Vivimos en un mundo que va dando pasos agigantados en distintos niveles, y cada contexto parece cambiar con una velocidad impensada, dejando el sistema educativo siempre por debajo de las expectativas.
Como jóvenes, se nos exige que a corta edad ya sepamos a qué nos vamos a dedicar el resto de nuestras vidas, y pareciese que una vez decidido, todo cambia: nosotros cambiamos, y nos encontramos en ese mar de dudas que invade cuando estamos próximos a terminar el proyecto elegido, sino es que antes.
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El salto al mundo profesional
Muchos de los jóvenes que emprendieron una carrera al terminar la educación secundaria presentan dudas sobre esa elección y terminan abandonando y sumidos en frustración; algunos eligen y encuentran la satisfacción sin mayores complicaciones pero no logran terminar la tesis o las últimas materias, otros se animan a cambiar de carrera y probar distintas miradas, y otros tantos se encuentran sujetos en una espiral de dudas a lo largo de varios años.
La elaboración de un proyecto profesional es un paso importante en la vida; se pone en juego mucho del tiempo que se dedica, de las expectativas que se generan y del deseo de terminar el camino emprendido.
¿Qué nos pasa cuando estamos tan cerca de terminar y algo nos empieza a decir que no vamos bien? ¿Qué sucede con esas personas que a 3 materias de finalizar una carrera de años, simplemente se detienen? Y de aquellos, que una vez terminada, no dejan de estudiar un máster, un doctorado, una tecnicatura, y jamás ejercen, quedándose en el lugar del eterno estudiante.
Existe un cambio de posición simbólica cuando estamos por finalizar un proyecto, en este caso educativo. Y es que dejamos de ser el estudiante, pasivo, receptor de información, para pasar a ser el profesional que imaginamos.
No sólo eso, sino que una vez terminada la carrera, el siguiente paso está lleno de incertidumbre: muchas veces con el título se acaba la ayuda parental y debemos ingresar al mercado laboral, comprender el funcionamiento de las diversas instituciones y asumir responsabilidades nuevas.
Con todo este panorama avasallador, tiene sentido que muchos queden detenidos, y con ganas de rendirse o de escapar.
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¿Cómo sobrellevar esta situación de la mejor manera?
Antes que nada es importante comprender que todas las emociones que siento son válidas, y que no hay nada de malo en ellas.
1. Reconocer los miedos
Es básico identificar cuáles son los miedos o dudas que se me presentan y cuáles los pensamientos asociados a estas.
Muchas veces un "no sé si me gustó lo que elegí" cuando estoy muy cerca del final, en realidad esconde un "no me siento capaz de hacer lo que elegí".
Poder hablar los miedos, bajarlos por escrito y organizarlos por intensidad suele ser una buena forma de poder visualizar que me pasa y actuar en consecuencia.
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2. Saber compartir y pedir ayuda
Tener a un otro a quien pueda compartir mis dudas, suele ser una gran herramienta, las personas externas a mis emociones pueden ofrecer perspectivas novedosas que me permitan repensar mis deseos.
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3. Ser realista con las exigencias
Tomarnos el tiempo para identificar con que pensamiento esta asociado esa emoción intensa que me desestabiliza, puede ayudar a reconocer cuanto hay de realidad y de imaginario en ellos.
4. Preguntarte si estás siendo justo/a con lo que esperas de ti
Reducir las expectativas permitirá que pienses con más claridad, y reducir el ruido mental a la hora de acercarse a la meta. Hablarnos de una manera compasiva y con aceptacion de que el camino será indefectiblemente distinto, te ayudará a manejar de mejor manera el estrés y la frustración que puede traer el proceso.
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5. Tiempo al tiempo
En estas transiciones solemos olvidarnos de que lo que se espera de nosotros no es nada más y nada menos que ser un recién egresado, con todo lo que eso implica, y que será el mismo camino el que nos brindará lo que necesitamos para mejorar en nuestra labor y orientarnos hacia el camino con el que más nos identifiquemos.
Aspirar a ser un excelente profesional puede ser una gran motivacion, pero tambien nos puede hacer presos de un perfeccionismo eterno en el que lo unico que nos queda es la sensacion de que nunca seremos suficiente.
Hay tiempo para aprender, para equivocarse y para reconstruirse; la clave está en cómo aceptamos, confiamos y elegimos transitar ese camino, que dejará de ser el de la universidad y continuará siendo el de nuestra vida en sí.