No es ningún misterio que el alcohol es una sustancia que nuestro cuerpo no necesita pero, a pesar de ello, todos lo bebemos, seamos ricos o seamos pobres.
Pese a esta realidad, parece ser que las clases más pudientes tienen menos efectos negativos asociados al consumo de bebida en comparación con las clases más desfavorecidas, las que reciben el peor plato ¿a qué se debe?
A esta extraña situación se la llama paradoja del daño del alcohol y, aunque de primeras irónica, parece ser que hay bastante sentido detrás de su ocurrencia.
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¿Qué es la paradoja del daño del alcohol?
El consumo de alcohol es un hábito muy extendido en la mayoría de sociedades occidentales. Todo el mundo, tanto pobres como ricos, bebe de vez en cuando. Puede que unos prefieran la cerveza y las espirituosas, mientras que a otros les va más el vino, pero sea como sea el consumo de alcohol es una práctica bastante común en cualquier barrio. La mayoría lo consume por ocio, puesto que esa es la única función que tiene el alcohol, mientras que otros lamentablemente beben porque tienen un serio problema de alcoholismo.
Al alcohol se le atribuye estar detrás del 5% de las discapacidades y enfermedades y el 5% de las muertes a nivel mundial. Pese a que ricos y pobres lo consumen aparentemente por igual, son los segundos quienes peores efectos padecen sufrir. Se ha visto que las personas con bajos niveles socioeconómicos tienen más trastornos y enfermedades atribuidas al consumo de alcohol que las personas con alto nivel económico o, en otras palabras, los pobres enferman más por culpa de beber que los ricos. A esta curiosa situación se la ha llamado la paradoja del daño del alcohol.
Este fenómeno se da a nivel global, y está presente en toda sociedad en donde el alcohol no sea una sustancia prohibida. De hecho, un metaanálisis reciente (Boyd et al., 2021) menciona a varias investigaciones realizadas alrededor del mundo, viendo este efecto en países tales como Finlandia, Reino Unido, Australia y los Países Bajos, entre otros muchos tantos.
También podemos encontrarlo en estudios un poco más anteriores como, por ejemplo, el realizado por el gobierno escocés en 2015. En su estudio se vio que en el 50% de los hogares más ricos más del 45% de los hombres bebían a niveles potencialmente dañinos en comparación con el 25% de los hombres de la otra mitad, económicamente más desfavorable. A pesar de que en esa encuesta en concreto eran los ricos quienes bebían mucho más, quienes sufrían más enfermedades asociadas al consumo de alcohol eran los pobres.
Esa misma investigación escocesa vio que habían más muertes y hospitalizaciones relacionadas con el alcohol entre las clases más bajas en comparación con las más altas. De hecho, las estadísticas evidenciaban que habían más fallecimientos a causa de la cirrosis entre la población más pobre, fenómeno que se podía relacionar no solo con el efecto del alcoholismo sino también con otras drogodependencias.
Por lógica, podríamos pensar que las personas que consumen más alcohol deberían sufrir sus peores efectos, independientemente de si es rico o es pobre, sin embargo ¿cómo es posible que aun pudiendo beber más las clases favorecidas no se ven tan dañadas por el alcohol? Es aquí el motivo de por qué se le llama paradoja del daño del alcohol, puesto que uno podría pensar que esta sustancia está, secretamente, aplicando algún tipo de discriminación según el poder adquisitivo que tenga su consumidor. Obviamente, la respuesta es mucho más racional.
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¿Por qué se da esta paradoja?
A lo largo de las últimas décadas los expertos en drogodependencias han encontrado explicaciones a este fenómeno. Parece ser que uno de los factores más importantes que explica la paradoja es el tipo de comportamiento del consumidor de alcohol (sostenido o en forma de atracones) y la cantidad de unidades de alcohol por semana. Quienes beben de golpe grandes cantidades de alcohol tienden a sufrir más daños a nivel orgánico que las personas que beben de forma regular pero más moderada, en bajas cantidades.
Aquí es donde encontramos unas de las principales diferencias entre ricos y pobres. Las personas que viven en barrios ricos tienden a consumir alcohol, usualmente vino, de forma muy moderada y, aunque puede que lo hagan hasta cada día, el hecho de hacerlo en bajas dosis hace que el cuerpo no sea sometido a demasiado estrés. En cambio, en los barrios más pobres es común que el bebedor, mayormente de cerveza y bebidas espirituosas, se emborrache consumiendo ingentes cantidades de alcohol de golpe, aunque no sea cada día. Este último tipo de consumo es especialmente dañino para el corazón e hígado.
Pero las diferencias no vienen explicadas únicamente por el hecho de que quien bebe lo haga de forma compulsiva o no. Los efectos dañinos del alcohol se incrementan cuando están presentes otros factores, mismos factores que son especialmente comunes entre las clases menos agraciadas como tener una dieta pobre, mayor porcentaje de sobrepeso y menor práctica de ejercicio con regularidad. Añadido a todo esto, se ha visto que en los barrios pobres hay hasta cuatro veces más posibilidades de ser fumador que en uno rico.
Otra de las explicaciones es que en los barrios más pobres el alcohol se obtiene más fácilmente. No es que haya dificultades de conseguirlo en los barrios ricos, lo que sucede es que en los barrios más pobres hay una mayor presencia del alcohol en la calle, sobre todo si tenemos en cuenta que en este tipo de barrios pueden haber más de un bar en una calle, supermercados con gran variedad de bebidas y hasta panaderías en las que se vende cerveza. Cuanto más fácil de obtener es el alcohol, más daños se asocian a su consumo.
Pero, como colofón a todo esto, hay un factor que explica muy bien por qué los pobres sufren más los efectos del alcohol que los ricos: el acceso a servicios sanitarios. Las clases más pudientes pueden permitirse acudir a un psicólogo, ser tratadas de sus problemas de drogodependencias y, también, recibir tratamiento para evitar que su hígado, corazón y demás órganos reciban los daños asociados al consumo de alcohol a largo plazo. Las clínicas de rehabilitación son caras y los pobres simplemente no se las pueden permitir.
Conclusiones
La paradoja del daño del alcohol ha servido para comprender que, aunque no existe una relación causal entre la pobreza y el consumo de alcohol, sí que es necesario entender los potenciales daños de esta sustancia en los barrios más desfavorecidos, donde el alcoholismo se da acompañado de otras problemáticas de salud como el sedentarismo y el tabaquismo. Estos problemas son más difíciles de tratar en los barrios pobres porque las personas tienen más dificultades para recibir asistencia adecuada al no podérsela permitir.
El consumo de alcohol va a más cada año. Es necesario comprender las implicaciones de la paradoja del daño del alcohol para poder desarrollar una estrategia de prevención en barrios pobres, zonas donde el alcoholismo es más dañino. Si se entiende cómo afecta el alcohol a las personas que viven en barrios pobres se podrá evitar que el alcoholismo se convierta en un problema social extendido, el cual causaría muchas pérdidas económicas a las administraciones públicas a causa de las enfermedades y la muerte asociadas.