Muchas empresas, equipos y departamentos caen en el error de dar por supuesto que los trabajadores son como máquinas, como si el simple hecho de pagar más o menos fuese en proporción a las probabilidades de llegar o no a los objetivos en cuanto a rentabilidad.
Lo cierto es que para lo bueno y para lo malo, los profesionales no son robots, y esto tiene fuertes implicaciones en el modo en el que funcionan los Recursos Humanos.
No todo se reduce a números en cuentas bancarias, en presupuestos o en cantidad de ventas o de productos creados por la empresa. Y del mismo modo, o todo se reduce a aplicar la capacidad para razonar hasta dar una solución a las necesidades económicas de las organizaciones. No debemos pasar por alto la importancia de la Inteligencia Emocional en el trabajo, un factor que influye tanto en la selección de personal como en el resto de funciones propias de los RRHH. Veamos por qué.
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¿Qué es la Inteligencia Emocional?
Durante décadas, los seres humanos hemos dado por supuesto que la inteligencia es un grupo de aptitudes y capacidades que tienen que ver con nuestra habilidad a la hora de razonar y pensar en términos lógicos, sosteniendo en nuestra imaginación y memoria conceptos abstractos, números, etc. Esta manera de definir en qué consiste ser más o menos inteligente ha resultado útil en muchos ámbitos, pero con el paso de los años se vio que era insuficiente.
Y es que si los Homo sapiens hemos demostrado tener una sorprendente capacidad de adaptación y de dar soluciones ingeniosas a problemas realmente nuevos, no es únicamente porque se nos dé bien razonar. De hecho, buena parte de esto tiene que ver con que también somos capaces de aprender a gestionar las emociones. Algo que resulta fundamental teniendo en cuenta que somos robots, y que, por lo tanto, nuestro lado emocional tiene implicaciones en nuestro propio comportamiento y en el de las personas que nos rodean.
Ante esa realidad, en los años 80 varios investigadores en el ámbito de la psicología, entre los que cabe destacar Peter Salovey y John D. Mayer, desarrollaron un concepto conocido como Inteligencia Emocional, el cual ganó mucha popularidad sobre todo a partir de la obra divulgativa del psicólogo y periodista David Goleman en la década siguiente. Este constructo psicológico hace referencia a una serie de habilidades que están presentes en mayor o menor medida en prácticamente todas las personas. Entre estas habilidades, las que más caracterizan a la Inteligencia Emocional son:
- La capacidad para identificar las emociones y los sentimientos en uno mismo (y de distinguir entre ellas).
- La capacidad para identificar las emociones y los sentimientos en los demás.
- La capacidad para predecir las consecuencias de que una persona o uno mismo sienta determinada emoción o sentimiento en un contexto determinado.
- La capacidad para entender las implicaciones de que uno mismo tenga la tendencia a experimentar fácilmente un cierto tipo de emoción o de sentimiento.
- La habilidad a la hora de modular la expresión de las emociones.
- La habilidad a la hora de aplicar en la práctica esa clase de información, para lograr metas individuales o colectivas.
Así, la Inteligencia emocional consiste en un conjunto de capacidades asociadas a lo bien o mal que se nos da identificar, comprender y gestionar las emociones, tanto en uno mismo como en el resto de personas.
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¿Por qué es fundamental tener en cuenta la Inteligencia Emocional en el mundo del trabajo?
Por lo que hemos visto hasta ahora, podría parecer que la Inteligencia Emocional influye sobre todo en nuestra capacidad de ser felices y de tener una vida privada satisfactoria, haciendo que podamos conectar con los demás y establecer vínculos afectivos adecuadamente. Pero en realidad, la vida profesional no se ve menos afectada por la Inteligencia Emocional que la vida personal. A continuación veremos por qué.
1. La Inteligencia Emocional es clave en la resolución de conflictos
Allí donde existe una organización, existe un contexto en el que pueden surgir conflictos con relativa facilidad. Esto no es algo malo en sí, simplemente es algo esperable. Por eso, dado que las discusiones y choques de intereses se producirán, es importante saber que la capacidad de las personas a la hora de gestionar sus emociones es una variable a tener en cuenta, y que del mismo modo, esta es una cualidad que debe estar presente en los líderes y en quienes actúe como mediadores para evitar que estas experiencias se conviertan en verdaderas peleas o conflictos enquistados.
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2. La Inteligencia Emocional debe ser tenida en cuenta en la etapa de selección
Evaluar a los candidatos, aunque sea de manera más o menos indirecta, en o relativo a su Inteligencia Emocional, ayudará a predecir su versatilidad al trabajar en equipo, su capacidad para automotivarse, su capacidad para gestionar el estrés en momentos clave, etc.
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3. La Inteligencia Emocional debe ser tenida en cuenta en las estrategias de comunicación
En el contexto de los Recursos Humanos, saber comunicar es mucho más que dar textualmente la información que objetivamente es necesario difundir entre los trabajadores. También hay que comprender que todo comunicado deja una huella emocional, y que la ambigüedad en la información dada alimenta sentimientos vinculados al miedo y a la angustia.
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4. Comprender las prioridades de los trabajadores requiere de conectar con sus emociones
Muchas empresas tiene problemas para retener trabajadores y para ofrecerles incentivos satisfactorios porque existe una incapacidad para ponerse en su lugar. En este sentido, tener perfiles estratégicos con un alto grado de Inteligencia Emocional permite ganar sensibilidad en lo relativo a estas cuestiones y tomar decisiones directivas mejor informadas.
5. La Inteligencia Emocional puede ser entrenada
Por otro lado, todas las empresas con iniciativas de formación de trabajadores deben tener en cuenta que la Inteligencia Emocional puede ser desarrollada a través del aprendizaje; no es simplemente un rasgo psicológico puramente innato y estático.
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