Estamos inmersos en nuestro entorno. Desde pequeños, interaccionamos con él produciéndose una transacción recíproca continua, de tal manera que el más mínimo desajuste puede desembocar en angustia como respuesta ante ello, como mecanismo de reequilibrio, o producirse algún grado de somatización en forma de indisposición, dificultad para conciliar el sueño y otros efectos psicofisiológicos.
El niño inseguro
Especialmente indefensos a estos desequilibrios con el entorno son los niños de menos de seis años.
Todo su universo está en el círculo doméstico, que absorbe múltiples influencias externas, por tal motivo el menor se encuentra expuesto continuamente a la presión y peculiaridades del ámbito social en general y del núcleo familiar en particular. En determinadas condiciones, puede aparecer el síndrome del niño inseguro.
Causas de la inseguridad en la infancia
Los graves desequilibrios de su entorno, como puede ser el fallecimiento de los padres, generan ansiedad, tristeza y puede empeorar en graves depresiones y experiencias dolorosas de inseguridad.
Otros cambios aparentemente menores como un traslado de domicilio, una mascota perdida, etc., pueden causar los mismos síntomas. A esta temprana edad, la rutina ofrece seguridad, por eso, las situaciones que rompen este equilibrio son vividas como un peligro creando disociación y cuadros de ansiedad.
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¿Qué es el objeto transicional?
El objeto transicional suele ser un muñeco, una mantita, un cojín, un chupete, etc., que recuerda y simboliza su entorno familiar al niño. Cuando, por circunstancias, el niño debe afrontar un traslado de domicilio, el objeto transicional ejerce la función de herramienta aseguradora, fortalecida por el pensamiento mágico propio de los pequeños, impidiendo que la alteración de su ámbito vital sea excesiva y que los sentimientos de inseguridad y miedo puedan resultar insoportables.
¿Qué nos revela el objeto de posesión acerca del niño?
Es un elemento de aprobación y aceptación del nuevo ambiente. Significa una positividad y buena receptividad hacia el nuevo contexto. El niño y el objeto transicional giran sobre la base de la inseguridad. El dispositivo del objeto transicional reside en la alteración espacio-temporal, de tal manera que la atmósfera doméstica es migrada a otro emplazamiento, sin embargo, el objeto de posesión es un objeto recompensador “per se” ya que su propia esencia es especialmente positiva para el niño. Es un compañero de afirmación para afrontar nuevos horizontes.
Señales y síntomas más habituales en el niño inseguro
La experiencia de inseguridad provoca una regresión a fases anteriores del desarrollo. Algunas de las señales que podemos observar en un niño inseguro son:
- Perturbaciones en el comportamiento relativo a la higiene en general y dependencia materna para realizarlo. El niño inseguro tiende a delegar su higiene a la madre.
- Modificaciones en el comportamiento afectivo: inestabilidad emocional, desobediencia, agresividad conductual y física con los otros niños, rotura de elementos para el juego. En ocasiones, el niño inseguro presenta una sintomatología opuesta: apocado, inseguro, taciturno, pasivo.
- Cambios en el comportamiento motor: recesión en la evolución del desplazamiento, cese de la posición bípeda, claudicación del caminar, gateo, petición de ser llevado en brazos, retroceso en la habilidad en dibujar. También se observan en el niño inseguro distorsiones en la marcha al desplazarse, ademanes ilógicos.
- Modificaciones conductuales a la hora de jugar: practican roles de menor edad, demasiada reincidencia en el mismo juego o miedo.
- Perturbaciones del comportamiento afectivo: exigir que se esté por él, lloros, interpela continuamente sobre cuestiones que ya conoce, temores irracionales.
- Cambios conductuales en la alimentación: masticaciones largas, engullimiento primario, chasquidos al masticar, flatulencias, merma en las habilidades básicas como la utilización de cuchara y tenedor, malas formas, repudio selectivo, vómitos y desgana.
- Presencia de comportamientos coercitivos en la masturbación.
- Modificaciones conductuales del sueño: inquietud, hablar dormido (somniloquia), terrores nocturnos, interrupciones frecuentes del sueño con lloros a los padres y petición de dejar una luz encendida, petición de dejar la puerta abierta y reclamar que los padres estén con él hasta que se duerma, oposición a ir a la cama, petición de que le cuenten un cuento con contacto físico y resistirse a conciliar el sueño.
- Disminución en la productividad escolar: problemas de concentración en los estudios.
- Dificultades en la expresión corporal y oral: muecas y ademanes excéntricos, lenguaje trastabillado burlesco o trágico.
Referencias bibliográficas:
- Branden, N. Los seis pilares de la autoestima. Temas de Hoy, 2001.
- Garber, S., Garber, M. y Spizman, R. Portarse bien. Soluciones prácticas para los problemas comunes de la infancia. Medici, 1993.
- Vasta, R., Marshall, M. y Scott, M. Psicología infantil. Ariel, 1996.