Aunque no le pasa a todo el mundo, no es infrecuente que cuando nos sentimos fuertemente atraídos por alguien sucedan cosas como que nos suden las manos, nos pongamos rojos si nos miran o que en un momento concreto no sepamos qué decir ni de qué hablar. Se trata de cierta timidez frente a una persona que nos atrae, pero que no nos genera mayor impedimento.
Ahora bien, imaginemos que esto nos pasa con todas las personas que nos parecen muy atractivas. Y ahora imaginemos que no solo hablamos de incomodidad, sino de un pánico intenso que nos lleva a la crisis de ansiedad y que nos provoca que huyamos de las situaciones en que que puede estar este tipo de personas. Estamos hablando de una fobia, que en el caso de referirse a mujeres que son consideradas atractivas o hermosas recibe el nombre de venustrafobia.
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¿Qué es la venustrafobia?
Llamamos venustrafobia o caliginefobia a la fobia a las mujeres consideradas muy atractivas por la persona que la padece.
Así, el estímulo o situación fóbica es la presencia de mujeres físicamente muy atractivas o consideradas como tal por la persona que sufre la fobia. No es necesario que exista una interacción, sino que la simple presencia del estímulo podría ser suficiente para despertar una gran ansiedad. Pero también generarán cierta ansiedad y serán evitadas situaciones y lugares donde puedan aparecer.
Es importante tener en cuenta que estamos ante una fobia y no ante un simple miedo o timidez, que resultar hasta cierto punto lógicos al enfrentar situaciones en las que nos exponemos a alguien que nos atrae. Se trata de una fobia muy poco frecuente pero del que existen diversos casos.
Síntomas
La venustrafobia implica la presencia de un pánico y niveles de ansiedad extremos e irracionales hacia un estímulo o situación, un pavor que suele generar síntomas fisiológicos tales como hiperventilación, taquicardias, sudores fríos, temblores y que incluso puede llegar a generar crisis de ansiedad.
Asimismo, la persona siente tanta ansiedad que ante el temor de volver a sentirla va a tender a evitar en la medida de lo posible exponerse a situaciones donde tenga que enfrentarse al estímulo temido o crea que puede llegar a encontrárselo, o en caso de necesidad puede llegar a afrontar la situación pero a costa de padecer una gran ansiedad.
Hay que valorar que lo que genera ansiedad es un elemento subjetivo: no todos consideramos el atractivo de la misma forma. Por lo general suelen generar ansiedad aquellas personas que se ajustan a los cánones de belleza actuales, si bien dependiendo de cada persona las características que provocan la ansiedad van a variar.
Asimismo no es imprescindible que haya un interés afectivo-sexual hacia la persona en cuestión, si no que simplemente que se trate de una mujer que sea considerada como con gran atractivo.
Aunque es más frecuente en varones heterosexuales, la venustrafobia puede ser sufrida tanto por hombres como por mujeres independientemente de su orientación sexual.
Efectos en la vida cotidiana
La venustrafobia puede generar repercusiones importantes para la persona. La ansiedad sentida suele generar un elevado nivel de sufrimiento y alterar el funcionamiento habitual.
En este sentido, puede afectar a diversos niveles. A nivel laboral puede generar complicaciones a nivel de dificultar el trabajo en equipo y reducir la productividad y capacidad del afectado, mientras que a nivel social puede restringir relaciones sociales (se hace difícil establecer o mantener relaciones, se evitan directamente aquellas mujeres que sean muy atractivas o los grupos en los que se encuentren incluidas…) y provocar que se eviten situaciones, lugares o ámbitos donde se considere que puedan aparecer mujeres consideradas atractivas: deporte, cine, moda...
En casos extremos sería posible llegar al aislamiento y al enclaustramiento en el hogar, si bien es infrecuente.
Posibles causas
Aunque no se conocen las causas exactos de la venustrafobia, se considera que al igual que el resto de ellos la venustrafobia puede tener una etiología u origen multifactorial.
Si bien podría encontrarse una explicación de origen evolutivo (podría existir presión y ansiedad en el caso de los varones heterosexuales y las féminas homosexuales para lograr cortejar a una pareja considerada atractiva, mientras que en las mujeres heterosexuales podría tratarse de ansiedad vinculada a la competencia), por lo general se considera que esta fobia tiene un carácter más vinculado a factores cognitivos, psicológicos y al aprendizaje.
Uno de los factores que parece ser más habitual es la existencia de algún evento traumático o experiencia aversiva en el pasado en el que o bien tuviera que ver una mujer atractiva o bien se haya asociado el malestar a dicha persona. Puede tratarse de un fracaso amoroso, un divorcio, burlas y vejaciones con respecto al propio físico en comparación con otras personas (por ejemplo en el caso de acoso escolar).
Se trataría en este caso de una forma de condicionamiento, en el cual se habría aprendido a asociar a las féminas a las que se considera bellas con dolor, ansiedad o sufrimiento.
También se observan con frecuencia la existencia de distorsiones cognitivas vinculadas con la anticipación de que la mujer le/la critique o le encuentre ridículo, a menudo también magnificando el atractivo de dicha persona y subestimando las propias cualidades.
No es infrecuente que exista una gran inseguridad por parte de quienes padecen esta fobia, que puede provocar que les cueste afrontar la idea de interactuar con alguien que consideran más atractivos que ellos, a menudo existiendo a su vez una posible sensación de inferioridad. Pueden considerar a esa persona o las cualidades que representan para el sujeto como inalcanzables. Es posible que exista también un déficit de habilidades sociales comórbido, si bien no ocurre siempre.
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Tratamiento de esta fobia
Al igual que con el resto de fobias, la venustrafobia puede ser tratada mediante diversas técnicas psicológicas, siendo la más común y efectiva de ellas la exposición en vivo.
La técnica de exposición se basa en hacer que el sujeto afronte la situación temida con el fin de lograr no eliminar, sino gestionar de forma efectiva la ansiedad que siente y sin necesidad de evitarla. Para ello se creará primero entre el profesional y el paciente una jerarquía de exposición, un listado de situaciones generadoras de ansiedad que serán ordenadas de menor a mayor según el nivel de ansiedad que provoquen.
El sujeto se irá afrontando gradualmente (generalmente se empieza con aquellas que generan una ansiedad media) a cada una de ellas, de tal manera que en presencia del estímulo significativo va a aparecer una ansiedad que con el tiempo va a ir disminuyendo por sí sola. Cuando se lleven a cabo dos exposiciones sin que aparezca ansiedad o esta se haya reducido en gran medida se puede pasar al siguiente ítem.
También será necesario trabajar a nivel cognitivo, analizando en primer lugar qué le genera ansiedad al paciente (saber los elementos concretos y otros que pueden influir son necesarios para elaborar correctamente la jerarquía, además de tener otras posibles aplicaciones), que significa para él o ella dicha ansiedad, a qué la atribuye y cómo le afecta. Asimismo se discutirá qué implica para el sujeto la belleza y las creencias que tiene respecto a esta o su importancia.
Por último y no menos importante resulta relevante discutir acerca de la autoestima del paciente y sus creencias sobre sí mismo, sobre como és y sus capacidades, y sobre cómo ve el mundo (y como éste lo ve a él). Se podrá realizar entonces una reestructuración cognitiva para modificar posibles sesgos y creencias disfuncionales.
También puede ser de utilidad la utilización de técnicas de relajación, como la respiración diafragmática o la terapia de relajación muscular progresiva de Jacobson, con el fin de ayudar a controlar y rebajar los niveles de ansiedad. Pueden utilizarse también en forma de desensibilización sistemática, como respuesta incompatible a la ansiedad durante la exposición.
Referencias bibliográficas:
- Cavallo, V. (1998). International Handbook of Cognitive and Behavioural Treatments for Psychological Disorders. Pergamon. pp. 5 - 6.
- Wolpe, J. (1958). Psychotherapy by reciprocal inhibition. Conditional Reflex : A Pavlovian Journal of Research & Therapy. 3 (4): 234 - 240.