede traducirse en forma de vacío emocional. Se trata de una sensación muy dolorosa, que esconde un gran sentimiento de soledad, incomprensión, miedo o tristeza. Hay una necesidad de sentirse completo, pero la persona no sabe la fórmula para sentirse de este modo, por lo que, en ocasiones, uno comienza a buscar la forma de combatir esta sensación y malestar y así poder sentirse completo totalmente.
En ocasiones este sentimiento puede despertar o aumentar tras una ruptura de pareja, un despido, problemas laborales o alguna situación que genere malestar en la persona. Ante este tipo de situaciones, podemos mirar hacia otro lado, para así no toparnos con la realidad del momento. Pero lo que realmente estará ocurriendo es que no estaremos afrontando ni regulando nuestro propio malestar, ni la experiencia ante la cual nos encontramos.
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Las consecuencias negativas de no gestionar bien las emociones
Cuando experimentamos situaciones generadoras de malestar, una mala regulación de estas puede dar lugar a la aparición de conducta adictivas.
Ante situaciones que generan un daño o problema, si no se da una buena regulación del malestar ni se hace frente a lo que ocurre, hay personas que comienzan a consumir sustancias tóxicas, a llenar su agenda de planes, a trabajar más horas, a consumir pornografía durante horas, o bien tienen relaciones sexuales compulsivas. En este artículo me gustaría centrarme más en las conductas sexuales problemáticas.
Es sabido por todos que el sexo es una necesidad básica del ser humano, y así se indica en la pirámide de las necesidades básicas creada por Abraham Maslow. En ocasiones las prácticas sexuales pueden llegar a convertirse en conductas adictivas. En este caso, este tipo de conductas no están relacionas con la búsqueda de placer; el objetivo sería la búsqueda de calma y el alivio del malestar emocional generado por las diferentes situaciones que se hayan podido vivir, y además se insertan en el contexto de la historia de vida de cada uno.
Las relaciones sexuales serán la manera en que la persona aprende a regularse y calmar sus emociones, y es así cómo afrontará aquello que le genere malestar. Se buscan estímulos que recompensan y generan un alivio momentáneo. Esto también ocurre con otro tipo de conductas como, por ejemplo, con la ingesta de alimentos de forma incontrolable o en el consumo de sustancias, ejerciendo una conducta autodestructiva sobre uno mismo.
A corto plazo, se obtiene una recompensa positiva, que va seguida de alivio y disminución del malestar emocional. Pero... ¿qué ocurre a medio y largo plazo? El malestar vuelve a aparecer.
En primer lugar, aparecerá la culpa por el propio consumo. Esta culpa genera malestar emocional, sumado al malestar emocional previo que tampoco ha sido gestionado. De nuevo, para calmar este malestar mayor, se vuelve a emplear el uso de dicha conducta problema.
Por tanto, no estaremos haciendo frente al problema, sino que estaremos tapándolo y no incidiendo sobre aquello que lo ha generado. En ocasiones, el foco que generó el malestar puede no ser visto por la persona. Pero este tipo de conductas nos indican que algo no se encuentra bien en nuestro interior.
Desarrollar adicción al sexo también es una forma de no entrar en contacto con el malestar y la situación problema. Imaginemos un colchón hinchable que se nos ha pinchado. En el momento, debido a que necesitamos usarlo y no tenemos la oportunidad de comprar otro, le ponemos un parche. Sabemos que este parche quizás nos dure el resto de nuestras vacaciones, pero probablemente la próxima vez que queramos usarlo volverá a estar roto. Esto es lo que ocurre cuando evitamos hacer frente a los problemas que nos suceden. Por un momento podemos sobrevivir, pero ¿qué ocurrirá a largo plazo? Que este malestar aparecerá de forma intensa, abrupta y nos resultará más complicado manejarlo.
¿Cómo sabemos si estamos ante un problema de adicción al sexo?
Estos son varios criterios que ayudan a saber si se da el caso de un problema de adicción al sexo.
Se dedica gran parte del día a fantasear y buscar la forma de satisfacer la necesidad
Esto genera una gran ansiedad y el cerebro ha aprendido que la única forma de calmarla es consumiendo pornografía o teniendo relaciones sexuales, por ejemplo.
Se dejan de lado actividades de la vida diaria
Ejemplos de estas actividades que pasan a ser poco prioritarias son el trabajo oa relación de pareja, familiar o social.
La ansiedad, pensamientos y fantasías no disminuyen hasta que la persona no consume
Aparece la sensación de que la persona no tiene control sobre la conducta que aparece. Siente que es controlado por aquello que necesita
No hay necesidad de satisfacer el deseo, sino de calmar y regular el malestar
Es decir, que el foco de la experiencia está fijado en lo negativo.
La persona siente un gran vacío emocional y culpabilidad
Incluso puede sentirse merecedor de ser castigado y es por ello que pone en marcha estas conductas autoboicoteadoras o destructivas.
La necesidad de ir más allá del síntoma
Debido a mi experiencia en consulta, la mayor parte de las veces vemos que, tras el síntoma, hay una gran necesidad de sentirse visto, querido, valorado, y deseado. Por eso, en terapia es muy importante que trabajemos en identificar qué es aquello que puede estar generando estos síntomas, y no quedarse simplemente en una descripción de estos.
Autora: Lidia García Asensi, Psicóloga Sanitaria