A veces, la historia parece meticulosamente calculada. Y es que George Seurat exhibió su Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, considerada la gran obra del neoimpresionismo, en la última de las exposiciones de los impresionistas. El impresionismo estaba tocado de muerte, y comenzaba una nueva era de expresión artística.
Corría el año 1886, y el cuadro de Seurat causó auténtica sensación. No por su temática; el público estaba más que acostumbrado, gracias a Monet y compañía, a los paisajes urbanos y campestres inundados de luz. Pero sus colosales dimensiones (207,6 x 308 cm) y, sobre todo, la novedosa técnica, establecieron un punto y aparte entre esta gran obra de Seurat y la producción impresionista anterior.
Se inauguraba un estilo nuevo, el neoimpresionismo. Pero ¿en qué consistía? ¿Cuáles eran sus características? ¿Por qué suponía una revolución de la técnica impresionista? En este artículo vamos a descubrirlo.
¿Qué es el neoimpresionismo?
El término “neoimpresionismo”, así como el de “postimpresionismo” es una referencia un tanto vaga a la producción artística que se desarrolló en Europa tras el auge del impresionismo. En la década de 1880, los impresionistas estaban viviendo una crisis que, en realidad, significó su canto de cisne. Tras la dispersión del grupo, aparecieron artistas nuevos que dieron una vuelta de tuerca a lo propuesto por el impresionismo una década antes.
Fue el crítico de arte Félix Féneon (1861-1944), muy cercano a los círculos impresionistas, quien acuñó el término. Todo ocurrió en 1886; precisamente, a propósito de la última exposición del movimiento, en la que hemos comentado que participó George Seurat (1859-1891) con su Tarde de domingo.
Féneon había escrito un volumen acerca de la pintura impresionista y conocía bastante bien la técnica y el proceso creativo del grupo. Por ello, cuando se encontró ante la tela de Seurat, quedó maravillado ante la innovación técnica que suponía respecto a sus predecesores.
¿Cuál era esta innovación que había situado a Seurat en la vanguardia de la vida cultural parisina? En realidad, su Tarde de domingo no había sido la primera obra de carácter netamente “neoimpresionista” que el artista había mostrado al público. Su lienzo Bañistas en Asnières, que muestra otra perspectiva de la isla de la Grande Jatte, había sido presentado al Salón oficial en 1884 y fue inmediatamente rechazado. La obra se exhibió en el famoso Salón de los Independientes, donde exponían los artistas no aceptados por el arte “oficial”. Allí fue donde la descubrió Paul Signac (1863-1935), el más ferviente seguidor de Seurat y su fiel amigo.
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Una vuelta de tuerca al impresionismo
Tanto en Bañistas en Asnières como en Tarde de domingo se aprecia claramente qué era aquello que Féneon había advertido y lo había decidido a nombrar a ese nuevo estilo “neoimpresionismo”. Esta innovación era la técnica que Seurat había empleado. Porque, mientras que los impresionistas realizaban pinceladas rápidas y sueltas y, sobre todo, mezclaban los colores en el lienzo, las tonalidades de los cuadros de Seurat permanecían “intactas” sobre la tela.
Ya a principios del siglo XIX, el químico Michel Eugène Chevreul (1786-1889) había lanzado su “ley del contraste simultáneo de colores”, en la que sostenía, entre otras cosas, que dos colores parecían mucho más distintos si se yuxtaponían. Lo que estaba diciendo Chevreul era que el ojo humano tenía la capacidad de “interpretar” los colores.
Partiendo de esta teoría, y basándose también en las investigaciones sobre el color de Ogden N. Rood (1831-1902), Seurat desarrolló una técnica pictórica basada en puntos cromáticos puros aplicados uniformemente sobre el lienzo. Los colores estaban simplemente yuxtapuestos sobre la tela; a la debida distancia, la retina del espectador los mezclaba mediante una ilusión óptica. Este factor convierte a Seurat y a sus seguidores en artistas mucho más “analíticos” que sus predecesores. Los lienzos neoimpresionistas carecen de la espontaneidad de la que gozan las creaciones impresionistas, puesto que llevan su positivismo al extremo. En el neoimpresionismo todo está cuidadosamente estudiado, y se aprovechan las teorías ópticas y científicas que tanta resonancia adquieren en la época.
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George Seurat, el gran nombre del neoimpresionismo
En Seurat, esta minuciosidad llega al extremo. El pintor era enormemente meticuloso a la hora de componer sus cuadros, como lo demuestran los 28 dibujos y los 28 bocetos al óleo que realizó para su Tarde de domingo, sin contar los tres lienzos que ejecutó previamente para encuadrar la escena. Durante los largos meses que dedicó a su obra maestra, Seurat cambió varias veces la composición y los personajes. Paul Signac, su seguidor y gran amigo, comentó que, cuando visitó al pintor en su estudio, el lienzo le pareció demasiado grande para la pequeñez del sitio de trabajo. Algunos estudiosos apuntan a esto como el motivo por el cual las figuras de Tarde de domingo aparezcan un tanto desproporcionadas.
El motivo de la obra inaugural del neoimpresionismo era corriente; unas personas (la mayoría elegantes y distinguidas) disfrutan de una tarde de domingo en la Grande Jatte, una pequeña isla del Sena. La técnica de los puntos uniformes (que se llamó posteriormente divisionismo o puntillismo) garantiza que, a una distancia adecuada, se aprecie una combinación armónica de colores. Sin embargo, si nos acercamos, podremos comprobar que, efectivamente, Seurat aplica puntos yuxtapuestos de color puro, sin mezcla.
El imperio del neoimpresionismo duró hasta la prematura muerte de Seurat, que falleció de meningitis a los 31 años. Su amigo Signac fue el encargado de desarrollar sus teorías y de difundir el estilo. Especialmente importante para la trayectoria del puntillismo fue su obra De Eugène Delacroix al neoimpresionismo, publicada en 1899 y que sentó las bases técnicas del movimiento.
Influencia del neoimpresionismo en los artistas del cambio de siglo
Las obras de Signac siguen fielmente los preceptos de su amigo, si bien en algunas de ellas observamos ya una especie de pre-fauvismo. No podemos olvidar la enorme influencia que tuvo la obra de Seurat en los artistas fauves, que recogieron la idea del “color puro” y empezaron a aplicar los colores directamente sobre la tela sin ninguna mezcla previa. Así, los fauvistas Henri Matisse (1869-1954) o André Dérain (1880-1954) recibieron un gran aprendizaje de la herencia pictórica que Seurat había dejado.
Paul Signac evolucionó en su etapa final hacia una obra muy decorativa, inspirada en los carteles y las estampas japonesas. Claro ejemplo de ello es su famoso Retrato de Félix Féneon sobre el esmalte de un fondo rítmico de medidas y ángulos, tonos y colores, donde aparece el crítico de arte que había dado nombre al estilo como un prestidigitador enmarcado en un fondo de ondulantes y casi oníricos colores.
Las pinturas ya nunca más volverán a reflejar el color real del mundo. A finales de siglo, artistas como Paul Gauguin (1848-1903), Vincent van Gogh (1853-1890) o Paul Cézanne (1839-1906), los grandes nombres del que ha sido llamado postimpresionismo plasman las tonalidades como vehículo expresivo, fenómeno que llevarán los ya citados fauves al límite en 1905.
Los otros artistas neoimpresionistas
Aunque Seurat y Signac son los nombres más conocidos del neoimpresionismo (no en vano, fueron los que desarrollaron la técnica) existen otros artistas que se movieron por los preceptos de este nuevo estilo, como Henri-Edmond Cross (1856-1910). Cross se llamaba en verdad Delacroix, pero se cambió el apellido para distanciarse de su homónimo romántico y evitar que el público los confundiera. Su inmersión en el puntillismo seuratiano fue tardía, puesto que sus primeras obras puntillistas datan de 1891, precisamente el año de la muerte de Seurat.
Por otro lado, el neoimpresionismo caló muy hondo en Bélgica y Holanda. Seurat fue llamado por el grupo de Les Vingt (Los veinte), afincado en Bruselas, para exponer conjuntamente. Anteriormente, el grupo de artistas belgas había mostrado interés por impresionistas como Pissarro, Monet y Berthe Morissot, que también fueron invitados a exponer con ellos. Algunos de los nombres belgas y holandeses del neoimpresionismo son los pintores A. W. Finch (1854-1930) y Henry van Velde (1863-1957).
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