El pueblo de los Rapanui conforma uno de los grupos étnicos más interesantes de la Polinesia; como habitantes de la Isla de Pascua, su historia ha estado ligada a dinámicas sociales a caballo entre Oceanía y América.
En este artículo profundizaremos en quiénes son los Rapanui y cuáles son sus características culturales más relevantes.
¿Quiénes son los Rapanui?
El día de Pascua de 1722, el explorador neerlandés Jakob Roggeveen (1659-1729) entraba en las playas de una enigmática isla situada en medio del océano Pacífico, a 3.500 kilómetros de las costas americanas y a 2.000 kilómetros de la tierra más próxima habitada. Es decir, un paraíso aislado del resto del mundo. El navegante creyó haber encontrado la mítica Isla de Davis, descrita por el corsario inglés Edward Davis a finales del siglo XVII.
Pero no, no se trataba de la Isla de Davis. Tampoco era la legendaria Terra Australis, el continente perdido que aparecía en algunos mapas de los siglos XV y XVI, y que Roggeveen ansiaba también encontrar. Entonces, ¿a dónde había llegado el explorador, esa mañana del 5 de abril de 1722?
Los recién llegados bautizaron a ese pedacito de tierra abandonada en el mar como Isla de Pascua, en referencia al día en que habían arribado a sus costas. Más tarde, en 1770, expedicionarios españoles llegaron al mismo sitio; ignorando que, cincuenta años antes, los holandeses habían ya pisado esa tierra, bautizaron a la isla como Isla de San Carlos, en honor al monarca español Carlos III. Además, en una pomposa celebración durante la que se clavaron tres cruces, “anexionaron” el territorio a la corona de España.
Actualmente, la Isla de Pascua o Isla de San Carlos pertenece a Chile, y es conocida mundialmente por contener a los misteriosos moais, las impresionantes esculturas de piedra volcánica que pueblan la isla. ¿Cuál era la cultura que dio forma a esas maravillas?
Los orígenes de los Rapanui
Así es como se conoce a la etnia que actualmente vive en la isla. Sin embargo, parece ser que el vocablo no es originario de este pueblo: según algunos historiadores, la denominación rapanui provendría de los navegantes tahitianos que, en el siglo XIX, se acercaron a la Isla de Pascua.
La isla de Rapa, ubicada en la Polinesia Francesa, es conocida por los tahitianos como Rapa Iti, es decir, “Rapa pequeña”. Así, estos navegantes bautizaron a la isla de los moais como Rapa Nui, o sea, “Rapa grande”.
Los nativos conocen a su isla como Te pito o te Henua, es decir, “el ombligo del mundo”. Es probable que la frase haga referencia al tremendo aislamiento en que se encuentra (o se encontraba) la Isla de Pascua antes de la llegada de los occidentales. Los indígenas también la describen como Mata ki te rangi, “ojos que miran al cielo”, en alusión a la mirada de sus moais.
Pero ¿de dónde y cuándo llegaron los Rapanui? Existen múltiples teorías al respecto. Si nos atenemos a la leyenda, el primer rey o ariki de la etnia, Hotu Matu’a, guio a su pueblo desde la isla de Hiva, que muchos identifican con la ya citada Rapa Iti. Es decir, que según la propia mitología Rapanui, su pueblo provendría de los habitantes de la Polinesia, hecho que se ha comprobado científicamente. Parece ser que Hotu Matu’a vivió hacia el año 1200 d.C. y que, recién llegado a la Isla de Pascua, dividió al pueblo en tribus, todas bajo su mando e influencia.
Bien; leyendas aparte, los historiadores creen que los primeros pobladores llegaron a la isla hacia el siglo V, aunque este dato no ha sido suficientemente comprobado. Parece, en efecto, una fecha demasiado temprana; sin embargo, la presencia de algunos moais fechados en los siglos V y VI puede corroborar esta teoría. Lo que sí está históricamente confirmado es la presencia de población humana en la isla a partir del siglo XIII, cuando, precisamente, empiezan a proliferar estas estatuas gigantescas, de las que hablaremos a continuación.
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Los moais: ¿estatuas de difuntos?
Primero, debemos precisar a qué nos referimos. Los moais son enormes esculturas de piedra volcánica que están repartidas por toda la isla y que fueron construidas por la etnia Rapanui. Se han llegado a catalogar unas 900, 400 de las cuales se encuentran en las faldas del volcán Rano Raraku, el más importante de la isla y donde se encuentra la cantera donde se realizaron las esculturas.
La piedra volcánica permite una mayor maleabilidad, puesto que es una roca porosa y relativamente ligera. Los moais se tallaron directamente sobre la piedra del volcán (la toba), y fueron desplazados posteriormente a sus emplazamientos actuales. De cómo se realizó este desplazamiento hablaremos en otro apartado, aunque las teorías son muchas y ninguna definitiva.
La mayoría de los moais se encuentran sobre los ahu, plataformas de piedra que les sirven de soporte, y miran hacia el interior de la isla, lo que refuerza la teoría de que son elementos creados para la protección de la tribu. Solo 8 moais dirigen su mirada al mar, y uno de ellos apunta con sus ojos al solsticio de invierno.
¿Qué simbolizan estas misteriosas y gigantescas esculturas? El nombre original nativo de estas efigies, Moai Aringa Ora, arroja alguna luz al misterio. La expresión vendría a significar “rostro vivo de nuestros ancestros”, lo que apunta a una posible representación de los antepasados difuntos para que protejan al pueblo y a sus cosechas.
El hecho de que en algunas de las guerras entre clanes se haya destruido parte de algunos moais refuerza la teoría, puesto que, al mutilar la efigie, se “mutilaba” también la protección. En concreto, una de las partes más maltratadas son los ojos, realizados con coral blanco y piedra volcánica, que fueron arrancados de algunos de los moais, quizá para evitar la vigilancia y la ayuda de los antepasados.
Sin embargo, como nada ha quedado por escrito ni tenemos literatura oral al respecto, solo podemos hacer conjeturas. Según otras hipótesis, los moais serían indicadores de las fuentes de agua potable, tan escasa en la isla y tan importante para la supervivencia. De hecho, se ha comprobado que, donde no hay agua potable, no hay moais.
Una última teoría, avalada por un reciente estudio dirigido por la arqueóloga Anna van Tilburg, sostiene que los moais serían potenciadores de la fertilidad. El hecho de que se hayan encontrado dos moais enterrados en la ladera del volcán Rano Raraku hace pensar que se dejaron allí intencionadamente para preservar las cosechas. Van Tilburg apoya su hipótesis en que las faldas del volcán son altamente ricas en nutrientes; de hecho, se han encontrado evidencias de cultivo de plátano y batata en la zona. Así, según esta experta, los moais que permanecieron en su cantera de origen habrían sido enterrados exprofeso en un lugar altamente fértil para garantizar la cosecha.
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La única moai femenina
Todos los moais representados son, invariablemente, hombres, lo que puede darnos una idea de la estructura patriarcal de las tribus que habitaron la isla en la época dorada de las esculturas (siglos XIII-XIX). Sin embargo, en una parte de la isla, la cultura Rapanui tenía reservada una sorpresa al equipo del etnógrafo Thor Heyerdahl (1914-2002) que, en 1955, hizo un interesante descubrimiento.
Asentada en la falda de la colina se hallaba una escultura. Esto nada tenía de particular; ya hemos dicho que los moais están diseminados por toda la isla. Pero la efigie en cuestión no presentaba las características típicas de los moais: aparecía de cuerpo entero (en lugar de presentar solo el busto), estaba sentada sobre sus piernas, de rodillas, y tenía las manos en los muslos en lugar de hacerlos descansar sobre el vientre, como los demás moais.
Esta posición, junto con el rostro elevado al cielo, otorgaban a este misterioso moai una actitud de plegaria absolutamente inusual. Pero lo más misterioso de todo era que la figura parecía femenina (se insinuaban unos pechos en el tórax, aunque nada claros). De ser cierto, estaríamos ante la única representación moai de una mujer.
El moai de Tukuturi, que así se llama, ha recibido varias dataciones; algunos expertos sostienen que se trata de una de las primeras manifestaciones de este tipo de escultura en la isla, lo que explicaría sus diferencias formales con el resto de los moais. Otras teorías, sin embargo, apuntan a todo lo contrario: que la enigmática mujer de Tukuturi fue realizada en el siglo XIX, precisamente por los visitantes tahitianos que bautizaron la isla como Rapa Nui. La teoría se apoyaría en la semejanza del moai de Tukuturi con los tiki, los típicos tótems de la Polinesia.
El gran misterio: ¿cómo se trasladaron los moais?
Más allá de su significado último, existe todavía otro enigma: cómo se ubicaron en su emplazamiento actual. A pesar de ser una isla más bien pequeña (no alcanza los 25 km de largo), la dificultad de transportar estas esculturas (de una altura media de 4,5 metros y un peso medio de 5 toneladas) es evidente. Algunos moais se encuentran a más de 15 kilómetros del volcán-cantera Rano Raraku; ¿cómo pudieron desplazarlos los Rapanui?
Algunas teorías apuntan a un transporte a base de trineos construidos con troncos de árboles. Más tarde, cuando llegaban al sitio indicado, los moais se alzaban mediante cuerdas, que los hacían balancearse y finalmente ubicarse en los hoyos, donde quedaban hincados.
Para confirmar las distintas teorías, se han puesto en marcha a lo largo de los años proyectos que imitan la tecnología rapanui. Uno de ellos, realizado en 2011 por un equipo de la National Geographic Society, demostró que con solo 18 personas armadas con varias cuerdas se podía mover un moai de 5 toneladas. Por otro lado, en 1986, el ya citado Thor Heyerdahl realizó un experimento similar; junto al ingeniero Pavel Pavel (1957) y 17 personas más, movieron un moai de 9 toneladas.
Por tanto, a la luz de los distintos experimentos, podemos concluir que, para arrastrar un moai, solo se requiere “práctica” y una tecnología mínima. Sin embargo, no es lo mismo desplazar una de estas figuras varios metros (que es lo que consiguieron estos científicos) que reubicarlas a varios kilómetros de distancia, como hicieron los Rapanui.
En fin; esta enigmática civilización sigue permaneciendo en las sombras en muchos aspectos. ¿Por qué un puñado de hombres y mujeres se hicieron a la mar desde la Polinesia y navegaron, en embarcaciones inestables, 2.000 kilómetros hacia la nada? ¿Cómo sabían que iban a encontrar una isla en medio del Pacífico? ¿Qué significan los misteriosos moais? Las incógnitas siguen abiertas.