Sacrificarse por el bien ajeno es una de las máximas del Cristianismo, algo que ha calado profundamente en las sociedades occidentales. Incluso en las que menos se cree, el acto de ayudar a los demás a costa del bienestar propio es un acto interpretado como bondadoso, de buena persona.
Ayudar a los demás está bien, pero todo tiene un límite e, incluso, a veces esta ayuda puede convertirse en toda una exhibición de creerse mejor que los demás por acumular las cargas que uno, realmente, no puede soportar.
El complejo de mártir es una condición en la que las personas se sacrifican más de lo que deberían, pero a la vez combinado con cierto aire de ser mejor que los demás y una mezcla de baja autoestima. Veamos más a fondo en qué consiste.
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¿Qué es el complejo de mártir?
Muchas personas ponen el bienestar de los demás por delante del suyo e, incluso, consideran las opiniones ajenas como más importantes que las suyas. Esto, que puede parecer tan caritativo y generoso por su parte, acaba haciendo que adopten el rol de una sempiterna víctima pues son las que más sufren de su alrededor, las que mayor adversidades le carga la vida. En realidad es como si se lo buscaran. Esta forma de vivir la vida es lo que podemos llamar como el complejo de mártir.
El complejo de mártir se suele justificar bajo la excusa del amor, el deber y el sacrificio. Implica adoptar una actitud, de forma voluntaria, buscando el sufrimiento y sentirse perseguido con tal de alimentar ciertas necesidades psicológicas.
Es la creencia de que sacrificarse implica ser mejor persona, es pensar que es lo que se debe hacer. La búsqueda de ese sufrimiento lleva al mártir a sentirse en cierta manera mejor consigo mismo.
En la forma del mártir de interpretar al mundo, cargar con el peso de la pena y la desgracia lo interpreta como un acto de bondad, pues se lo quita a otra persona. Le hace sentirse más valiosa, que está cumpliendo con un propósito vital que es el de salvar a los demás del sufrimiento, aunque sea cargándoselo él o ella. Pero este patrón de comportamiento es sumamente autodestructivo dado que ignorar constantemente sus propias necesidades hace que sea crónicamente infeliz, y encima siente que los demás deberían estar agradecidos, pero como no lo demuestran se acaba frustrando mucho.
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¿Cómo se comporta un mártir?
Realmente, en cierto grado todos somos un poco mártires. Lo de sacrificarse por el bien ajeno es algo asentado en las culturas occidentales debido a que es uno de los pilares del Cristianismo. En más de una ocasión nos habremos sacrificado por alguien que nos importa o que creemos que realmente necesitaba un favor o acto desconsiderado por nuestra parte. Pero en el caso de las personas con complejo de mártir esto llega a un extremo muy intenso.
Para identificar a una persona que pudiera tener este complejo debemos prestar atención a varias conductas, pensamientos, creencias y valores. Entre ellos tenemos las siguientes señales.
Se consideran a sí mismos buenas personas, pero al nivel de héroes o incluso santos. Se ven a sí mismos como elevados moralmente ante los demás, lo cual hace que también vea a las demás personas como egoístas o insensibles por dos razones: uno, por no sacrificarse como ellos; y dos, por no valorar el esfuerzo que están haciendo sacrificándose, incluso cuando no hace la más mínima falta. Encima, tienden a exagerar su nivel de sufrimiento para asegurarse de que dan la imagen de persona sacrificada.
Este tipo de personas hablan de tal manera que con su discurso captan la atención y reconocimiento de quienes le escuchan. Suelen tener una muy baja autoestima, algo fácil de detectar porque a menudo dicen que no son dignos o merecedores del amor y, también, tienden a infravalorar su personalidad y habilidades.
Les cuesta decir no y poner límites. Por culpa de esto, se cargan de demasiados favores e, incluso, pueden llegar a caer en relaciones abusivas. Pero paradójicamente, algunos mártires acaban convirtiéndose en manipuladores, maltratadores psicológicos, aprovechando su situación de víctima para hacer chantaje emocional y conseguir lo que quieran de otros.
Otra de las características que los definen es que no son capaces de resolver sus problemas personales de forma eficiente. No ponen en marcha estrategias para resolver sus problemas. Pero es que, además, cuando alguno de estos problemas se acaba solucionando por el mero paso del tiempo, la persona con complejo de mártir pone el foco de atención en otro que antes no le daba tanta importancia. Ven el vaso siempre medio vacío, siempre surgirá un nuevo problema del que lamentarse una y otra vez.
Como decíamos, tienen una visión de sí mismas de personas moralmente superiores a los demás. Esto los motiva a buscar maneras de demostrar su bondad y buenas intenciones, al mismo tiempo que generan situaciones en las que hace que los demás parezcan mala gente, egoístas, malos en simples palabras.
Suelen decepcionarse al ver cómo reaccionan los demás cuando hacen algo por ellos. Esto se debe a que, aunque no lo hagan para obtener favores, a menudo no están contentos con el grado de valoración de sus buenas acciones por parte de los demás. Buscan la admiración y halagos de los demás y, claro, si los demás no lo ven como algo demasiado importante o simplemente lo ven como un favor más, la persona con complejo de mártir se lo toma incluso como una ofensa.
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¿Cómo actuar ante una persona así?
Las personas con complejo de mártir no son fáciles de tratar. Estos individuos pueden llegar a ser extremadamente cansinos y agotadores al estar todo el rato contándonos lo mal que lo están pasando. Su negatividad, cargada de ganas de ser el centro de atención y ansias de reconocimiento nos puede llegar a afectar mucho. Nos contagian su negatividad, haciendo que nosotros también veamos que sufrimos cosas más graves de lo que realmente son pero, encima, consiguen que nos sintamos mal por no ser tan “caritativos” ni “bondadosos” como lo son ellos.
Para lidiar con este tipo de personas podemos usar las siguientes tres estrategias:
1. No aceptar sus favores
No aceptar favores ni ayuda a nuestro favor que él o ella pueda interpretar como un duro sacrificio. Con esta gente sucede que, cuánto más recibamos por su parte, más probable será que el o la mártir se sienta decepcionado con nosotros por no valorárselo, haciendo que eso sea fuente de conflictos en un futuro no tan lejano.
No es cuestión de rechazar todo lo que nos ofrezca, pero sí de valorar cuándo es realmente necesario recibir su ayuda. Aquello que podamos hacer por nuestra cuenta, en caso de que se ofrezca a ayudarnos, le podemos decir que no hace falta, que ya nos apañamos nosotros, que somos autosuficientes.
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2. No alimentar su victimismo
Cuando una persona con complejo de mártir te transmita sus sentimientos de pena y victimismo, lo peor que puedes hacer es darle cuerda. No refuerces su angustia ni caigas en la compasión pues, de hacerlo, contribuirás a su constante gimoteo y quejas de la mucha carga que arrastra en sus espaldas. Lo que debes hacer es cambiar el signo de la conversación, destacando lo positivo de su vida o alguna de sus fortalezas en vez de destacar aquello de lo que se queja.
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3. Explicarle cómo nos sentimos
Si la persona con complejo de mártir es alguien importante para ti, deberías explicarle cómo te hace sentir su victimismo y que su forma de actuar no te beneficia ni a ti ni a ella. Lo más probable es que, de primeras, se ponga a la defensiva. No obstante, si se hablan las cosas tranquilamente, valorando su esfuerzo y ofreciendo soluciones, cabe la posibilidad de que se dé cuenta de que su sufrimiento no sirve para nada y que, además, ha hecho que las personas que pretendía ayudar sufran también.