En muchos aspectos, romper con la rutina y dejar atrás nuestras responsabilidades laborales es necesario para disfrutar de una buena salud mental. Sin embargo, esta cambio de aires también nos expone a ciertos riesgos, algunos de los cuales tienen que ver con las adicciones. Vemos en qué consiste esta relación entre los trastornos adictivos y las vacaciones.
Las adicciones y la pausa por vacaciones
Durante las vacaciones, las personas contamos con más tiempo libre para dedicar a nuestros pasatiempos, al ocio, a visitar a amigos y familiares; en definitiva, a actividades que solemos dejar de lado en el frenesí del resto del año. La recreación en este período es de suma importancia para descansar y recargar energías, pero también para conectarnos con nosotros mismos, reflexionar sobre aquello que nos importa verdaderamente y evaluar hacia dónde queremos dirigirnos en nuestras vidas.
Lamentablemente, algunas actividades de dispersión se enmarcan en espacios donde ciertas sustancias nocivas para la salud se encuentran más disponibles, tales como el alcohol, la marihuana o el tabaco, como podría ser en una fiesta o reunión con amigos. Las adicciones son consumos y/o hábitos perjudiciales para la salud que, como veremos más adelante, de las que no podemos prescindir por factores tanto psicológicos como fisiológicos.
El problema reside en que durante las vacaciones las personas frecuentamos estos espacios con más frecuencia y, de cumplirse ciertas condiciones, existe la posibilidad de que caigamos en conductas potencialmente adictivas. Esto no sólo se reduce al consumo de sustancias. Como tenemos más tiempo libre, también podríamos permanecer largas horas pegados a las pantallas de nuestros teléfonos móviles, enganchados al vaivén de vídeos efímeros en redes sociales, o pasar noches enteras sin dormir por jugar videojuegos. Teniendo esto en cuenta, en este artículo ahondaremos en el motivo por el cual muchas personas tienden a recurrir a este tipo de conductas, específicamente en la época vacacional, y qué es posible hacer al respecto.
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Adicciones a sustancias: qué sabemos de ellas
Sabemos que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una adicción a una sustancia química implica el consumo repetido de esta hasta el punto que el consumidor se intoxica periódicamente, le resulta muy difícil interrumpir o modificar el consumo de la sustancia, y experimenta impulsos a llevar a cabo comportamientos que son perjudiciales pero no puede controlar. Deben cumplirse determinadas condiciones individuales —pero también otras a nivel social y cultural— para que un sujeto sea propenso a recurrir a una sustancia. Además, existen distintos motivos por los cuales alguien acude a las mismas. Por ejemplo, en tanto el consumo suele ir acompañado de la obtención de un amplio abanico de sensaciones placenteras a corto plazo, desde la relajación hasta el éxtasis, algunas personas pueden utilizar ciertas sustancias como un mecanismo ineficiente para apaciguar emociones muy dolorosas.
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Un mecanismo poco útil y con muchos riesgos
Decimos ineficiente no porque no consiga reducir el malestar —de hecho, las drogas son sumamente eficaces para cumplir ese cometido—, sino porque la gratificación que éstas proveen es momentánea. Todo lo que sube, tiene que bajar: tras el consumo, la persona no sólo se topará con que el malestar reaparece (a fin de cuentas, la droga no resuelve la emoción interna y/o situación externa que se intenta evitar), sino también con que aumentará la frecuencia con la que llevará a cabo esa conducta problemática a posteriori.
Esto último es debido a la activación de los sistemas de recompensa de nuestro cerebro. La neurocientífica española Lucía Hipólito utiliza la metáfora de un cartel luminoso para explicar esto de forma sencilla. Cuando las personas ejecutamos conductas útiles para nuestra supervivencia, como alimentarnos o relacionarnos con los demás, en una región de nuestro cerebro llamada núcleo accumbens es como si se activase un cartel luminoso que indica: “Esto es importante para la supervivencia”. Esto instalará una tendencia a repetir esa conducta. El problema con las adicciones es que éstas “encienden el cartel” como si fueran necesarias para sobrevivir, puesto que consumir es un comportamiento que genera un placer intenso, pero que, sin embargo, es sumamente dañino a largo plazo.
El costo de recurrir a las drogas de forma prolongada en el tiempo es muy alto, ya que afecta negativamente en la salud física de la persona, pero también incide en su salud mental y demás áreas vitales: los vínculos interpersonales, los estudios, el trabajo... La persona puede ser consciente de cuán perjudicial es para su bienestar el hecho de que presente un consumo problemático, también para su círculo de amigos y familia, pero esto no suele ser suficiente para erradicar el hábito de consumo.
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Cómo prevenir las adicciones en vacaciones
El riesgo de comenzar o recaer en este tipo de comportamientos podría ser más habitual en vacaciones que durante el resto del año. Si bien no se reduce a ella, la vida nocturna es un ámbito en el cual las personas son más propensas a consumir drogas. Esto podría ser producto de la presión social que experimentan las personas a consumir, en especial los adolescentes, quienes se encuentran en un estadío del desarrollo en el que la pertenencia a un grupo es vital para la elaboración de la propia identidad. También, el consumo podría asentarse sobre la ilusión de que solo así se divertirán, o que ese es el único recurso disponible para distraerse de sus problemas personales.
Ahora bien, no se trata de vetar las salidas de noche o las reuniones con amigos por parte de los adultos hacia los adolescentes si lo que se desea es prevenir el consumo de drogas. En cambio, el principal factor protector es propiciar espacios de diálogo con ellos, hablar sobre el tema, exponer las consecuencias negativas a largo plazo (incluso de prácticas muy normalizadas como emborracharse hasta el punto de perder el conocimiento), pero permitiendo al adolescente sacar sus propias conclusiones, compartir su visión al respecto y expresar qué es lo que observa en su círculo cercano. Esto fortalecerá los lazos paterno-filiales, lo cual no sólo prevendrá el consumo de drogas, sino también traerá consecuencias positivas en el vínculo entre ambos en general.
Adicciones digitales en vacaciones: el caso de los videojuegos
Hasta ahora, hemos descrito el riesgo del consumo de drogas durante vacaciones, aunque nos resta señalar que la adicción no se limita a hábitos que involucran la ingesta de sustancias químicas. Si bien el abordaje de este tema presenta una gran complejidad, decíamos que, a grandes rasgos, una adicción implica la persistencia de una conducta problemática que difícilmente se puede abandonar. Por esa razón, manuales actuales de diagnóstico contemplan que las personas pueden sufrir una adicción a otro tipo de conductas, como al juego —bajo el argumento de que las conductas de juego activan sistemas de recompensa similares a los que activan las drogas y producen algunos síntomas conductuales comparables a los producidos por sustancias— o a los videojuegos en línea.
Respecto a esto último, si bien durante vacaciones está bien ser más flexibles con los horarios, mantener cierta regularidad en ellos es una estrategia útil para evitar caer en comportamientos que podrían ser problemáticos. Esto no quiere decir que tener el hábito vacacional de desvelarse jugando videojuegos necesariamente suponga una adicción, aunque sí que se trata de un comportamiento perjudicial para la salud y bienestar, y que podría entrañar una forma poco eficaz de enfrentarse a las emociones difíciles y problemas cotidianos. Por tal razón, siempre es necesario destacar la importancia de consultar con un profesional de la salud mental en caso de detectar en uno mismo la posibilidad de llevar a cabo conductas adictivas en la época vacacional.