La fagofobia, también llamada fobia al atragantamiento o choking phobia, es un intenso miedo y ansiedad a atragantarse, acompañado de la evitación sistemática a ingerir ciertos alimentos, ya sean sólidos, bebidas o pastillas, en ausencia de una patología orgánica subyacente. Este temor irracional al atragantamiento genera mucha angustia para las personas con fagofobia.
La dificultad para tragar puede ser mayor o menor de acuerdo al paciente y está acompañada por espasmos en la glotis, que son síntomas propios de la ansiedad. Los pacientes con fagofobia pueden desarrollar a partir de su miedo una alteración en la alimentación. Por esa razón, es fundamental que el tratamiento de estos pacientes sea llevado a cabo por un conjunto de profesionales de la salud; es decir, un abordaje de tipo interdisciplinar. En este artículo veremos cuál es el trabajo del psicólogo durante el tratamiento para ayudar a los pacientes con fagofobia.
¿Qué es la fagofobia?
Como señalamos, la fagofobia se enraíza en el miedo irracional a que determinados alimentos se queden atascados en la garganta al intentar tragar. Es común que las personas experimenten que no pueden ingerir ciertos alimentos, o no poder hacerlo directamente, cuando están teniendo un pico de ansiedad. Aunque la fagofobia como tal no es una categoría diagnóstica, ha sido estudiada en relación a los parámetros de manuales como el DSM-IV y DSM-5, y la mayoría de autores coinciden en que no se trata de un trastorno alimenticio por sí mismo sino más bien un trastorno de ansiedad. Por esa razón, suele estar acompañado de otros síntomas corporales propios de la ansiedad, como la sudoración, los mareos o la taquicardia.
Este temor genera que la persona ponga su foco atencional sobre los músculos de la garganta, alrededor de la glotis; también la espalda, los hombros, los músculos del rostro y la mandíbula. Puede ocurrir incluso que las personas con fagofobia se queden afónicas por el exceso de tensión en la zona laríngea, específicamente en las cuerdas vocales.
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Las causas de las dificultades para tragar
Existen diversas causas posibles para la fagofobia. Algunas de las más comunes son haber presenciado o tenido noticia de un atragantamiento en otra persona o haber sufrido una vivencia traumática relacionada a la ingesta, en general asociada a un alimento específico. Las personas con este miedo suelen adoptar la medida de evitar consumir ciertos alimentos que consideran que pueden ser más difíciles de tragar, como los más sólidos o granulosos, o aquellos alimentos que, por algún motivo, estén siendo interpretados por una creencia distorsionada ligada a ellos o a la alimentación en general.
El miedo en la fagofobia
El miedo que dispara la fagofobia es, a fin de cuentas, miedo. Esta aparente tautología en verdad sirve para enfatizar el hecho de que el miedo es, en un primer momento, adaptativo, necesario y universal; compartido por todos los seres humanos. Es el miedo el que nos ha servido para sobrevivir como especie a lo largo de nuestra historia, a defendernos de depredadores, a permanecer cerca de nuestros congéneres y también a mantener lejos aquellos alimentos que la experiencia nos ha demostrado que podrían ser tóxicos o dañinos. Gracias a ello, tenemos la capacidad de elegir qué alimentos comer y cuáles no; e incluso podemos inferir qué alimentos podrían ser comestibles sin probarlos, según su color, forma, olor o textura. El hecho de que podamos llevar a cabo conductas que sean acordes con nuestro razonamiento es una grandísima ventaja evolutiva.
El problema reside en que aquellas maneras mediante las cuales interpretamos la realidad podrían interferir en el modo en el que nos comportamos, llevándonos a adoptar conductas desadaptativas como generar una hipertensión en la zona glótica cuando queremos comer.
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Tratamiento psicológico para la fagofobia: en qué consiste y etapas
El psicólogo, como es lógico, es uno de los encargados de abordar la dimensión psicológica del problema, pero siempre debe considerar que el o la paciente puede tener comorbilidades por las que requiera interconsulta con otro profesional. Además, la fagofobia podría no necesariamente generar un trastorno de la conducta alimentaria pero sí una oscilación significativa en el peso de la persona. En cualquiera de los casos, también es importante trabajar en conjunto con un nutricionista.
La terapia cognitivo-conductual es uno de los tratamientos psicológicos más eficaces para la fagofobia. En primer lugar, los psicólogos que trabajan desde este abordaje promueven la psicoeducación. Esto implicaría brindar información acerca del trastorno que sufre el paciente, a él o ella y a su familia, con el propósito de que esté en pleno conocimiento de aquello que le sucede y cómo funcionarán algunas intervenciones durante el tratamiento. En otras palabras, se busca que la persona aprenda qué aspectos psicológicos están implicados en las dificultades para tragar.
En segunda instancia, el psicólogo ayuda a la persona a reconocer las sensaciones físicas y experiencias internas que están asociadas al acto de tragar y al funcionamiento de la glotis, lo cual se le explica de forma simple pero precisa.
También, a identificar los pensamientos que aparecen en relación al tragar. En función a esto, se acompaña al paciente a poner en cuestionamiento aquellos pensamientos que pueden estar sesgados —es decir, aquellos que no corresponden o están desajustados respecto de la realidad— y que podrían influir en el hecho de que no pueda deglutir. Algunas creencias refieren a la comida, pero otras pueden referir a la persona en sí misma, y pueden, por ejemplo, sobreestimar los riesgos de consumir cierto alimento o ser catastróficas al respecto. En definitiva, estas creencias pueden ser una fuente profunda de sufrimiento. El proceso de reestructuración cognitiva supone cuestionar y modificar esos pensamientos sesgados, reemplazándolos por otros más adaptativos.
Por último, se entrena al paciente para que sea capaz de exponerse a las sensaciones físicas de la ansiedad de manera paulatina, a dejar al servicio de su organismo el acto de tragar y no intentar controlarlo deliberadamente. En este proceso, se lleva a cabo una jerarquización de las situaciones temidas —es decir, se categorizan los alimentos según las dificultades que le provocan a un paciente en particular para tragar— y después se avanza hacia la exposición de esas situaciones de forma progresiva, comenzando por las más sencillas.
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De este modo, el trabajo con un psicólogo es clave para el tratamiento del temor a tragar. Gracias a la ayuda psicológica es posible mejorar de manera segura y supervisada por un equipo de profesionales.
Azor & Asociados
Azor & Asociados
Psicología clínica, pericial y aeronáutica
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