Muchas personas tienen creencias que ellas mismas no ponen en duda, verdades que en su cabeza son de una lógica incuestionable pero que son débiles. Sin embargo, estas ideas no dejan de ser creencias, a veces muy absurdas, pensamientos que son muy fácilmente rebatibles con un poco de lógica y razón.
Cuando estas personas se encuentran en una situación en la que lo que han dicho se pone en duda o se demuestra justo lo contrario, para defenderse suelen recurrir a otros argumentos más moderados y más de sentido común que esconden como si fueran aquello que en realidad querían decir.
Pasa que están en un debate y lo que primero dicen es uan afirmación que les resulta cómoda, pero es controversa y fácilmente desmontable. Para no quedar como personas que dicen absurdeces, sueltan una segunda afirmación más moderada. Esta estrategia es la falacia de la mota castral. Veámosla a continuación.
- Artículo elacionado: "Los 20 tipos de falacias informales más importantes"
¿Qué es la falacia de la mota castral?
La falacia de la mota castral es un tipo de falacia informal en la que el argumentador concibe dos posiciones que comparten similitudes pero de distinta defensividad. Una de estas posiciones u opinión es modesta y fácil de defender, algo que prácticamente forma parte del sentido común (mota). La otra, en cambio, es mucho más controversial, siendo una opinión más difícil de defender (castro), especialmente si alguien la ataca con argumentos racionales y lógicos.
La falacia se da cuando se está dando una opinión controvertida y alguien la ataca haciendo que el defensor de esa opinión cambie a otra opinión más fácil de defender, diciendo que era eso lo que estaba defendiendo al principio. El argumentador va avanzando con su opinión controversa pero, cuando esta es impugnada con argumentos que tienen sentido, el argumentador insiste en que solo estaba avanzando hacia una posición más modesta.
¿Cuáles son sus orígenes?
La falacia de la mota castral apareció en el panorama filosófico en el año 2005 gracias al filósofo británico Nicholas Shackel, actualmente profesor en la Universidad de Cardiff, Gales. Denominándola originalmente “doctrina de la mota castral” o “motte-and-bailey doctrine”, Shackel explicó esta falacia en un artículo en la revista Metaphilosophy, explicando que era un fenómeno muy común en el nuevo siglo. No obstante, pese a que esta idea surgió a mitad de los 2000, no fue hasta el 2014 que este tipo de falacia se popularizó gracias al blog “Slate Star Codex”.
Esta falacia toma su nombre de un tipo de fortificación muy interesante de la Edad Media: las motas castrales. Estas eran un tipo especial de castillo que constaba de dos elementos diferenciados muy claros: el castro y la mota. Pese a que el castro y la mota eran dos partes de un mismo castillo, estas tenían características funcionales muy distintas y que se asemejan mucho a los tipos de argumentos usados modernamente cuando se da la falacia que comparte su mismo nombre.
El castro era el lugar en donde se desempeñaban las tareas cotidianas. Ahí se encontraban tierras fértiles que cultivar, talleres para fabricar manufacturas y cabañas en las que vivir, es decir, el castro era una zona productiva y habitable. Esta parte del castillo se encontraba rodeada por alguna barrera o zanja pero que eran fácilmente atravesables, con lo cual los castros no eran lugares muy seguros en caso de invasión.
La mota era la parte más fácil de defender del castillo, pero a su vez la menos habitable. Consistía en una alta torre hecha de piedra, sin apenas ventanas, fría, oscura y húmeda en la que nadie escogería vivir por elección propia. Su finalidad era la de que, cuando el castro fuera atacado, los habitantes del castillo se refugiaran en la mota mientras esperaban a que el ataque cesara. Así pues, las motas castrales combinaban lo mejor de ambas estructuras, siendo entornos habitables y que ofrecían protección.
¿Y qué tienen que ver estos castillos con los debates?
Como decíamos, las motas castrales funcionaban de tal forma que, en un día pacífico, sus habitantes explotaran el castro, es decir, aprovecharan sus tierras, talleres y cabañas. En caso de darse un ataque invasor estos habitantes se refugiaban en la torre, estando incómodos pero bien protegidos hasta que el peligro desapareciera. Pues bien, Shackel descubrió que muchas personas usaban una estrategia muy similar a la que usaban nuestros antepasados medievales cuando argumentaban sus opiniones.
Muchas personas defienden teorías que contienen dos tipos de afirmaciones. Por un lado, sueltan asertos que son muy difícilmente defendibles ante los demás pero que da la casualidad de que son el principal reclamo de su teoría. Esta parte de su teoría sería el equivalente al castro de la mota castral medieval, el punto cómodo, agradable de creer, pero también débil y desprotegido de la razón y el sentido común. Llamémosla “idea-castro”. Un ejemplo sería el principal argumento del posmodernismo: “toda la realidad es una construcción social”
El problema de la idea-castro es que es fácilmente objetable, es decir, se puede echar por tierra muy fácilmente, usando incluso los propios argumentos usados por quien la promulga. Tomando la idea de que “toda la realidad es una construcción social”, si esto fuera así, entonces, ¿no bastaría que nos pusiéramos todos de acuerdo para acabar con las desgracias? el hambre, el VIH, las guerras y que se nos rebose el café de la taza son todos ellos hechos reales ¿a qué esperamos para cambiar nuestra realidad?
Esta objeción aquí expuesta pone a la persona que sostiene su idea-castro en aprietos. La idea de que la realidad es algo socialmente construido no es de sentido común. La mayoría de las cuestiones importantes de nuestro mundo no se pueden cambiar simplemente cambiando nuestra forma de verlas. Esta sería la lógica que desmontaría el principal punto del posmodernismo.
¿Qué es lo que sucede a continuación? Pues bien, siguiendo con el símil de la mota castral, al ser atacada su idea-castro la persona se tiene que refugiar y va a parar a un lugar más seguro pero incómodo. Es aquí donde recurre a la idea-mota, una idea que se acerca más al sentido común y a la lógica, es más racional y moderada. En el caso del posmodernismo, el defensor en cuestión diría que lo que quería decir es que, en realidad, la sociedad influye en la forma en cómo vemos la realidad y que era esta la idea que quería defender en un principio. Si hemos entendido otra cosa, es porque no lo hemos sabido entender.
De hecho, de tan razonables que son las ideas-mota que pueden incluso resultar ser obvias. Pero esto no es lo importante, sino su función de refugiar a quienes dicen una cosa y, cuando son “pillados” decir otra idea distinta aunque relacionada para protegerse cuando sus ideas-castro han sido asaltadas con algún argumento racional y lógico. Es en este punto cuando, siguiendo con el ejemplo del postmoderno, dirá que hay que ver cómo nos ponemos, que él al fin y al cabo solamente estaba defendiendo la postura más evidente, es decir, la idea-mota que la final ha sacado a la luz.
Tras comentar esta aclaración y aclarado el “malentendido”, lo más probable es que acabemos coincidiendo con esa persona, llegando a la conclusión de que hay ciertos aspectos de nuestra forma de percibir el mundo exterior que sí dependen de cómo se nos haya criado y el tipo de sociedad en la que hayamos crecido. Aún así, esa persona debería aceptar que una afirmación tan tajante como la de que la realidad es un constructo social es falaz, cosa que probablemente no pase puesto que, cuando encuentre a alguien que no ponga en duda esta afirmación, se la intentará meter en la cabeza con calzador.
Originalmente, Shackel expuso su doctrina de la mota castral para criticar los procesos de duplicidad en la argumentación que encontró en numerosos trabajos académicos de grandes filósofos modernos, entre ellos Michel Foucault, David Bloor, Richard Rorty y Jean-François Lyotard. Además, usó como ejemplo de esta falacia muchos de las ideas que se encontraban en los discursos de corrientes postmodernistas.
Estructura de las discusiones con esta falacia
A modo de esquema vamos a ver cómo es la estructura habitual de los debates en los que se produce la falacia de la mota castral, entendiendo como “interpretación controversial de un punto de vista X” a una idea-castro y como “interpretación de sentido común de un punto de vista X” a una idea-mota:
- Persona 1 afirma (interpretación controversial de un punto de vista X)
- Persona 2 critica (interpretación controversial de un punto de vista X)
- Persona 1 afirma que estaba, en realidad, defendiendo (interpretación de sentido común de un punto de vista X)
- Persona 2 no sigue criticando a la persona 1. La persona 2 abandona la discusión.
- Persona 1 clama victoria y, discretamente, vuelve a afirmar (interpretación controversial de un punto de vista X).
Una variación de este fenómeno es el que tenemos a continuación, especialmente común en debates tipo hilo o “thread” de redes sociales como Reddit o Twitter.
- Persona 1 afirma algo con el grado de ambigüedad suficiente que se puede interpretar tanto como (interpretación controversial de un punto de vista X) o (interpretación de sentido común de un punto de vista X).
- Persona 2 critica (interpretación controversial de un punto de vista X)
- Persona 1 afirma que en realidad estaba defendiendo (interpretación de sentido común de un punto de vista X)
- Persona 2 abandona la discusión o se queja de que la persona 1 fuera ambigua.
- Persona 1 clama victoria y discretamente revierte la discusión apoyando (interpretación controversial de un punto de vista X)
Ejemplos de esta falacia
Encontrar ejemplos de la falacia de la mota castral es algo muy sencillo. Simplemente necesitamos abrirnos una cuenta en una red social, por ejemplo Twitter, y ver cómo su comunidad debate todo tipo de ideas, algunas veces muy absurdas y de forma tóxica. Podríamos dar una lista infinita de ejemplos de tantos que hay, por esto hemos seleccionado unos cuantos que son bien representativos del fenómeno.
1. La existencia de Dios
Un grupo religioso afirma que Dios es un ente creador sobrenatural que crea universos de la nada, personas a partir de costillas o barro, es capaz de partir los mares por la mitad y cura enfermos (castro).
Se suman los ateos al debate, diciendo que Dios no puede existir puesto que no tiene sentido que exista un ente con esos poderes.
Los religiosos objetan diciendo que, en realidad, la palabra “Dios” no es más que otro nombre para referirse a la belleza y el orden en la naturaleza. Estos religiosos le preguntan a los ateos si acaso están negando que en el Universo hay belleza y orden (mota).
Los ateos coinciden en que el universo es bello y aceptan el uso de la palabra Dios para referirse a tal belleza, entendiéndolo como una simple metáfora del orden y la belleza.
Los religiosos vuelven a defender la idea de que Dios es un ente sobrenatural y todopoderoso, capaz de hacer todo lo que han dicho que hace.
2. No aceptar a Jesús te lleva al infierno
Unos religiosos afirman que si no aceptas a Jesús arderás en el Infierno para siempre (castro).
Unos escépticos contestan a esta afirmación diciendo que esto no tiene sentido, puesto que si la religión defiende que Jesús es paz y amor no es lógico que el hecho de no seguirle implique castigo.
Los religiosos se defienden diciendo que, en realidad, “arder en el Infierno” no es más que una metáfora para decir que una persona que no acepta a Jesús va perdida, sin saber qué hacer en su vida (mota).
Los escépticos comprenden la metáfora, diciendo que en ese caso van a seguir no aceptando a Jesús puesto que parece que él está conforme con la decisión que se tome, sea cual sea.
Los religiosos vuelven a defender que no aceptar a Jesús implica que vayamos al Infierno de cabeza, donde nuestras carnes se llenarán de gusanos que nos carcomerán las entrañas (castro).
Los escépticos vuelven a criticar el punto de vista de los religiosos, usando como argumento el mismo que antes, es decir, que no tiene sentido que no aceptar a Dios ni Jesús implique un castigo tan duro.
Los religiosos se vuelven a defender diciendo que esos gusanos que nos carcomerán las entrañas no es más que otra forma metafórica de decir que vivir sin Dios implica sufrimiento emocional (mota).
3. Presunción de inocencia
Algunos movimeintos feministas extremistas defienden que para ser una feminista real es necesario estar de acuerdo con ciertas ideas controvertidas, entre ellas la negación de presunción de inocencia de un hombre al que se le acusa de haber cometido violencia contra las mujeres, tanto física como sexual (castro).
Se suma al debate alguien que sostiene que negar la presunción de inocencia es una violación de los derechos humanos y que no es para nda justo. De hecho, esa suposición implicaría defender la desigualdad de género, solo que esta vez invirtiendo la balanza.
Las feministas extremas dicen que, en realidad, lo que querían decir es que defienden que las mujeres y los hombres son iguales y que con esa afirmación lo que se ha querido decir es que se debe tener en especial consideración la protección de la víctima de violencia de género (mota).
La persona que ha comentado que la negación de presunción de inocencia es injusta se da por satisfecha al escuchar la nueva idea que le han expuesto las feministas extremas. Las feministas extremas vuelven a decir que se debe negar la presunción de inocencia de cualquier hombre que esté investigado por violencia contra las mujeres, hayan o no pruebas.
4. Pseudoterapias
Muchos promotores de pseudociencias, como el reiki, la homeopatía, las flores de Bach u otras terapias alternativas afirman que sus tratamientos ayudan a curar el cáncer, eliminan dolores crónicos o mejoran problemas como la diabetes o el colesterol (castro).
Antes sus afirmaciones alguien les responde de que tiene evidencia científica de que aquello que están afirmando no es cierto, que no ayudan en absoluto a mejorar el estado de salud de aquellos que se someten a estos tratamientos.
Los promotores de estas pseudoterapias dicen que en realidad su intención es dar esperanza a aquellas personas que más la necesitan y que el placebo puede ayudarles a quitarse un poco de estrés y sentirse más cuidados. Además, hay enfermedades que no se pueden curar ni con medicina científica ni con alternativa, pero la alternativa al menos no aplica tratamientos invasivos ni tampoco induce a molestos efectos secundarios (mota).
La persona que los ha criticado se siente satisfecha con la explicación, considerando que aunque sabe que los promotores de estos tratamientos saben que sus terapias no curan, al menos lo hacen para calmar a quienes más lo necesitan, actuando aparentemente de buena fe. Así pues, esta persona deja de criticarlos.
Los promotores de pseudociencias vuelven a las andadas, afirmando que sí, que sus tratamientos curan y que los pacientes de enfermedades médicas graves deben abandonar los tratamientos médicos convencionales para seguir los suyos propios, que son más “naturales”, benignos y no inducen a efectos secundarios indeseados.
Referencias bibliográficas:
- Shackel, Nicholas (2005). "The Vacuity of Postmodernist Methodology". Metaphilosophy. 36 (3).
- Boudry, Maarten; Braeckman, Johan (May 2010). "Immunizing strategies and epistemic defense mechanisms". Philosophia. 39 (1): 145–161 (150).