Desde siempre ha existido una cierta preponderancia de la razón por encima de la emoción; al menos, en nuestra cultura occidental. Quizá el motivo sea que las emociones siempre emergen en primer término y pueden hacernos sentir un tanto desubicados, cuando no francamente contrariados.
Y es que, a pesar de que las emociones son una parte esencial de la psicología, para muchas personas lo emocional sigue teniendo una evidente carga negativa, ya que a menudo se interpone entre aquello que queremos alcanzar y nosotros mismos. Además, las emociones no siempre son agradables, por lo que es normal que, a veces, nos sintamos incómodos.
Pero la función de las emociones no es, ni mucho menos, dificultarnos la vida. Al contrario; suponen una herramienta que nuestra psique pone a nuestra disposición para poder avanzar y sobrevivir. El problema, en realidad, es que no siempre las interpretamos bien.
En este sentido, la gestión emocional es básica para comprender qué nos está queriendo decir nuestro cuerpo. Hablamos de ello a continuación.
Educación emocional: qué es y para qué sirve
Así pues, la educación emocional es imprescindible a la hora de aprender a gestionar nuestras emociones, pero ¿de qué se trata?
La educación emocional es un tipo de mediación en el aprendizaje, orientada a enseñar una correcta interpretación de las emociones. El objetivo es que las personas sepan reconocer qué sienten en cada momento y por qué lo sienten, además de enseñarles recursos para gestionar la situación de la forma más beneficiosa y productiva posible.
Una correcta educación emocional conlleva una mejor relación con uno mismo y con la gente que te rodea. Se trata de un elemento básico para construir lo que se conoce como inteligencia emocional, constituida por las habilidades emocionales básicas para un correcto conocimiento de nuestro funcionamiento interno, nuestras necesidades y la manera de expresarlas a los demás.
Para conseguir un resultado óptimo, la educación emocional no debe limitarse a un contenido teórico, sino que debe enfocarse a las situaciones cotidianas que vive y experimenta la persona. Tampoco existe una franja de edad concreta a la hora de enseñarla. Sí que es verdad que una pronta educación emocional en la infancia permite a los niños aprender las habilidades adecuadas que les facilitarán su desarrollo como adultos. No hay que olvidar que los niños carecen de las herramientas necesarias para gestionarse emocionalmente, y una inadecuada educación al respecto puede ocasionar traumas, miedos y trastornos.
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¿Qué consecuencias positivas tiene la educación emocional?
Los contextos más habituales de la educación emocional son el ámbito escolar y la consulta psicológica, pero, como ya hemos comentado, este aprendizaje puede desarrollarse en muchas más situaciones. Resulta especialmente eficaz cuando está dirigida a padres y madres, pues es un recurso muy efectivo para la crianza de los hijos. La metodología (individual, en grupos, etc.) dependerá del ámbito en el que se aplique.
Y ¿qué consecuencias positivas tiene la aplicación de la educación emocional?
1. Nos enseña a detectar emociones adecuadamente
Es la base de la educación emocional. Si no sabemos distinguir qué estamos sintiendo, difícilmente podremos gestionarlo correctamente. La detección y el reconocimiento de nuestras emociones nos permite no sólo conocernos, sino también prever posibles conflictos y complicaciones. Una identificación correcta de lo que sentimos evita que nos coloquemos en situaciones que nos sobrepasen y nos hagan actuar de una manera desproporcionada e incluso perjudicial.
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2. Es una herramienta eficaz para prevenir patrones conductuales nocivos
El malestar emocional es algo muy desagradable, eso está claro. Pero si no aprendemos a identificar de dónde viene, tenemos muchas posibilidades de acabar “tapándolo” con conductas que, a la larga, no nos traerán más que complicaciones, como el consumo de alcohol o los atracones de comida.
3. Refuerza la autoestima
Gestionar correctamente nuestras emociones nos aporta una sensación de satisfacción, coherencia y seguridad, y ello es muy importante para una buena autoestima. Además, las emociones no gestionadas de forma adecuada pueden hacernos caer en sentimientos negativos y altamente tóxicos, como la culpa o la frustración.
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4. Aumenta nuestra asertividad y nuestra capacidad de comunicación
Si conocemos lo que sentimos, podremos expresarlo mejor. De esta forma, nuestro estilo de comunicación será mucho más asertivo, lo que mejorará nuestras relaciones.
Luisa Ramirez
Luisa Ramirez
Psicóloga, terapeuta, life coach.
5. Aprendemos a convivir con las emociones negativas que generan malestar
Y, por tanto, dejamos de luchar contra ellas. La educación emocional nos enseña que no podemos librarnos de nuestras emociones negativas, puesto que tienen una función concreta en nuestra vida. Así, dejaremos de intentar suprimir la sensación desagradable que nos provocan y, simplemente, aceptaremos que están allí, sin dramatizar la situación.
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