La depresión es una alteración de la salud mental muy común, y esto es, entre otras cosas, porque no se llega a este estado emocional por una sola vía, sino por varias.
A veces se habla acerca de la depresión asumiendo que es simplemente una enfermedad y que, como tal, está causada únicamente por complicaciones biológicas en el cuerpo de la persona; pero lo cierto es que los rasgos de personalidad y los hábitos de vida pueden explicar buena parte de nuestra propensión a desarrollar este trastorno.
En este artículo nos centraremos en la relación entre la depresión y el perfeccionismo, dos fenómenos psicológicos muy estudiados y en los que se han visto puntos de interconexión. Y es que muchas veces tendamos a asociar el perfeccionismo a un aspecto positivo y útil de la personalidad (y hasta cierto punto lo es), en exceso puede comprometer nuestra salud mental de diferentes maneras.
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¿Qué significan estos conceptos en psicología?
En primer lugar, aclaremos los conceptos de los que vamos a hablar. La depresión es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la falta de energía y de motivación, las bajas expectativas y un estado de tristeza o de angustia que vuelve muy difícil disfrutar de las experiencias placenteras de la vida (unas vacaciones, una cena en un buen restaurante, etc.). Como trastorno psicológico que es, su presencia no implica solamente malestar: además, afecta muy negativamente a la calidad de vida de quien la sufre, e incrementa el riesgo de suicidio.
Por otro lado, el perfeccionismo es la escrupulosidad a la hora de valorar el producto de nuestras propias acciones, teniendo como referencia estándares de exigencia muy altos (lo cual puede producir un desgaste psicológico, como veremos). Esto significa que ponemos cuidado en la necesidad de hacer las cosas bien, y que la idea de crear algo con una o varias imperfecciones nos genera malestar.
La relación entre la depresión y el grado de perfeccionismo
Hay diferentes maneras por las que tender a un grado alto de perfeccionismo se asocia a la probabilidad de tener depresión. Aquí veremos varias de ellas, aunque hay que tener en cuenta una cosa: ser perfeccionista no tiene por qué significar que este rasgo nos vaya a generar un trastorno depresivo. A veces, lo que ocurre es que aquello que nos lleva a desarrollar perfeccionismo, también nos lleva a desarrollar depresión.
Las diferencias entre los tipos de perfeccionismo
En primer lugar, hay que distinguir entre dos tipos de perfeccionismo: las aspiraciones perfeccionistas y las preocupaciones perfeccionistas. La segunda de estas formas de perfeccionismo consiste en la propensión a preocuparnos por la posibilidad de hacer las cosas mal, la anticipación del fracaso si no ponemos mucha atención a lo que hacemos, y la obsesión por evitar un mal resultado. La primera, en cambio, tiene que ver con el hecho de querer ser la mejor versión de nosotros mismos y el darle importancia a hacer las cosas del mejor modo posible.
De este modo, las aspiraciones perfeccionistas se vinculan a un mayor riesgo de manifestar problemas de estrés y ansiedad, mientras que las preocupaciones perfeccionistas se asocian al riesgo de padecer depresión, ya que quienes adoptan este tipo de perfeccionismo ponen su atención en el aspecto negativo de las propias aptitudes y capacidades, y pasan mucho tiempo anticipando e imaginando malos resultados en lo que hacen. Esto último fomenta la fatiga emocional y la incapacidad de disfrutar.
Eso sí, no hay que olvidar que quienes vayan por la vía de las aspiraciones perfeccionistas tampoco se libran de presentar un riesgo mayor de tener depresión, porque la ansiedad se solapa mucho con los trastornos del estado de ánimo. Y es que, a la práctica, una gran cantidad de las personas que creen que simplemente tienen depresión en realidad sufren un cuadro ansioso-depresivo. Si bien la ansiedad nos pone en un "estado de alerta" y parece basarse en procesos opuestos a lo que entendemos como estar deprimido, el desgaste que produce esa constante angustia o estrés facilita que vaya fluctuando la sintomatología asociada a la depresión.
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Los trastornos de la conducta alimentaria
Se ha visto que el riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia nerviosa o la bulimia, se asocia a la tendencia al perfeccionismo alto o muy alto, lo cual tiene sentido teniendo en cuenta que el malestar viene por el hecho de pensar en imperfecciones en el comportamiento y en la condición física.
Esto es relevante, porque tal y como pasa muchas veces con las alteraciones psicológicas tratables en terapia, el hecho de haber desarrollado una hace más probable que desarrollemos otra, y la depresión está en las primeras posiciones de la lista de posibles riesgos. Y por supuesto, los trastornos alimenticios también dan lugar a problemas de autoestima, que a su vez ayuda a desencadenar la depresión y a hacer que se mantenga.
La adicción al trabajo
La tendencia a trabajar demasiado, muy vinculada al perfeccionismo, está claramente relacionada con el riesgo a desarrollar depresión a medio y largo plazo.
Existen diferentes explicaciones acerca de por qué pasa esto. Una de ellas es que, como los "workaholics" transforman su ámbito laboral en el principal foco de interés de sus vidas, poco a poco van cortando sus vínculos con otras fuentes de satisfacción y vida social; cuando se dan cuenta de que no pueden seguir con ese ritmo de concentración y esfuerzo, se encuentran solos y socialmente aislados, sin aficiones estimulantes y, en general, ningún motivo para dejar de orientar el 100% de su atención a su desempeño laboral.
Este es el punto en el que la depresión aterriza, porque el día a día de estas personas apenas ofrece incentivos significativos más allá de esa espiral de auto-exigencia, y tampoco aporta situaciones ilusionantes o perspectivas de que las cosas vayan a mejorar de una manera cualitativa.
Por otro lado, la extrema preocupación por producir y hacerlo todo bien que causa la adicción al trabajo también se vincula a la falta de sueño, otro de los fenómenos más vinculados a la depresión. Si el sistema nervioso no tiene tiempo de recuperarse mientras dormimos. Las probabilidades de desarrollar trastornos del estado de ánimo se disparan.