Uno de los impedimentos más grandes para estudiar la conducta de los animales es, paradójicamente, la propia mente humana. Es un hecho que tendemos a humanizar al resto de seres vivos: si vemos a un gato atropellado en la calle y a otro moviendo sus patas encima del cadáver, pensamos automáticamente que está intentando reanimarlo y siente pena. De todas formas, también existe la probabilidad de que esté acomodando un espacio caliente para echarse a descansar, con el fin de aprovechar el calor corporal de su compañero.
Lo mismo ocurre al observar casi a cualquier ser vivo interactuar con el entorno, pero la realidad es que el “sentimiento” está circunscrito a muy pocas especies animales. Los seres vivos experimentan emociones básicas a corto plazo (miedo y asco, por ejemplo), pues estas son conductas adaptativas que maximizan la supervivencia de la comunidad a largo plazo. De todas formas, nos cuesta creer que un lagarto sea capaz de querer a su descendencia o que un insecto sienta el dolor tal y como lo hace un humano.
La etología, rama de la biología que estudia el comportamiento animal, se encuentra con un gran muro cada vez que intenta explicar una conducta o jerarquía en el reino animal: ¿es el carácter exhibido producto de la selección natural y sirve un propósito concreto o se trata de un rasgo del individuo no adaptativo, sino personal? Con base en estas premisas tan interesantes, te contamos desde una perspectiva biológica lo sucedido en la guerra de los chimpancés de Gombe.
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¿Qué fue la guerra de los chimpancés de Gombe?
La guerra de los chimpancés de Gombe fue un conflicto entre dos comunidades de chimpancés (Pan troglodytes), que ocurrió en el Gombe Stream National Park de Tanzania, entre los años 1974 y 1978. Los grupos implicados en este conflicto permanecieron en su momento en la comunidad Kasakela, población de estudio de la famosísima primatóloga Jane Goodall. Debido a su seguimiento desde los años 60, esta se ha convertido en la población animal con más recorrido de estudio en toda la historia de la biología.
Todo comenzó con la escisión del grupo principal. Seis machos, tres hembras y su descendencia se separaron de la población establecida, recibiendo el bautizo de “comunidad Kahama”. El núcleo Kasakela quedó con un total de ocho machos, 12 hembras y su descendencia. Más tarde ahondaremos en los posibles motivos de esta división, pero por ahora nos basta con quedarnos con el nombre de ambos núcleos.
La primera sangre tuvo lugar el 7 de enero de 1974, cuando un grupo de seis machos del núcleo Kasakela emboscaron y asesinaron a uno de los machos Kahama mientras se estaba alimentado.
Esta fue la primera ocasión en la que se ha registrado el asesinato de un chimpancé por parte de otro de sus familiares. Las trifulcas son comunes entre poblaciones de una misma especie en muchos taxones, pero el hecho de acabar con la vida de un individuo que comparte carga genética resulta completamente contraintuitivo.
Nos ahorraremos detalles, pues es suficiente con saber que cada uno de los machos de Kahama fue cayendo a lo largo de los años. Al final, la población Kasakela conquistó completamente el terreno de sus antiguos familiares asesinados, aunque la estabilidad no fue posible hasta bastante tiempo después. Otras poblaciones de chimpancés bordeaban con el terreno de Kahama, así que la partición de territorios fue irregular.
La guerra de los chimpancés y la selección de parentesco
Como hemos visto, el hecho de que dos poblaciones distintas se ataquen entre ellas no es nada nuevo, a pesar de que puedan pertenecer a la misma especie. La unidad biológica que se debe tener en mente siempre es la población, pues dos núcleos de ejemplares separados por un océano, por mucho que pertenezcan a la misma especie, nunca van a intercambiar genes ni se van a ver expuestos a las mismas imposiciones ambientales.
Lo más interesante de la guerra de chimpancés de Gombe es que lo sucedido desafía, hasta cierto punto, las ideas de la selección de parentesco. Según esta teoría (Kin selection) algunos seres vivos favorecen el éxito reproductivo de sus relativos más directos, aunque esto suponga una disminución de la aptitud biológica del individuo en el proceso.
La kin selection podría confundirse con altruismo, pues parece ser que un individuo ayuda a otro de forma desinteresada, pero no es así: cuanto más parecido sea el genoma entre ambos ejemplares (por ejemplo, hermanos), más probable es que se presente esta conducta “altruista”. Esta teoría se basa en el concepto de “fitness inclusivo”, o lo que es lo mismo, que no solo importan los hijos que produzca un ejemplar, sino aquellos concebidos por sus familiares.
La regla de Hámilton explica esta interacción. R hace referencia al parentesco entre el receptor de la ayuda y el donante, B representa el “beneficio” del donante al actuar como altruista y C hace referencia al coste biológico del donante. Si ayudar a un pariente presenta más beneficios que costes, es posible que se fomente la socialidad y la vida en comunidad.
La guerra ya descrita desafía esta idea, pues podemos asumir que los chimpancés en conflicto eran consanguíneos. Al matar a un macho de la misma población (al menos lo era hace unos meses), los asesinos se están “pegando un tiro en el pie”, pues parte de su fitness inclusivo (genes en forma de familiares) está siendo destruido sin un motivo aparente.
Entonces, ¿por qué sucedió este enfrentamiento entre animales?
En este punto, es necesario explicar el concepto de “fisión poblacional”. Está más que documentado que, en muchas especies de mamíferos (incluido el humano), se producen escisiones poblacionales cuando vivir en grupo deja de ser beneficioso. Esto sucede cuando se cumplen los siguientes parámetros:
- El coste de la competición entre individuos supera el beneficio de vivir en sociedad. En muchos casos, los machos o hembras de una misma población se atacan y agreden entre ellos, con el fin de establecer jerarquías. Si esto solo reporta efectos negativos, puede que la población se rompa.
- El coste de mantener las relaciones supera el beneficio de vivir en sociedad. De nuevo, una población en la que el conflicto es continuo puede no ser evolutivamente viable.
- El coste de mantener la cohesión espacial supera el beneficio de vivir en sociedad. Por ejemplo, un terreno demasiado pequeño o demasiado grande puede hacer muy difícil la manutención de la unión familiar.
Cuando alguno de estos parámetros se cumple (o todos a la vez), se postula que una población puede estar en riesgo de partirse, independientemente de lo férrea que fuera en el pasado. Por ejemplo, imagina que en un terreno en el que hay una población de 200 chimpancés hay un incendio y se pierden la mitad de áreas de forrajeo. Si no hay comida para todos los integrantes, existen dos opciones: matar a los más débiles o permitir que estos se vayan.
A día de hoy, existen múltiples estudios posteriores que han tratado de explicar el por qué de la fisión poblacional de los chimpancés de Gombe. Algunos profesionales argumentan que la población Kasakela podría haberse compuesto en su concepción por dos grupos diferentes y, por ende, la relación genética entre ejemplares no era tan grande como se creía. Según esta postulación, el desenlace fatal era solo cuestión de tiempo, pues mantener una jerarquía entre individuos no relacionados es cuanto menos complejo.
De todas formas, otras fuentes argumentan que no hay evidencias para creer en esta teoría comunitaria dual. Según ellas, todos los implicados eran miembros de la misma población, pero los primeros gestos de fisión comenzaron a evidenciarse en 1971, tres años antes del primer conflicto sangriento.
Se cree que el desencadenante de este evento podría haber sido la falta de dominancia establecida entre machos de la misma población o, en su defecto, el aumento de machos en la población con respecto al total de hembras. Si el ratio sexual operacional se ve muy trastocado, la población se ve en peligro: ante el exceso de machos, alguno tiene que irse o ser expulsado.
Resumen
Lo que este recorrido nos demuestra es que la guerra de los chimpancés de Gombe es un evento extremadamente interesante, pero menos “poético” de lo que su nombre podría sugerir. En el proceso de humanizar al resto de seres vivos, nos olvidamos de que ellos tienen una inquietud que va mucho más allá del odio, el rencor o el ansia de poder: la supervivencia.
En la naturaleza, todo es cuestión de genes y adaptaciones: si algo pone en peligro a la población, se desecha, cueste lo que cueste. Por ello, la explicación más plausible de este conflicto es la falta de hembras en la población Kasakela, que empezó a hacerse vigente en 1972. Si el sex-ratio se desajusta, alguno de los excedentes debe abandonar el núcleo, pues sus probabilidades de tener descendencia se minimizan de forma drástica.