Todos estamos expuestos a la misma situación de confinamiento, y soportamos aproximadamente los mismos estresores: miedo al contagio de la enfermedad, incertidumbre en cuanto a las siguientes fases, limitación de libertad en nuestros movimientos, combinar teletrabajo con las tareas domésticas... y, si hay hijos, el trabajo se multiplica.
Así mismo, hay personas que han perdido el trabajo, y otros están enfrentando actualmente uno de los momentos más duros de su vida, al perder a algún ser querido en este período, sin poder acompañarlos ni despedirlos.
A pesar de que todos estamos sufriendo, más o menos, la misma situación, hay personas que “conviven” mejor con este época de adversidad y tienen más capacidad para adaptarse, con lo cual, sufren algo menos a nivel emocional.
A otras personas les cuesta más lidiar con la incertidumbre por un posible contagio, tienen más pensamientos negativos relacionados con el hecho de no poder salir, pesimismo por tener que adaptarse a otra forma de trabajar o por no ver a sus seres queridos. Por ello, se instalarán en bucles de pensamiento obsesivo, y de manera reactiva, experimentarán emociones negativas más intensas e, incluso, somatizarán, desarrollando importantes respuestas físicas a estas emociones (insomnio, cefalea, contracturas musculares, nudo en el estómago, presión torácica, ganas de llorar, disminución o aumento del apetito, etc.).
¿Y de qué depende que unos lo llevemos mejor y otros peor? Pues de nuestra resiliencia.
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Los fundamentos de la resiliencia: afrontando la adversidad
¿Qué es, exactamente, la resiliencia? En psicología, la resiliencia es la capacidad de enfrentar una situación complicada y salir fortalecido de ella. Es decir, aceptar la situación, afrontarla, aprender algo de ella y “llevarte” algo positivo.
Por lo expuesto, parece conveniente mantener una actitud resiliente en general, y en este momento de nuestra vida, parece indispensable. El problema, como decíamos, es que no todos tenemos esta capacidad.
Los estudios demuestran que la resiliencia es una capacidad que viene “de serie” en algunas personas, y les sale de manera natural, por la educación recibida, por los modelos referentes que ha vivido en su infancia, etc. En cambio, otras personas tienen más dificultad para afrontar las adversidades, mostrando más pesimismo y frustración, dejándose llevar por los acontecimientos, no se responsabilizan de su autocuidado y bienestar emocional, y se instalan en la queja, esperando que el problema sea solucionado por los demás.
La buena noticia es que la resiliencia es una capacidad “entrenable”, y quizás éste es un buen momento (por no decir el mejor) para aprender cómo hacerlo.
¿Cómo entrenar la resiliencia?
Para ser resiliente, es importante tener en cuenta las siguientes pautas.
1. Centrarse en el presente
En primer lugar, es mejor centrarse en el presente. Si nos ponemos a pensar en el pasado, es decir, en lo que hicimos antes del confinamiento (si le di la mano a alguien, si usé el transporte público, etc.) o si nos ponemos a anticipar el futuro (y si me contagio, y cómo será la crisis económica)… lo único que conseguiremos es angustiarnos más, ya que no controlamos ni el pasado ni el futuro.
Lo único que podemos hacer es centrarnos en el presente, poniendo especial atención en las cosas positivas que hay a nuestro alrededor: ha salido algo bien en el trabajo, he compartido un momento bonito con mis hijos, he sabido resolver bien una discusión con mi pareja, hoy hace sol y puedo salir un poco al balcón o a la ventana, disfrutar de una buena cena, etc.
2. Aceptar los límites de nuestro control de la situación
También es importante aceptar que hay variables que no controlamos, que no dependen de nosotros. La resiliencia implica saber identificar qué parte de control tenemos y responsabilizarme de ello. Por ejemplo, controlo el no ver noticias por la noche, y así me voy a dormir más tranquila y no tengo pesadillas, o controlo poner en práctica las medidas de seguridad cuando voy a comprar.
3. Potenciar las habilidades comunicativas
Así mismo, está demostrado que las personas más resilientes son aquellas que han aprendido a comunicarse con los demás de manera asertiva, expresando aquello que piensan, pero también compartiendo sus emociones más íntimas, para poder desahogarse con personas de confianza.
Saber gestionar los conflictos, tanto con las personas con las que convivimos, como con las personas con las que nos comunicamos de manera on line, es un factor de buen pronóstico para ser resilientes, y sobrellevar esta situación con menos frentes abiertos.
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4. No anclarse en el pesimismo y el resentimiento
Por otro lado, algo que juega a nuestro favor para ser resilientes es no instalarse en la queja. Si estamos todo el día quejándonos de esta situación, siendo éste un monotema, lo único que conseguimos es aumentar nuestro nivel de “mal rollo emocional”. Es decir, nos provocamos más emociones negativas.
Desahogarse, como decía antes, sí; instalarme en la queja constante, no. El desahogo me alivia, la queja incrementa el malestar emocional.
5. Modificar nuestros hábitos
Y, por último, para ser más resilientes y adaptarnos mejor al día a día, debemos transformar nuestros hábitos. Para ello debemos promover nuestra creatividad. Nos hemos inventado espacios donde trabajar dentro de casa, junto a la familia, “aperitivos” con amigos, cada uno desde casa a través de una pantalla, nuevas manualidades para nuestros hijos, juegos en las redes sociales, etc.
En definitiva, al crear nuevas maneras de funcionar en el día a día, nos estaremos adaptando más rápido a esta nueva manera de vivir (dure el tiempo que dure) y seremos más resistentes, más resilientes.
Conclusión
A pesar de que ésta es una situación muy complicada para todos, ser más resilientes nos permitirá manejar mejor las dificultades que aparezcan, gestionar nuestras emociones, tener más “batería emocional” y sobrellevar esta situación con más energía.
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