Los mitos y leyendas de un pueblo explican en gran medida cómo sus primeros habitantes han interpretado e intentado dar una explicación simbólica a los fenómenos y momentos que les han tocado vivir y de los que en su momento se desconocía por qué ocurrían.
Ya solo dentro de la Península Ibérica podemos encontrar una gran variedad de tradiciones, mitos y otros intentos de explicar el mundo procedentes de culturas como la romana, la visigoda, la árabe o la cristiana e incluso anteriores como la íbera, la celta o la vascona. Y uno de los territorios que cuenta con una mayor variedad de mitos y leyendas es el País Vasco. Es por ello que a lo largo de este artículo vamos a repasar una pequeña muestra de leyendas vascas, siendo todas ellas de gran interés cultural.
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10 mitos y leyendas vascas
A continuación veremos una decena de mitos y leyendas vascas, en las cuales podemos encontrar elementos relevantes del folclore tradicional de dichas tierras.
Generalmente hacen referencia a elementos naturales centrados en el monte, el bosque y las criaturas que en ellos habitan, junto con personajes y seres mitológicos surgidos en la antigüedad, propios de la cultura vascona (los habitantes de los territorios que conforman el País Vasco en tiempos previos a los romanos) aunque también con influencias celtas y adaptaciones propias del cambio de creencias religiosas (como por ejemplo, la llegada y adopción del cristianismo como religión mayoritaria).
1. La diosa Mari, en Txindoki
Las creencias religiosas de los vascones y de la población vasca hasta la llegada del cristianismo incluían la creencia en diversas deidades, siendo una de las más importantes la diosa Mari. Esta deidad era un ente femenino el cual tenía poder sobre las tormentas y sobre la naturaleza (hasta el punto de que en ocasiones se confundía con la diosa madre de la Tierra, Amalur) y que solía ser cruel ante la mentira o el orgullo. S decía que tenía su principal hogar en las cuevas del monte Amboto, si bien disponía y se iba moviendo entre los distintos montes.
Dice la leyenda que tras varios años sin pasar por el monte Txindoki, la deidad Mari volvió a visitar su hogar en dicha elevación. La llegada de la deidad no fue algo desconocido: un caballo volador en llamas la transportaba, y su llegada venía acompañada de lluvias hasta que la deidad llegaba a sus aposentos.
Un día una pastora llevó el rebaño de su amo a la falta del monte, para al llegar la tarde reunirlas y volver a casa. Pero al contarlas se dió cuenta de que le faltaba una, temiendo que hubiese subido hasta la cima. Pese al miedo de que la deidad la castigara, la pastora inició el ascenso en búsqueda del animal, al cual encontró a la entrada de una cueva cerca de la cima.
Pero la joven encontró también en ella a la deidad. La diosa se encontraba hilando, y procedió a pedirle a la pastora su colaboración en su tarea. A cambio, le prometió que la recompensaría y que un día tendría su propio rebaño. La pastora aceptó, y pasó los siguientes siete años aprendiendo no solo a hilar sino también cosas como el lenguaje de los animales, así como ayudando a la diosa. Tras dicho tiempo, la deidad le dió un enorme trozo de carbón antes de desaparecer. Al salir de dicha cueva la pastora se dió cuenta de que el carbón había pasado a ser oro, con el cual pudo comprarse su propia casa y rebaño.
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2. La leyenda del Basajaun y el trigo
Existe en la mitología vasca un ser de gran tamaño, peludo y de gran fuerza, con un pie humanoide y otro en forma de pezuña, y que a menudo es llamado el yeti vasco: el Basajaun. Este ser, de gran fuerza e ingenio, es considerado el protector de la naturaleza y el ganado, y protagoniza numerosas leyendas (a veces considerando una única criatura y en otros haciendo referencia a dos o más miembros de una misma especie de genio). Una de ellas, en la cual se habla del origen de la agricultura, es la siguiente.
En un tiempo anterior a que la humanidad conociera la agricultura o la ganadería y en la que empezaban a establecerse las primeras poblaciones por la región, uno de los primeros asentamientos humanos vascos se formó en el monte Gorbea. En lo alto de dicha montaña vivián también los Basajaun, los cuales dominaban agricultura y ganadería y vivían cómodamente. A pesar de que los humanos pasaban gran hambruna, los Basajaun se negaban a compartir sus conocimientos con los humanos.
Pero un día el joven Otxando decidió hacer algo para cambiarlo. Otxando se acercó al territorio de los Basajaun, los cuales estaban cosechando trigo en sus campos y juntándolos en gavillas. Allí, los desafió a saltar por encima de las gavillas, manifestando poder saltar más que los enormes seres. Estos, sorprendidos, aceptaron el reto. Mientras que los grandes y poderosos Basajaun saltaban sin dificultad, Otxando no dejaba de caer sobre ellas, perdiendo y recibiendo burlas por parte de dichos seres.
El joven volvió a la aldea. Sin embargo, al quitarse los zapatos y sacudirlos, diversas semillas que se habían quedado enganchadas cayeron al suelo. Estas semillas serían plantadas, y gracias a ellas nacerían los primeros campos de trigo sembrados por seres humanos, siendo origen de alimentos como el pan.
Otra versión nos cuenta cómo fue Martiniko quien realizó el mismo desafío a Basajaun en una cueva con el fin de obtener el grano, con idéntico resultado. Posteriormente, este acudiría a la misma cueva con el fin de entender cómo sembrarlo, algo que descubriría al escuchar a estas criaturas cantar una canción en la cual inadvertidamente lo explicaban.
3. El toro rojo: Zezengorri
Otra criatura mitológica de las leyendas vascas es Zezengorri, el toro rojo. Este ser, un espíritu que guarda la entrada de su cueva, se caracteriza por expulsar fuego por la boca y la nariz y puede llegar a atacar a aquellos que perturban las cuevas, en las cuales guardan los tesoros de la diosa Mari. Una leyenda menciona a este ser en relación a la cueva Atxulaur, en el monte Itzine.
Cuenta la leyenda que hubo una vez un ladrón que habitaba la cueva de Atxulaur, llegando a lo largo de los años a acumular un gran tesoro. Sin embargo, el ladrón se desplazaría hacia nuevas tierras (concretamente tierras francesas) para continuar robando, un viaje en el que terminaría por ser apresado y finalmente asesinado.
Tras la muerte del ladrón, hubo quienes quisieron entrar a la cueva en búsqueda del tesoro. Sin embargo, el espíritu del ladrón se aparecía en cada ocasión en forma de toro rojo e ígneo, ahuyentándolos. Estas personas acabaron por descubrir que los restos del ladrón estaban aún lejos de su hogar.
Fueron a recuperar sus huesos y los trajeron de vuelta al lugar donde el hombre había vivido: los lanzaron a la entrada de la cueva, hundiéndose estos al instante. Hecho esto, el animal dejó de atemorizarles y les permitió el acceso, pudiendo ya el ladrón descansar en paz y quienes buscaban su tesoro recuperarlo.
4. La leyenda de Mariurrika
Una leyenda que nos narra la importancia de la familia y de protegerla por encima de consideraciones materiales, nos ofrece una crítica a la codicia y a la vez se vincula a la geografía del País Vasco es la de la leyenda de Mariurrika, la cual reza lo siguiente.
Existió en una ocasión un rey de Navarra el cual se comprometió a dar a su hija Doña Urraca en matrimonio con el hombre que consiguiera derrotar a uno de sus súbditos. A este desafío respondería Pedro Ruiz, señor de la casa de Muntsaratz de Abadiano, el cual logró salir victorioso y conseguir la mano de la princesa. Con el paso del tiempo el matrimonio tuvo dos hijos, Ibon y Mariurrika.
Mariurrika era la más pequeña, a la par que odiaba a su hermano más mayor, el cual era el primogénito y futuro heredero. Sin embargo, y con el fin de hacerse con la herencia, la muchacha planificó junto a una criada acabar con la vida de su hermano: decidieron hacer una excursión junto con él al monte Amboto. Allí lo emborracharon, para una vez en estado de embriaguez y dormido empujarle con el fin de que se despeñara, cayendo y muriendo en el acto. Muerto Ibon, Mariurrika volvió al hogar fingiendo que la muerte de su hermano había sido un accidente.
Aunque se envió a un grupo para recuperar el cadáver, este nunca fue encontrado. Sin embargo, al llegar la noche Mariurrika empezó a tener fuertes remordimientos de conciencia y una vez dormida tuvo pesadillas en que su hermano muerto se le acercaba y señalaba, acusandola de su muerte. Al despertar, la joven se vio rodedada por un grupo de genios malignos conocidos como ximelgorris (espíritus maléficos), que habían acudido a buscarla. Mariurrika desapareció esa misma noche para no volver, existiendo rumores de que habita en el monte en que mató a su hermano o que fue arrojada a la sima de los espíritus perdidos.
5. La creación del Sol, la Luna y la eguzkilorea
El Sol y la Luna son astros muy importantes para el ser humano, siendo habitual que las diferentes culturas hayan realizado mitos y leyendas con respecto al momento de su creación. La mitología vasca no es la excepción. Curiosamente, la leyenda que habla de su creación también hace referencia a la creación de una flor típica y tradicional en la cultura vasca: la eguzkilorea. Se trata de una flor que ha sido utilizada tradicionalmente por el pueblo vasco como amuleto de protección contra el mal, siendo también conocida como la flor del sol. La leyenda que nos cuenta los orígenes de estos elementos es la siguiente.
Hace miles de años, cuando la humanidad solo empezaba a poblar la Tierra, el mundo estaba sumido en una constante oscuridad: ni el Sol ni la Luna existían. El ser humano estaba aterrorizado por las numerosas criaturas mitológicas con las que debía convivir y que no cesaban de atacarles desde la más completa oscuridad. Por ello rezaron desesperados a Amalur, la gran Madre Tierra, en búsqueda de ayuda y protección. La insistencia de los humanos hizo que al final Amalur decidiera ayudarles creando la Luna, como un ente luminoso que les permitiera ver.
Aunque al principio se aterrorizaron, terminaron por acostumbrarse. Sin embargo las brujas, genios y otras criaturas también se acostumbraron, volviendo a aterrorizar a la humanidad. Esta volvió a recurrir a Amalur, rezando por una protección más poderosa. El planeta reaccionó creando el Sol, y con él el día y los vegetales.
La humanidad se acostumbró a este astro, mientras que la mayoría de criaturas que les acosaban no. Pero estas aún salían de noche, algo que hizo que las personas pidieran ayuda por tercera vez. La Tierra decidió volver a responder, por última vez: creó la eguzkilorea o flor del sol, la cual puesta en las puertas durante la noche hace que las criaturas nocturnas piensen que están ante el Sol y no se acerquen temiendo su luminosidad.
6. El culebro de Baltzola
Una leyenda que nos cuenta una historia centrada en la cueva de Baltzola, en la que se observan elementos como la protección a la naturaleza así como las repercusiones y la retribución de los propios actos con el paso del tiempo.
Cuenta la leyenda que dos hermanos, Joxe y Santi, se acercaron un día a la cueva de Baltzola atraídos por la leyenda que decía que las lamias guardaban en ella un tesoro. Al llegar allí vieron a una serpiente de gran tamaño, dormida, en la entrada. Santi, el más joven y alocado, le lanzó una piedra con tal suerte que le cortó parte de la cola antes de que la sierpe lograra huir. Joxe, el mayor, recriminó dicho acto a su hermano y le obligó a dejar en paz al animal. Ambos decidieron volver a casa.
Muchos años después, Joxe tuvo que emigrar con el fin de hacer fortuna. Pese a que medró en dicho lugar, no dejaba de echar de menos su hogar. Pero un día llegó un hombre al que le faltaba una pierna y, cogiéndole de la mano, lo transportó de nuevo a Baltzola. Allí y antes de desaparecer el hombre le dijo que para que no tuviera que volver a marcharse, le hacía entrega de una caja con oro, mientras que le regaló un cinturón para su hermano. Joxe fue en busca de su hermano pequeño, contándole lo que había pasado.
Tras darse cuenta que el hombre sin pierna en ningún momento había utilizado nada para sostenerse, Santi decidió por casualidad atar el cinturón a un árbol, el cual de repente empezó a arder. Tras mirarse, ambos comprendieron que el hombre no era otro que la serpiente a quien Santi había mutilado años atrás y a quien Joxe había defendido.
7. La leyenda del perro negro
Los animales más cercanos al ser humano protagonizan también múltiples leyendas. En el caso del perro, a menudo se ha relacionado con leyendas en que se tornan guardianes del espíritu de los muertos o incluso en que son almas en pena. Una de las leyendas protagonizadas por un perro es la siguiente.
Dice la leyenda que había una vez un joven bizkaino a punto de casarse estaba en el proceso de repartir las invitaciones a la boda. Durante su camino pasó por delante del cementerio, en la cual vio una calavera caída en el suelo. El joven le propinó una patada, diciendo de forma burlesca que ella también estaba invitada. Al poco tiempo, sin embargo, se dió cuenta de que un gran perro negro le perseguía, mirándole de tal modo que se asustó. Tras volver a casa le contó a su madre lo que había ocurrido, la cual le recomendó que rápidamente fuera a hablar con el anciano brujo de la ciudad en busca de consejo.
Rápidamente el chico corrió a verle, y el anciano le contó que el perro era el guardián del cadáver al que pertenecía la calavera y que pretendía vengar la ofensa cometida. Sin embargo, le indicó que para subsanar el entuerto cogiera al perro y durante el banquete le sirviera siempre en primer lugar, antes que a los invitados. Llegó el día de la boda y el joven hizo lo que se le indicó, dándole al perro los mejores bocados siempre en primer lugar a pesar de las críticas de los invitados. Tras hacerlo, el perro le indicó que había hecho bien, pues con ese gesto su dueño (el muerto) había decidido perdonarle. Tras ello, el can desapareció.
8. La leyenda del Paseo de los Caños
Algunas leyendas vascas de gran antigüedad no solo hablan de elementos naturales, sino que también hacen referencia a la orografía de partes concretas de ciudades, como la que transcurre en el Paseo de los Caños de Bilbao.
Dice la leyenda que en dicho paseo pueden observarse unas extrañas huellas causadas por la carrera entre un ángel y el diablo por el alma de una joven local. La muchacha era una chica de dieciocho años que siempre había vivido en penurias y que solía rezar a Dios para reunirse con él.
Pese a que el diablo siempre la intentaba tentar, esta nunca cedió. A su muerte, le fue enviado un ángel para llevarla al cielo, pero también el diablo acudió: ambos corrieron detrás del alma la joven, dejando la carrera de ambos marcas en el suelo del paseo. Finalmente, fue el ángel quien alcanzó el alma de la muchacha, llevándola a los cielos.
9. La lamia enamorada y el pastor
Otras de las criaturas más populares de la cultura vasca precristiana son las lamias. Si bien en otras culturas estos seres son casi vampíricos y demoníacos, las propias de la cultura vasca se diferencian a que originalmente estas criaturas eran entes semejantes a ninfas o sirenas, a menudo con características antropomórficas tales como como pies de pato o colas de pez y de carácter benevolente, pese a que pueden enfurecerse si se les roba el peine y que no son capaces de pisar tierra consagrada. Existen muchas leyendas al respecto, siendo la que aquí presentamos una leyenda centrada en el amor.
Dice la leyenda que un pastor, tras llevar a su rebaño al monte, escuchó un melodioso canto que le hizo olvidarse de sus animales para buscar a quien cantaba. Encontró en medio de un río a una hermosa joven, peinándose con un peine de oro. El pastor le pidió de inmediato matrimonio, a lo que ella accedió.
El pastor volvió al pueblo y se lo contó a su madre, quien preocupada pidió consejo. Recibió como respuesta la recomendación de que el hijo mirara a los pies de la joven antes de terminar de decidir si casarse, con el propósito de valorar si era humana o lamia. El chico volvió al monte a ver a su amada, observando sin embargo que sus pies eran palmeados y propios de un pato: era una lamia. El joven pastor volvió tristemente a casa, donde enfermó y deliró durante un tiempo con su prometida. Finalmente, murió.
La joven lamia, tras enterarse, corrió a casa de su enamorado para amortajarle con una sábana de oro y despedirse. Intentó seguir el cortejo fúnebre, pero no pudo participar en la ceremonia al no poder entrar en suelo consagrado. La muchacha lloró con tanta fuerza que terminaría por generar un manantial en el lugar donde sus lágrimas cayeron.
10. El unicornio de Betelú
Los unicornios son criaturas que están presentes en una gran cantidad de mitologías y que se asocian a la virginidad y la pureza, pero dentro de la mitología y las leyendas vascas únicamente se conoce un ejemplo de leyenda en la que participen. La leyenda dicta lo siguiente.
El rey de Navarra Sancho el Magnánimo y su esposa doña Aldonza habían tenido dos hijas de gran belleza: Violante y Guiomar. Un día, llegó al castillo del rey un caballero que se enamoró de Guiomar, un amor que fue correspondido. Sin embargo, el caballero partió a la guerra y murió durante esta, algo que deprimió a la joven.
Tiempo después la reina murió, algo que dejó al rey Sancho tremendamente dolorido hasta el punto de que poco a poco empezó a enfermar de gravedad, estando cada vez más débil. Pese a que ningún médico consiguió ayudarle, un anciano indicó que la única manera para curarle era preparar una pócima que él conocía, pero que requería de un ingrediente especial: debía ser bebido a través del cuerno de un unicornio.
Afortunadamente, el anciano conocía dónde había uno: en los bosques de Betelú. Pero un unicornio es un ser de gran poder y difícil captura, que únicamente aceptaría acercarse a una doncella que no haya experimentado el amor ni las penurias de este. Las únicas que podrían conseguirlo serían pues Violante y Guiomar.
La primera se acercó decidida al bosque, pero al oir relinchar al mítico ser quedaría aterrorizada y huiría de vuelta al castillo. Guiomar entonces, dado el cada vez más peligroso estado de salud del rey, decidió ir ella a por la criatura pese a saber que su sufrimiento por el amor del caballero la ponía en peligro. Guiomar acudió con varios ballesteros al bosque, indicándoles que en caso de ataque disparan al unicornio. La mujer encontró al unicornio, pero al acercarse a este el animal la atacó y la atravesó con su cuerno, matándola en el acto antes de que los ballesteros pudieran hacer algo.
Estos llevaron el cadáver de Guiomar y el cuerno de vuelta al castillo. Pese a que el anciano pudo hacer el brebaje y consiguió que el rey se recuperara de su enfermedad, el monarca acabó falleciendo pocos después ante la muerte de su amada hija.