El ser humano es un ser gregario y social, que precisa del contacto con los otros miembros de su especie para sobrevivir y conseguir adaptarse con éxito. Pero convivir no es sencillo: es necesario establecer una serie de normas que permitan limitar nuestra conducta de manera que se respeten tanto los derechos propios como los de los demás, unas normas que por lo general se basan en lo ético y lo moral: lo que está bien y lo que está mal, lo correcto e incorrecto, lo que es justo e injusto, lo digno o lo indigno y lo que se considera permisible y lo que no.
Desde la antigüedad, la moral ha sido objeto de discusión filosófica y con el tiempo de investigación científica desde ámbitos como la psicología o la sociología, existiendo múltiples posturas, perspectivas y teorías al respecto. Una de ellas es la teoría del error de Mackie, de la que vamos a hablar a lo largo de este artículo.
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La teoría del error de Mackie: descripción básica
La denominada teoría del error de Mackie es un planteamiento realizado por el propio autor según el cual todos y cada uno de nuestros juicios morales son erróneos y falsos, en base a la consideración de que la moralidad no existe como elemento objetivo, no existiendo propiedades morales en la realidad como tales sino que lo moral es construido en base a las creencias subjetivas. Técnicamente, esta teoría entraría dentro de una perspectiva cognitivista de lo que se viene a llamar antirrealismo subjetivista.
La teoría del error fue elaborada por John Leslie Mackie en 1977, basándose en las premisas del cognitivismo y indicando que de existir juicios morales verdaderos serían principios que guían la conducta de forma directa de y de los que no sería posible dudar.
Considera que el juicio moral es un acto cognitivo que tiene capacidad de falsación, pero dado que el juicio moral sólo existe en cuanto existe realmente una propiedad siempre moral como tal, invariable y sin posibilidad de interpretación.
Sin embargo, y dado que no existe dicha propiedad a nivel absoluto sino que lo que es o no moral es decidido por la comunidad de pertenencia, tampoco puede ser verdadero ningún juicio moral. Por lo tanto, si bien puede ser socialmente considerado cierto para un grupo determinado que comparta por completo dichos juicios, el juicio moral comete siempre el error de creerse objetivo.
La intención del autor no es la de eliminar o considerar inútil el acto moral (es decir, no quiere que se dejen de hacer cosas consideradas justas o buenas), sino el de reformar la manera de entender la ética y la moralidad como algo relativo y no como un absoluto universal. Es más, propone que la ética y la moral deben reinventarse continuamente, no siendo algo fijo a estudiar sino que ha de ir modificándose en función de cómo evolucione la humanidad.
Dos argumentos básicos
En la elaboración de su teoría John Mackie considera y utiliza dos tipos de argumentos diferentes. El primero de ellos es el argumento de la relatividad de los juicios morales, arguyendo que lo que nosotros consideramos moral puede no serlo para otra persona sin que por ello esta esté errada.
El segundo argumento es el de la singularidad. Según este argumento, de existir propiedades o valores objetivos deberían ser entidades diferentes de cualquier cosa que exista, además de requerirse de una facultad especial para ser capaces de captar dicha propiedad o valor. Y aún sería necesaria una propiedad más, la de ser capaces de interpretar los hechos observados con el valor objetivo.
En vez de ello, Mackie considera que lo que realmente experimentamos es una reacción a la visión de un hecho que se deriva de lo aprendido culturalmente o de la vinculación con las propias vivencias. Por ejemplo, que un animal caza a otro para alimentarse es un comportamiento que nos es visible, y que generará impresiones subjetivas diferentes para cada uno de los afectados.
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La moral como percepción subjetiva: una comparación con el color
La teoría del error de Mackie establece, pues, que todo juicio moral es falso o erróneo dado que parte del supuesto que la propiedad moral que le otorgamos a un acto o fenómeno es universal.
A modo de analogía para hacer su teoría más fácilmente entendible, el propio autor utilizó en su teoría el ejemplo de la percepción del color. Es posible que veamos un objeto rojo, azul, verde o blanco, así como también que una gran mayoría de personas también lo hagan.
Sin embargo, el objeto en cuestión no tiene ese o esos colores de por sí, dado que en realidad cuando vemos colores lo que vemos es la refracción en nuestros ojos de las longitudes de onda de la luz que el objeto no ha podido absorber.
El color no sería pues una propiedad del objeto sino una reacción biológica nuestra a la reflexión de la luz: no será algo objetivo sino subjetivo. Así, el agua del mar no es azúl o la hoja del árbol verde, sino que nosotros las percibimos de dicho color. Y de hecho, no todo el mundo verá el mismo color, como puede ocurrir en el caso de un daltónico.
Lo mismo puede decirse de las propiedades morales: no habría nada bueno o malo, moral o amoral por sí mismo sino que nosotros lo percibimos como tal en función a su ajuste a nuestra percepción del mundo. Y al igual que un daltónico podría no percibir el color rojo (aunque identifique como tal un tono determinado), otra persona juzgar que un acto que para nosotros tiene una connotación moral determinada tiene para él la directamente opuesta.
Si bien el hecho de que la moral sea algo subjetivo a día de hoy puede parecernos algo lógico de suponer, lo cierto es que la moralidad ha sido a lo largo de la historia tenida por una gran cantidad de personas como algo objetivo e invariable, siendo a menudo también motivo de discriminación hacia colectivos (por ejemplo personas de raza, religión o sexualidad diferente de la típica) o prácticas que hoy en día consideramos habituales.
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