El 4 de agosto de 1789 la sociedad estamental se abolía en Francia. Nacía una nueva era y se abandonaban, de esta forma, los estamentos medievales, que habían sido el pilar de la sociedad desde hacía siglos. Una sociedad estamental que se veía entonces, en plena Revolución, como algo arcaico y obsoleto que era necesario suprimir.
Sin embargo ¿es cierto todo lo que se cuenta sobre los estamentos del Medievo? ¿Es verdad que los estamentos medievales fueron algo rígido y carente de flexibilidad? Recordemos que la Edad Media es un periodo de 10 siglos, durante los cuales se produjeron muchos cambios y se dieron distintas realidades. Si bien es cierto que la jerarquía general (la que dividía la sociedad en tres estamentos) se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX, no lo es menos que esta división sufrió algunos vaivenes según el contexto del momento.
Veamos, pues, cuáles eran los estamentos en la Edad Media, su origen y sus características.
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¿Qué es un estamento?
Antes que nada, es necesario aclarar este concepto. La RAE define estamento como “estrato de una sociedad, definido por un común estilo de vida o análoga función social”. Y, en concreto, hace referencia a los estratos sociales que constituían las bases del Antiguo Régimen, es decir, de la sociedad antes de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial.
La diferencia entre una sociedad estamental y una sociedad de clases es que, mientras que en la segunda existe cierta permeabilidad en base a las capacidades económicas del individuo, la primera está más o menos cerrada a cambios, y los miembros de cada estamento pertenecen a él por lazos de sangre. Es desde esta perspectiva que debemos entender la sociedad en la Edad Media, como un universo eminentemente jerarquizado en el que cada persona pertenecía a un estamento concreto y del que, muy probablemente, nunca podría salir.
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Origen de los estamentos medievales
Como ya hemos dicho, la jerarquía social en la Edad Media se basaba en tres estamentos muy diferenciados: la nobleza, el clero y el llamado tercer estado (el resto de la población). A pesar de representar solo el 10% del total, los dos primeros grupos poseían privilegios especiales, entre los que se contaban el monopolio del poder y la exención en el pago de impuestos. Pero ¿de dónde provenía esta división?
El mundo indoeuropeo
Esta sociedad tripartita no es algo exclusivo de la Edad Media; de hecho, hunde sus raíces en las culturas indoeuropeas que, hace varios milenios, poblaban Europa y parte de Asia. Estas culturas estaban compuestas por tres grupos: los gobernantes, los guerreros y los productores. Muchas de las culturas europeas y asiáticas provienen de estas tribus; en el extenso árbol familiar indoeuropeo encontramos a los pueblos germánicos, griegos, eslavos y latinos, además de la milenaria cultura de la India. De hecho, el sistema de castas, que sigue más o menos vigente en la actualidad, es heredero directo de esta estricta jerarquía.
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La ciudad ideal de Platón y su influencia en la Edad Media
Ya en la Grecia clásica, Platón (s. V –IV a. C) recoge esta división en su obra La República, cuando afirma que la sociedad ideal debe estar integrada por tres grupos sociales: los que gobiernan (que deben poseer el don de la sabiduría), los que luchan (que deben ser fuertes) y los artesanos que trabajan (que deben gozar de templanza). Según el filósofo griego, solo de esta manera se puede garantizar que la sociedad fluya armónicamente hacia un bien común.
Este concepto platónico lo recoge San Agustín, ya en era cristiana, en su obra La ciudad de Dios, donde sostiene que la ciudad terrenal, el pálido reflejo de la ciudad celestial, debe estar compuesta por estos 3 grupos sociales. Solo con la armonía de estos 3 estamentos puede darse el orden del cosmos creado por Dios. Existe un documento donde se expresa con claridad la división estamental de la Edad Media, y ha pasado a la historia como toda una declaración cultural: y es el poema que envió Aldebarón de Laón, canónigo francés, a Roberto II de Francia, donde cita a los 3 estamentos y los llama, literalmente, oratores (los que rezan), bellatores (los que van a la guerra) y labratores (los que trabajan).
Esta división es la que, en general, se puede aplicar a toda la Edad Media; aunque, como veremos a continuación, con algunos matices.
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Los estamentos medievales
Estas son las principales características de los estamentos de la Edad Media.
El estamento nobiliario y la instauración del régimen feudal
El sistema político de las tribus germanas que penetraron en el Imperio Romano, formado básicamente por un rey y sus caballeros consejeros, se fundió con el concepto de Estado que aún prevalecía en territorio romano.
Así, los primeros reinos germanos todavía mantenían una red de funcionariado o de servidores públicos. Por ejemplo, en el Imperio Carolingio, el territorio estaba dividido en condados, donde un comes o conde ejercía la autoridad en nombre del rey. Con el pasar de los años, estos condes o delegados públicos fueron asentándose permanentemente en el territorio asignado, que pasó a ser parte de su patrimonio personal, sobre todo a partir de las capitulaciones de Querzy (877), donde se instauró el sistema hereditario de transmisión de tierras. En pocas palabras, en Europa se olvidó el concepto de estado, y todos sus territorios cayeron en manos de señores que eran, en realidad, los propietarios de dichas tierras.
Señores y campesinos
La antigua aristocracia carolingia, formada por los más próximos al rey, dio origen al estamento nobiliario. La nobleza estaba exenta del pago de impuestos y, junto a los caballeros, formaba el grupo de los bellatores citado por Aldebarón en su poema.
El estamento nobiliario poseía la dominación directa de la tierra. Y, cuando decimos de la tierra, nos referimos también a la fuerza humana que esta contenía. En efecto, los señores eran los dueños efectivos de la tierra y, como tal, cobraban rentas de sus habitantes. Los feudos (las parcelas de tierra que correspondían a un señor) eran unidades completas y autosuficientes, y estaban constituidos por la reserva señorial (la llamada terra indominicata) y los mansos. La reserva señorial estaba reservada al señor, y el siervo tenía la obligación de trabajarla.
Por otro lado, los mansos eran las parcelas que se otorgaban en usufructo a los siervos para garantizar su propia subsistencia. Además, existían multitud de recursos y bienes (bosques, puentes, molinos…) que eran, en efecto, propiedad del señor, por lo que este podía establecer un impuesto de uso si así lo quería.
Señores y vasallos
La base del sistema feudal son las redes de vasallaje. Sin ellas no podemos entender la sociedad medieval, ya que existían lazos muy complejos de fidelidad dentro del estamento nobiliario. Los principales componentes del sistema de vasallaje son el señor y el vasallo; el primero pertenecía generalmente a la nobleza, mientras que el segundo era simplemente caballero. Sin embargo, no siempre era así, y estos lazos eran tan complejos que a veces encontramos a reyes que son vasallos de condes.
La relación entre señores y vasallos implicaba una serie de obligaciones: primero, una fidelidad absoluta entre ambos contrayentes y, segundo, la obligación del vasallo de ofrecer auxilium y consilium, es decir, ayuda en caso de guerra y consejo. A cambio, el señor otorgaba a su vasallo un conjunto de tierras y las rentas que estas le aportaban. Estas tierras son las que denominamos feudo, y es la base de la sociedad feudal, que alcanzó su cénit durante los siglos XI y XIII.
2. La Iglesia
Durante la época feudal, el clero constituía un señor feudal más. Multitud de tierras eran propiedad de monasterios y abadías, por lo que los abades ejercían las mismas funciones que los nobles.
No hay que confundir, sin embargo, el estamento eclesiástico con el origen de sus miembros. El estamento como tal gozaba de ciertos privilegios (igual que la nobleza), pero no todos sus miembros procedían de los estamentos superiores. No era lo mismo, por ejemplo, ser un obispo que un monje en una abadía humilde. Así, diferenciamos claramente un alto clero, constituido por miembros procedentes de la alta nobleza (e incluso de la familia real) y un bajo clero, formado por un campesinado más o menos acomodado, artesanos y otros trabajadores.
Pertenecer al estamento eclesiástico en la Edad Media tenía, por supuesto, muchas ventajas. Para empezar, durante muchos siglos fue prácticamente el único acceso a la cultura, ya que los monasterios se habían erigido como templos del saber y el conocimiento.
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3. El tercer estamento y las ciudades
Tras la caída del Imperio Romano, las ciudades entraron en franca decadencia, y dejaron de ser sede del gobierno local para convertirse, simplemente, en lugares de residencia del obispo. Durante los primeros siglos medievales Europa se ruralizó y, de esta manera, adquirió gran importancia la aldea, asignada a un feudo o señorío.
Paulatinamente, y con la bonanza económica que empezó a percibirse a partir del siglo XI, las ciudades o burgos empiezan a adquirir nueva fuerza e importancia. Abundan cada vez más los acuerdos con los señores, que se traducen en fueros municipales. A partir de aquí, va configurándose el poder público de la ciudad, y nacen los órganos de gobierno municipales.
La oligarquía de las ciudades: mercaderes y nobles urbanos
En este clima de bonanza económica, los mercaderes empiezan a cristalizar como un colectivo en auge. Este grupo social, exclusivo de las ciudades, es el que dará origen a la clase burguesa, que irá adquiriendo cada vez más influencia y poder. Por su parte, los banqueros intensifican su actividad, libres de la atadura que suponía el pecado de la usura (duramente condenado por la Iglesia en los siglos anteriores).
Estos burgueses serán los que conformarán, junto a los nobles que se instalan en la ciudad, la oligarquía urbana. Esta oligarquía poseerá el monopolio del poder municipal y entrará en constante conflicto con el llamado “popolo minuto” o “pueblo pequeño”, siempre apartado del poder. Así, vemos que, a finales de la Edad Media, el tercer estado “se abre”, se ramifica, y configura lo que, posteriormente, será la sociedad de la época moderna.
Artesanos y estudiantes
Este “pueblo pequeño” está formado por una masa de población completamente heterogénea. Artesanos, estudiantes, frailes; la mayoría en perpetua lucha contra esa oligarquía ciudadana que ejerce los mismos abusos de poder que antaño habían ejercido los señores en la Europa rural.
En efecto, atraídos por el crecimiento económico y la demanda cada vez más alta de productos, los artesanos rurales emigran a las ciudades, y empiezan a agruparse en gremios. Estos gremios son los que regulan los oficios; el jurado gremial, incluso, es el que dicta veredicto a la hora de decidir si un oficial artesano puede ascender a maestro.
El nacimiento de las universidades en los siglos XII y XIII trae ríos de estudiantes a los burgos. Estos estudiantes, en su mayoría muy jóvenes, son los protagonistas de no pocas riñas y escaramuzas contra el poder municipal (como vemos, la cosa no ha cambiado mucho desde entonces). Cabe señalar también que la afluencia tanto de estudiantes como de mercaderes de paso conlleva un crecimiento importante de la prostitución, de las tabernas y de las casas de juego.
Finalmente, no nos podemos olvidar de los marginados: enfermos, “locos”, mendigos; seres que viven fuera del orden y las leyes sociales, y que cada vez son más numerosos en unas ciudades en plena expansión y crecimiento. A menudo, los hospitales, lazaretos y casas de caridad (que, por otro lado, abundan en las ciudades medievales) no son suficientes para cubrir las necesidades de esta pobre gente, y se ven empujados a la delincuencia y al crimen.
La Edad Media es una época mucho más compleja de lo que se cree, pero esperamos que este breve repaso de los estamentos medievales os sirva para entender mejor tanto su estructura social como sus contradicciones internas.
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