¿Existen los miedos innatos?

¿Es posible temerle a algo por causas biológicas y no por experiencias previas?

Miedos innatos
Temores con causas genéticas.Unsplash.

Todos tenemos miedo a algo. El miedo es una de las emociones primarias más básicas y poderosas que existen, a la vez que una de las más adaptativas. Y es que el miedo nos permite evitar estímulos que nos pueden generar algún tipo de daño o perjuicio, activando nuestros sistemas para dar una respuesta rápida de huída o ataque.

La mayor parte de nuestros miedos son aprendidos a partir de la experiencia pero…¿lo son todos? Lo cierto es que no. Así pues, ¿existen los miedos innatos? En este artículo vamos a hablar al respecto.

Miedo adquirido y miedo innato: definición básica

Existe un gran número de clasificaciones de los distintos miedos existentes, siendo una de ellas las que los divide en dos grandes grupos: innatos y adquiridos.

Los miedos adquiridos son aquellos que se han aprendido a lo largo de la vida, debiéndose su aparición a la experiencia de situaciones que han generado que un estímulo se vuelva aversivo o atemorizante.

En lo que respecta al tipo de miedo que nos ocupa en este artículo, el miedo innato, se definiría como la sensación de temor que no nace de la experiencia sino que procede de la herencia genética de nuestros antepasados, siendo dicho miedo algo inconsciente y común en la gran mayoría de seres humanos.

Además de esta diferencia, se ha observado otra que puede tener implicaciones útiles a nivel de tratamiento: los miedos innatos y los miedos condicionados son en parte procesados por distintos mecanismos neuronales. Estas diferencias incluso pueden observarse entre diferentes tipos de elemento al que temer (por ejemplo, depredadores).

Un mecanismo evolutivo

El motivo de la aparición de miedos innatos es el simple hecho de que se vinculan a la supervivencia de la especie, siendo también producto de la selección natural: aquellos que en un momento concreto tenían predisposición a tener miedo de ciertos estímulos y los evitaban sobrevivían más fácilmente y conseguían transmitir sus genes.

Asimismo, a menudo se identifican los miedos innatos con los evolutivos en otro sentido: los que surgen a lo largo del desarrollo evolutivo de cada sujeto, apareciendo y en ocasiones desapareciendo según vamos madurando. En este sentido, es cierto que gran parte de los miedos que tenemos en la infancia son innatos (si bien se ven afectados por el aprendizaje), pero sin embargo hay que tener en cuenta que la mayoría de miedos que tenemos a lo largo de la vida son en gran medida provocados por el aprendizaje o la socialización.

Por ejemplo, el miedo a la muerte es algo que aparece en el ser humano pero que en el fondo es producto de un aprendizaje cultural. Lo mismo puede decirse del miedo al fracaso, o el miedo a seres fantásticos. Con ello pretendemos decir que aunque a menudo sean semejantes, los miedos evolutivos no siempre son innatos.

Un miedo innato, pero no inmodificable

El hecho de que existan miedos innatos no quiere decir que estos no puedan variar. El aprendizaje es una poderosa herramienta que puede hacer que la intensidad del temor sentido se reduzca ostensiblemente, y también otras alteraciones pueden generar una pérdida del miedo.

Es lo que ocurre con algunos ratones, que pierden el miedo innato a los gatos cuando son infectados por el parásito toxoplasma gondii y cuya pérdida de miedo permanece incluso cuando la infección ha sido eliminada. Además de ello, alteraciones y lesiones cerebrales pueden alterar la capacidad de sentir miedo, especialmente si afectan al sistema límbico.

Varios ejemplos

La existencia de miedos innatos es visible en diferentes casos que se repiten en todo el mundo a lo largo de nuestro desarrollo y sin que haya tenido q pasar ningún tipo de perjuicio. En este sentido podemos ver numerosos ejemplos, de los cuales a continuación seleccionamos varios. La mayoría de ellos aparecen a lo largo del desarrollo, si bien algunos de los que aparecen en este periodo se derivan o bien de la vivencia directa de experiencias aversivas o bien del aprendizaje vicario o cultural.

1. Ruidos fuertes

Desde el momento en que nacemos, podemos ver cómo la mayoría de bebés rompe a llorar cuando oyen un ruido fuerte. Este miedo se debe en gran medida a la sorpresa o a la detección de un posible peligro, e incluso en la adultez provoca sobresaltos. Normalmente aparece en el nacimiento o en un período comprendido entre los dos primeros años de vida. Es visible en la existencia de reflejos innatos de protección ante estos sonidos, así como en el hecho de que enseguida nos orientamos hacia su fuente.

2. Oscuridad

El miedo a la oscuridad es uno de los miedos innatos más conocidos, a la vez que uno de los que más fácilmente puede analizarse su sentido evolutivo. El ser humano como especie es esencialmente diurna, no poseyendo grandes adaptaciones que nos permitan ver posibles peligros acechando. Curiosamente, aunque innato este miedo se detecta entre los dos y seis años de edad.

3. Alturas y caídas

El miedo a caer es otro de los miedos innatos más conocidos, apareciendo entre los seis meses y alrededor del primer año de vida. Ello se debe a que empezamos a detectar la profundidad. Si bien puede haber experiencias de caídas involucradas en este miedo, lo cierto es que el propio organismo tiene reflejos que pretenden evitarlos, siendo el ejemplo más visible el llamado reflejo de Moro.

4. Extraños

Otro miedo que podríamos considerar innato es el miedo a los extraños, que suele aparecer también alrededor del tercer trimestre de vida. Este temor no es elicitado por la presencia de una experiencia aversiva que genere su aparición, si bien la educación puede influir en él. Muchos bebés, por ejemplo, empiezan a llorar o dejan de sonreír a ver a alguien desconocido.

5. Separación y soledad

Nadie nos enseña a tener miedo a estar solos, ni ello tiene un efecto perjudicial para el organismo que nos pueda hacer temerlo. Sin embargo, muchos niños tienen miedo a separarse de sus padres. Un miedo que suele aparecer entre los dos y seis años de edad.

6. Miedo a las tormentas

Este miedo es generalmente bastante frecuente en la infancia y aún a muchos adultos les sigue dando cierto miedo. En este caso probablemente estamos ante un miedo derivado del conjunto de luz y sonido de rayos y truenos. También es algo heredado, dado que a lo largo de nuestra evolución hemos necesitado refugiarnos de las tormentas dada su peligrosidad.

7. Miedo a determinados animales

El miedo a seres como arañas y serpientes tiene un significado evolutivo que hace que muchas personas los eviten. También se observa que en muchos niños aparece cierto miedo a pequeños animales durante la infancia. Asimismo, se ha observado que expuestos a la imagen de un posible depredador, muchas especies animales reaccionan con miedo y tienden a evitarlo aún sin haber padecido experiencias previas con dicho animal.

Sin embargo, en el ser humano existe debate sobre si este miedo no puede ser realmente un miedo condicionado: se ha observado por otro lado que, si colocamos a un bebé cerca de animales considerados peligrosos tales como serpientes, probablemente despierte más curiosidad que temor. En este sentido el miedo podría deberse en cierto grado al aprendizaje cultural.

8. Olores

Aunque no tanto en el ser humano como en otras especies animales, algunos olores pueden también generar un elevado nivel de miedo. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso de los ratones cuando huelen la orina de un gato o con otros seres cuando perciben los olores de sus depredadores naturales.

Referencias bibliográficas:

  • Silva, B.A., Gross, C.T. & Gräff, J. (2016). The neural circuits of innate fear: detection, integration, action and memorization. Learning & Memory, 23 (10): 544-555.

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Oscar Castillero Mimenza. (2018, agosto 2). ¿Existen los miedos innatos?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/miedos-innatos

Psicólogo en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Clínica

Barcelona

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Máster en Psicopedagogía con especialización en Orientación en Educación Secundaria. Cursando el Máster en Psicología General Sanitaria por la UB.

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