En 1907, Picasso daba por terminado su lienzo Les demoiselles d’Avignon (Las señoritas de Aviñón). Muchos ven en el cuadro el inicio del cubismo, aunque se trata más bien de una obra casi experimental, en la que Picasso juega con diversos elementos: caras que parecen máscaras, perspectiva “rota” y fragmentada, colores arbitrarios… Sin embargo, todos estos elementos ya habían sido usados con anterioridad, por lo que, en principio, no suponían ninguna novedad en sí mismos.
El cubismo propiamente dicho no nacerá hasta más tarde, cuando, a través del llamado cubismo analítico, se depuren las formas y se elimine por completo la subjetividad emocional de la pintura. Pero empecemos por el principio. ¿Qué es el cubismo? Veámoslo a continuación.
Características del cubismo
A principios del siglo XX, las vanguardias han irrumpido de forma contundente en el panorama artístico europeo. En 1905 tenemos a los artistas fauves en el Salón de Otoño de París y, unos años más tarde, los expresionistas alemanes toman la fuerza cromática de estos fauvistas y crean su propio lenguaje. Todos estos artistas tenían en común su pasión y la alta carga emotiva de sus composiciones.
El cubismo, sin embargo, es otra cosa. De hecho, los cubistas se distancian de los expresionistas e impresionistas (ocupados tan solo en la subjetividad de la imagen) y se centran en la forma y la estructura. De esta manera, el color, que tanta importancia había tenido tanto para los impresionistas como para los fauvistas, queda relegado a un estricto segundo plano: de ahora en adelante, los cubistas solo van a estar interesados en la composición de los volúmenes.
Los cubistas promulgaban un arte “intelectual”. En otras palabras, un arte que no se limitara a registrar la realidad, sino que, además, la estructurara cuidadosamente mediante una depuración meticulosa que dejara solamente los elementos esenciales. El cuadro debía salir, pues, del “cerebro”, y no de la emoción, como sí sucedía con los expresionistas. Este nuevo arte tendría, tal y como manifestó Guillaume Apollinaire en sus Meditaciones estéticas (1913), la geometría como base, de la misma forma que la gramática era la base de la escritura.
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Los antecedentes del cubismo
Como siempre, un arte nuevo no nace de la nada. Los artistas se influyen entre sí y crean corrientes estéticas que se siguen y se rechazan constantemente, se moldean, se adaptan, se reinventan. Así, encontramos dos pintores que son antecedentes claros del cubismo: Georges-Pierre Seurat (1859-1891) y Paul Cézanne (1839-1906).
Del primero, los cubistas tomaron el concepto del divisionismo. En este sentido, no fueron los primeros: los fauvistas ya se habían inspirado en Seurat algunos años antes. El divisionismo “seuratiano” propugnaba la aproximación de los colores sin mezclarlos, por lo que el encargado de construir la imagen final era el ojo del espectador. Del segundo, los cubistas recogieron su interés en superar el impresionismo mediante una pintura sólida de formas definidas, y también una cierta geometrización de estas formas.
A la hora de comprender de dónde surgió el cubismo, no se puede olvidar el contexto histórico que le dio forma. Así, resulta inseparable de los descubrimientos científicos en materias como la óptica, la física y la química. La teoría de la relatividad (1905) de Albert Einstein repercutió poderosamente en los artistas cubistas, puesto que cuestionó la validez de los conceptos del espacio y del tiempo.
Por otro lado, el auge del llamado “primitivismo”, es decir, la atracción por las manifestaciones artísticas de los pueblos de África u Oceanía, influyó especialmente en artistas como Pablo Picasso (1881-1973). Henri Matisse, el líder indiscutible de los fauvistas, había mostrado a un joven Picasso la magia de las máscaras africanas, y sus formas aplanadas y rotundas habrían de influir poderosamente en la obra del malagueño.
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Las dos etapas cubistas
Los historiadores del arte distinguen principalmente dos etapas en el cubismo: el cubismo analítico, que se desarrollaría entre los años 1909 y 1910, y el cubismo sintético, que vería la luz a finales de 1910, una vez que el primero se hubo ya desvanecido. A estas dos etapas, digamos, “canónicas”, podríamos añadir una tercera, que sería, en realidad, el preámbulo de las otras dos, que podríamos llamar el cubismo primitivo o intuitivo. Pero vayamos por partes.
Los inicios del cubismo
En 1907, se realiza en el Salón de Otoño de París una retrospectiva de Paul Cézanne, fallecido el año anterior. La exposición impresiona a tres jóvenes artistas: Picasso, Georges Braque (1882-1963) y Fernand Léger (1881-1955). En la pintura de Cézanne vieron el albor de un arte nuevo, un arte que desdeñaba la fugacidad impresionista y buscaba un arte “de verdad”, duradero en el tiempo. El pintor lo conseguía a través de ciertas incoherencias formales: representaba todos los planos del objeto a un tiempo, y congelaba así en el cuadro la realidad completa del mismo. Cézanne “rompía” la forma y la reestructuraba. Los cubistas irían más allá y destruirían por completo la perspectiva clásica. Un objeto ya nunca más se vería desde un solo punto de vista, sino desde varios a la vez.
Picasso y Braque, contagiados por el entusiasmo de este descubrimiento, empiezan a realizar intentonas de lo que sería este nuevo y “definitivo” arte. Es en esta época en la que hay que situar a Las señoritas de Aviñón, donde Picasso experimenta con auténtica vehemencia. Las obras de este periodo no son todavía analíticas, y rezuman una pasión intuitiva que todavía no las hace plenamente cubistas.
El cubismo analítico
La siguiente etapa del cubismo es el llamado cubismo analítico. En este periodo se ha “superado” la evidente emoción de los años anteriores y se aboga por una ejecución exclusivamente “cerebral”. Así, el objeto se “rompe” definitivamente, se disecciona, se analiza. En la superficie del cuadro aparecen todos los planos del objeto, juntándose y superponiéndose unos a otros. Así, la figura desaparece y el espectador es incapaz de reconocer qué es lo que está mirando. Sin embargo, no se trata de una pintura abstracta: está representando un motivo, pero de una forma diferente a la que estamos acostumbrados.
Algunos ejemplos de este cubismo analítico son el Retrato de Ambroise Vollard (1910), de Picasso, o la Mujer con Mandolina (1910) de Georges Braque.
En esta etapa el color pierde su posición privilegiada y las tonalidades se centran en los ocres y los grises.
El cubismo sintético
A finales de 1910, el cubismo analítico entra en una especie de desgaste y toma fuerza el segundo tipo de cubismo, el sintético. Esta segunda etapa está caracterizada por la ausencia del análisis y, por tanto, de la “rotura” del objeto, que son sustituidos por un resumen del mismo a través de la representación de varios planos, a la manera de Cézanne. Además, el color retorna a los lienzos con inusitada fuerza. Algunos ejemplos de este periodo son Mandolina y guitarra (1924), de Pablo Picasso, o La ventana abierta (1921), de Juan Gris (1887-1927), uno de los pintores más destacados de este periodo.
El cubismo sintético es famoso por haber introducido en el arte elementos que, en principio, eran ajenos a él. En primer lugar, tenemos el collage, es decir, la introducción de elementos reales de la vida cotidiana en la pintura, del que es conocido ejemplo la Naturaleza muerta con silla de rejilla, de Picasso, el cual está considerado el primer collage artístico. En segundo lugar, los llamados papiers collés, papeles pegados en la tela sobre los que se pintaba; y, por último, el añadido de tipografías en los cuadros, como las letras recortadas de una revista.
El cubismo para la posteridad
Fue durante la etapa del cubismo sintético cuando se sentaron las bases de la estética cubista. En 1912, Jean Metzinger (1883-1956) y Albert León Gleizes (1881-1953) publican Del cubismo, un ensayo que pretendía asentar las bases sobre las que se sostenía el movimiento. Sin embargo, es Meditaciones estéticas. Los pintores cubistas (1913) de Guillaume Apollinaire, el texto que se considera una especie de manifiesto del cubismo.
Finalmente, el nombre lo habrían de recibir estos artistas del mismo personaje que bautizó el movimiento fauve: Louis Vauxcelles, crítico de arte que, al contemplar la obra de Braque, sentenció que el pintor “maltrataba” las formas y lo reducía todo a “cubos”. Gran personaje, este Vauxcelles: lleva la nomenclatura de dos vanguardias a sus espaldas.