El amor es una de las fuerzas y emociones que más nos mueven y motivan. Vivir en pareja aumenta la esperanza de vida, facilita la adquisición de actitudes como la tolerancia y la negociación, permite compartir alegrías y recibir apoyo en los malos momentos, así como suavizar el dolor, el sufrimiento y el estrés.
Si la relación es buena a menudo supone una fuente de alegría, satisfacción y motivación, a pesar de que es natural que hayan conflictos y que también pueda suponer algunas limitaciones y sufrimiento.
Sin embargo, no todas las relaciones afectivas son positivas y funcionales, sino que pueden llevar a conductas profundamente desadaptativas, generadoras de sufrimiento o limitantes sea para uno o ambos de los componentes de la relación. Es lo ocurre en el caso del denominado síndrome de Fortunata, el cual conlleva y es un tipo de dependencia emocional hacia otra persona. Es sobre dicho síndrome sobre el que vamos a hablar aquí.
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El síndrome de Fortunata: definición y características
Recibe el nombre de síndrome de Fortunata a una manera desadaptativa, anómala y poco funcional de relacionarse que mantienen algunas personas hacia la persona objeto de interés romántico y afectivo-sexual. Concretamente, el síndrome de Fortunata se caracteriza por el establecimiento de relaciones de dependencia hacia personas casadas, a menudo estableciéndose en el papel de amante de estas.
Entre las principales características o síntomas del síndrome en primer lugar destaca la presencia de una sensación de profundo enamoramiento hacia la persona objeto de deseo, la cual persiste en el tiempo y independientemente de la existencia de una relación actual por parte de este.
Se muestra una profunda lealtad y abnegación hacia ella y es habitual que se considere que la vida sin el enamorado no tiene sentido, con un fuerte enganche hacia el ser amado que puede durar años o incluso décadas.
La dependencia es absoluta, pudiendo hacer cualquier casa que el objeto de su amor les pida y siendo capaces de perdonar, justificar o pasar por alto cualquier acción o mentira de este o esta. Además únicamente se siente atracción por esa persona y se dejan de lado otras posibles oportunidades y relaciones, e incluso pueden llegar a dejarlo todo (trabajo, familia, hogar…) por ello.
En estas personas también se observa la presencia de creencias y fantasías utópicas y extremadamente optimistas respecto a que las cosas cambiarán, a que la persona amada terminará junto por abandonar su relación actual para poder estar juntos, y suele existir la creencia de que se tiene más derecho a estar junto a él/ella que la que tiene la relación actual. Son frecuentes las ensoñaciones y la focalización en las informaciones que favorecen la presencia de interés por parte del amado.
Con respecto a la mujer u hombre casado con el objeto de deseo, la persona con síndrome de Fortunata mantiene una actitud ambivalente: por un lado la considera una rival a la que desprecia y considera que le está quitando algo suyo, mientras que por el otro lado puede mostrar empatía, admiración o ganas de ser como ella/él. Se considera que es mero azar o mala suerte que el ser amado esté casado y que algo ocurrirá que hará que termine por estar junto a ella/él.
Se trata de un síndrome que no es considerado como un trastorno psiquiátrico o una patología, si bien reviste características que pueden resultar disfuncionales y generadores de gran sufrimiento a lo largo del tiempo. De hecho, pueden llegar a darse características obsesivoides, de personalidad límite o incluso delirantes, y por sí misma implica una relación tóxica entre ambas partes que puede llevar a la aparición de conductas abusivas.
Por norma general las afectadas suelen ser mujeres heterosexuales, si bien puede darse también entre parejas del mismo sexo sea este masculino o femenino. Hay que tener en cuenta que no el síndrome no se identifica necesariamente con el hecho de ser un o una amante: es posible que sí se mantengan relaciones afectivo-sexuales, pero también puede ocurrir de manera unilateral.
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Origen del término
El síndrome de Fortunata debe su nombre a la conocida novela Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós. En esta novela Fortunata está enamorada de Juan Santa Cruz, que sin embargo está casado con Jacinta. Juan y Fortunata establecen una relación de amantes, deseando Fortunata estar en la posición de Jacinta, pero Juan no está dispuesto a dejar a Jacinta.
Fortunata se termina haciendo prostituta e incluso se casa, pero sigue siendo la amante de Juan durante años al creer que él debe ser su auténtico marido e incluso llega a tener hijos con él, a la vez que sus pensamientos respecto a Jacinta van pasando de la rabia a la admiración y la consideración de que ambas son igual de legítimas, considerando que toda la situación está justificada por el amor que siente. Todas estas características, como hemos visto, no son infrecuentes en el síndrome anteriormente descrito.
Posibles causas de esta relación de dependencia
Son múltiples las causas que pueden llevar al surgimiento de este síndrome, y diversos autores han intentado ofrecer una explicación a su origen. Entre ellas, algunas de las más habituales y las que mayor atención han prestado al síndrome son las de tipo psicodinámico.
Algunos autores proponen que se trata de una manera de llevar a la práctica las tendencias masoquistas de quienes las sufren. También se ha propuesto que esta manera de relacionarse es un reflejo de un complejo de Edipo mal resuelto, que provoca una atracción hacia personas casadas como el progenitor del sexo contrario y una relación ambivalente con la tercera persona con la que se compite (la persona del mismo sexo o la “madre” en el caso de la mujer).
Otras hipótesis establecen que se trata de un patrón relacional aprendido, tal como ocurre en la personalidad dependiente habitual, en el que se concibe el autosacrificio y al darlo todo por el otro sin tener en cuenta las propias necesidades como algo virtuoso y valeroso y que debe permitirse y aceptarse todo por amor. Puede surgir sensaciones de pena y culpabilidad por si la separación o el cese de su amor puede generar dolor en el otro.
También es frecuente en mujeres y hombres sometidos a una educación restrictiva y rígida, así como en personas con baja autoestima, inseguridad y necesidad de ser aceptado.
Junto a ello es habitual que existan expectativas excesivas y distorsionadas de lo que es el amor romántico, llena de mitos desadaptativos y creencias distorsionadas respecto a lo que implica la convivencia. Por último, desde la perspectiva cognitivo-conductual se ha explorado el papel del reforzamiento en el mantenimiento de este síndrome: la presencia del ser amado actúa como un reforzador inmediato, algo que junto al miedo y evitación de la soledad provoca que se mantenga la conducta y el patrón de pensamiento dependiente.
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Cómo tratar este problema
Tratar el síndrome de Fortunata es complejo e implica un conjunto de estrategias muy similares a las empleadas en el trastorno de personalidad dependiente. Lo primero es analizar los pensamientos, creencias y emociones del o la paciente respecto al amor romántico y respecto a su relación con su objeto de deseo.
Hecho esto será posible intentar trabajar en la toma de conciencia del problema que supone la vinculación o la focalización en la persona casada, reestructurando poco a poco las cogniciones del sujeto y haciéndole ver el sufrimiento y las limitaciones que le genera, así como los factores que están participando en el origen y mantenimiento del problema.
También se ha de trabajar en la desvinculación respecto a la persona en cuestión y la prevención de respuestas para que no recaiga con la misma persona o bien que no llegue a volver a establecer otra relación igualmente disfuncional.
Posteriormente pueden reestructurarse la presencia de mitos y creencias respecto al amor romántico, y tras ello pueden aplicarse técnicas como la exposición con prevención de respuesta a tareas y situaciones sin pensar o vincularse al objeto de deseo. Deberá trabajarse también la autoestima y la adquisición de independencia, así como la focalización en uno mismo.
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