Did he ever love me? es el título del trabajo de Liane Leedom en el que analiza las relaciones amorosas entre psicópatas y sus parejas basándose fundamentalmente en el testimonio de éstas. Las conclusiones de Liane Leedom establecen cuatro fases en este tipo de relaciones: inducción, compromiso, desconexión y recuperación. No obstante, aunque explica cómo un adulto puede involucrarse en una relación con un psicópata, no responde a la pregunta de si un psicópata es capaz de sentir la emoción que conocemos como amor.
Por otro lado, la universidad de Laval establece una relación entre el tipo de apego y la psicopatía. Los psicópatas tienden a tener un estilo de apego evitativo, que se manifiesta en la dificultad para establecer relaciones interpersonales con alta intimidad. La cuestión de fondo que aquí nos planteamos se deriva justamente de eso: ¿puede sentir verdadero amor un psicópata, o solo un sucedáneo? Veámoslo.
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¿Los psicópatas son capaces de amar?
Un psicópata es capaz de establecer una relación sentimental y, en ella, manipular a la víctima. Pero esto no contradice la posibilidad de que el psicópata pueda estar enamorado de su pareja o amar a su familia. Para entender esto es necesario definir qué es la psicopatía y definir qué es el amor.
La psicopatía
Los psicópatas primarios, aquellos que nos ponen los pelos de punta y que se convierten en superestrellas del crimen o del mundo de la bolsa y los negocios, se caracterizan por dos rasgos fundamentales: el bajo miedo y el placer ante el dolor ajeno. Estas características muestran una disfunción en las estructuras cerebrales que se ocupan de las emociones y, además, son las que originan la falta de empatía: el miedo es el precursor de la culpa y el dolor es el precursor de la compasión.
Si una persona es incapaz de sentir miedo, es lógico que no tema las consecuencias de sus acciones y, por tanto, no sienta culpabilidad por las mismas, simplemente está inmunizado contra ellas. Cuando el centro del placer se activa en el mismo individuo al visualizar escenas de dolor ajeno, significa que su sistema de compasión está apagado. Y así nació el psicópata primario.
El amor
Por su parte, el amor se podría definir como un estado emocional que combina a nivel psicológico una motivación de afiliación (relacionada con la necesidad de apego), unas actitudes y expectativas socialmente aprendidas y una conducta manifiesta. Todo ello se sostiene sobre una base neurobiológica que incluye a distintas zonas de activación en el cerebro y la segregación de determinados neurotransmisores como la oxitocina y la dopamina.
La dopamina se relaciona con el placer y el refuerzo. Su respuesta en psicópatas no solo se corresponde con la de no psicópatas cuando hablamos de situaciones neutras y apaciguantes, sino que su secreción puede ser un premio mayor, mucho mayor, ante un refuerzo (en psicópatas secundarios), especialmente cuando hay dolor de por medio (en psicópatas primarios).
Parece que el aplanamiento afectivo del psicópata choca con características y conductas que socioculturalmente quedan atribuidas al amor. Pero los dos grandes rasgos que hemos mencionado nada tienen que ver con el amor. Los problemas emocionales del psicópata tienen que ver con el sufrimiento ajeno, el miedo y el dolor, no con todas las emociones.
Esto se traduce en que un psicópata en principio sí puede amar, pero con sus propias reglas. Puede no mostrar preocupación o alteración alguna si su hija adolescente no llega a casa a su hora, pero aún así desear que aparezca y quererla. Puede mentir y ser infiel a su pareja, pero aún así sentir que quiere estar a su lado. Por supuesto, estas "reglas" del psicópata no tienen por qué ser aceptadas por su familia ni poor la sociedad (y, de hecho, en muchas ocasiones no deberían serlo), pero existen y hay un cierto código moral tras ellas.
Una emocionalidad distinta
La cuestión es que el amor de un psicópata no incluye los extras socioculturales asociados a esta emoción (la fidelidad, la compasión, la sinceridad…), ni tampoco aquellos accesorios que vienen de las emociones de dolor o miedo. El psicópata no va a sentir amor de la misma forma en la que lo hacemos tú y yo: en su mente es una emoción limitada, pues las estructuras implicadas en las emociones, como la amígdala y el hipocampo, funcionan de una forma anormal.
Además, será un tipo de amor con sus propias facetas de marca antisocial (pues la dopamina se activa a su manera). Pero el amor, de una manera peculiar y burda, es también una realidad en la mente del psicópata.
Esta forma de amar tan particular lleva a relaciones tóxicas, donde la pareja del psicópata sufre constantemente. Sin embargo, es posible que para el psicópata también sean relaciones insatisfactorias en las que nunca obtiene exactamente lo que quiere (tal y como en los crímenes que comete) debido a sus propias limitaciones.
El debate queda abierto
Se ha demostrado que los psicópatas son capaces de sentir compasión por sí mismos y de sentir empatía cuando se les instruye para ello. Por su parte, Joe Newman propone con una base empírica que los psicópatas tienen una capacidad atencional de túnel, donde si bien sienten esta gama emocional, para ellos son una afección secundaria que pueden ignorar fácilmente para enfocarse en sus objetivos, una teoría que casa bien con la psicopatía secundaria. Todo esto prueba que en los psicópatas la emocionalidad no es un simple vacío, quizá es un agujero muy oscuro, pero desde luego contiene algo.
Teniendo en cuenta estas cuestiones, el debate queda en discernir si es posible llamar amor a esta emoción psicopática que parece imitarlo solo parcialmente, o si el amor, como sostienen los idealistas románticos, va mucho más allá.
Desde mi punto de vista, el término “amor” está contaminado por muchas construcciones socioculturales que corresponden a mitos del amor romántico y que tampoco se corresponden con la realidad de la emoción. Por esta razón es necesario delimitar a nivel psicológico y neurobiológico la definición del amor para responder a esta cuestión, y por eso quizá nunca lo sabremos. En cualquier caso, existe la evidencia empírica de que los psicópatas son capaces de sentir algo que, como mínimo, se parece al amor.
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