Cuando hablamos de trauma emocional, la imagen que puede venirnos a la cabeza suele ser de algo catastrófico. Sin embargo, el trauma es mucho más que eso, ya que estamos expuestos a micro-traumas desde que nacemos.
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¿Qué es un trauma emocional?
Nuestro organismo considera una situación traumática a nivel emocional cualquier suceso para el que no estamos preparados y que nos genera una fuerte carga de dolor emocional.
Dado que no disponemos de las herramientas necesarias para que nuestro sistema lo pueda guardar en la memoria de un modo sano y adaptativo, lo que hace nuestro cerebro con esta información dolorosa es encapsularla para poder seguir funcionando de la manera más sana posible para la persona. Pero es precisamente el hecho de bloquearla lo que hace que se convierta en un trauma.
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Sus consecuencias psicológicas
Los traumas emocionales no resueltos pueden estar asociados al desarrollo de trastornos mentales que lleven a la persona a organizar su propia percepción de la realidad y estilo de vida arededor de dicho problema.
Entre las consecuencias habituales que empiezan a afectar a nuestra vida encontramos las siguientes.
1. Trastorno de estrés postraumático (TEPT)
Conocido como la patología del trauma, se da en situaciones en las que la situación es revivida en forma de memorias intrusivas en los recuerdos. Cuando el impacto emocional asociado es muy elevado, la persona puede llegar a “desconectar” esa información de su cabeza, dando lugar a trastornos disociativos, que en cierta manera se convierte en el único recurso de la persona para poder seguir viviendo con ese trauma.
2. Ansiedad y ataques de pánico
Asociado a la emoción de miedo, nos coloca en un punto de activación constante cuando diversas memorias emocionales se conectan con algún aspecto de nuestra vida.
3. Depresión
Si tras el trauma la persona empieza a sentir emociones de culpa, indefensión y desilusión, puede desarrollarse un cuadro depresivo.
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¿Cómo superarlo?
Procesar los traumas emocionales resulta necesario, ya que es el único modo en que la información, almacenada de forma patológica, se pueda reconfigurar cambiando el impacto psicológico que provoca.
Para llevar a cabo ese re-procesamiento de la información existen diversas técnicas de vanguardia, que ayudan de manera más rápida a establecer nuevas memorias emocionales “correctoras” respecto a esa información dolorosa. En ese nuevo procesamiento de la información dolorosa es la etapa en la que se hace el cambio entre “vivir aceptando el pasado” y “luchar con el pasado para poder vivir”.
¿Qué ocurre si el trauma se produce en la infancia?
Dado que la infancia es la época en la que se empieza a construir nuestro “Yo”, y que nuestro cerebro se desarrolla en un 80% en los dos primeros años de vida, un niño cuyos padres no sean capaces de reconocer sus necesidades emocionales básicas puede desarrollar un problema de apego que lleve y mantenga hasta la vida adulta. Es por esto que se habla del apego seguro en la infancia como un factor protector de la salud mental en la edad adulta.
Hacer reparaciones de un trauma muchas veces nos lleva a trabajar algunos aspectos de la infancia que pueden estar olvidados o incluso a los que no hemos prestado atención en años, pero que sin embargo han servido para que nuestro sistema se organizase de una determinada manera alrededor de esta información.
Paradójicamente, a veces se cree que un trauma como un accidente, un terremoto o una inundación, es difícil de superar. Pero, en contra a esa creencia, los psicólogos sabemos que los traumas que nosotros denominamos complejos son los que proceden de rupturas en el apego, con una base tan simple en la confianza con el otro, que en la infancia se traduce por esa capacidad del cuidador de mirarnos, atendernos, darnos seguridad y, sobre todo, darnos amor.
Autora: Ana Carcedo Bao, Psicóloga