El autoritarismo es algo más que una forma de gobierno en la que una persona o unos pocos privilegiados. También existen las personas autoritarias; son aquellas que, consciente o inconscientemente, tienden a reproducir comportamientos en los que el propio criterio se trata de imponer al de los demás sin preocuparse por justificar por qué hay que obedecérsele.
Identificar a las personas autoritarias es de relevancia tanto fuera de la intervención psicológica como dentro de ella. En este último caso, hacer esto posibilita establecer una vía de comunicación con ellas y ver conjuntamente cómo podría corregirse este tipo de tendencias.
Cómo reconocer a las personas autoritarias
El modo en el que las personas autoritarias tratan de intentar sostener el poder y dirigir las decisiones y las acciones de los demás puede pasar inadvertida en muchas ocasiones. A fin de cuentas, muchas de ellas no tienen medios para imponer su voluntad por la fuerza directamente, así que tratan de influir en otros de maneras más sutiles y de unos modos en el que muchas veces ni ellas mismas tienen por qué darse cuenta de lo perjudicial de su comportamiento.
Sin embargo, merece la pena tener en mente cuáles son las características de las personas autoritarias, tanto para identificarlas en otras personas que podrían ser una mala influencia como para revisar la posibilidad de que nosotros mismos encajemos, aunque sea parcialmente, con algunas de estas descripciones.
Veamos cuáles son estos rasgos fundamentales de las personas autoritarias.
1. La creencia de que uno tiene la razón "por defecto"
La tendencia de una persona hacia el autoritarismo puede detectarse si esta manifiesta directa o indirectamente que, a falta de que haya indicios que indiquen lo contrario, es ella quien tiene la razón en todos los temas en general.
La creencia de que es uno mismo quien está más capacitado para decidir cómo tienen que ser las cosas y cómo tienen que ser los demás, unida a las asociaciones y aprendizajes realizados en el pasado en el que se ha recompensado este tipo de actitud, es la base de este estilo de comportamiento.
2. El liderazgo no se cuestiona
Las personas autoritarias ven el cuestionamiento de su propio liderazgo como algo personal, una ofensa. Esto es así porque, al asumir como una creencia fundamental que uno mismo manda y el resto obedecen, se toma el propio liderazgo como algo natural, es decir, se normaliza, del mismo modo en el que hace siglos la capacidad de mandar de los reyes y reinas no se cuestionaba y era válido por sí mismo.
Poner en duda que el resto de personas tengan que dejarse llevar por las instrucciones de uno mismo es visto como una transgresión o algo que ha de ser justificado muy bien para poder ser aceptado como un hecho excepcional.
3. Minusvalorando el trabajo y las habilidades de los otros
Para que la creencia de que uno mismo tiene un criterio especial y "privilegiado" para decidir lo que hay que hacer, es necesario mantener la ilusión de que los méritos del resto de personas no lo son tanto. Es decir, que para evitar la disonancia cognitiva de ver que otras personas pueden ser tan o más capaces que uno mismo para decidir y actuar correctamente, hay que interpretar sus éxitos como fruto de la suerte o bien hay que interpretarlos como éxitos parciales.
Por ejemplo, si una persona obtiene un título universitario en el mínimo tiempo posible, una persona marcadamente autoritaria puede recurrir al discurso de que ella conoce más el mundo fuera de las aulas, dando a entender así que sigue estando en posición de aleccionar a la otra en los temas relacionados con su carrera.
4. Ostentando méritos
Por la misma razón por la que tienden a minusvalorar los méritos y capacidades de los demás, las personas autoritarias son especialmente propensas a hacer visibles sus logros y hacer que la atención se dirija hacia ellos. De este modo, ellas mismas tendrán presentes estas justificaciones superficiales sobre por qué uno mismo tiene la autoridad, y al mismo tiempo se llevará la atención de los demás hacia estos méritos más o menos exagerados.
Sin embargo, en aquellos casos en los que las personas autoritarias puedan ejercer el poder sin necesidad de buscar ni siquiera estas mínimas justificaciones, esta característica puede no estar presente. Esto ocurre, por ejemplo, cuando alguien tiene la capacidad material de doblegar a los demás a su voluntad, ya sea por tener una mayor fuerza física o un estatus socioeconómico que puede usarse para perjudicar a los demás.
5. Las exigencias constantes
Las personas autoritarias no se limitan a utilizar esta facilidad para manipular a los demás solo para cumplir algunos objetivos, sino que en muchas ocasiones terminan cayendo en una dinámica en la que se empieza a exigir de los demás muchas cosas y de toda naturaleza. Esto es así porque aprenden que ser autoritario puede ser útil en el corto plazo.
6. Tendencia hacia la agresividad
El hecho de ir exigiendo muchas cosas de los demás hace que terminen creándose situaciones de conflicto e insatisfacción, y es este tipo de fases las personas autoritarias responden enérgicamente para castigar al otro y que los episodios de desobediencia no se vuelvan a repetir.
Estos castigos no tienen por qué estar basados en la fuerza física, sino que pueden expresarse simbólicamente y verbalmente.
7. Autoritarismo en múltiples contextos
Las personas autoritarias no lo son solo en ciertos contextos y no en otros. Como su conducta se fundamenta en aprendizajes que se han realizado en muchas clases de situaciones diferentes, intentarán imponer su punto de vista en todas las variedades de escenarios posibles.
Modificando la conducta autoritaria
Que hablemos de personas autoritarias no significa que estas lo tengan que ser siempre, como si ese adjetivo fuese una etiqueta que define lo más profundo de su personalidad.
Desaprendiendo ciertas dinámicas de relaciones y aprendiendo otras más adaptativas es posible convertirse en alguien más tolerante, y muchas formas de intervención psicológica pueden ser de ayuda a la hora de proveer herramientas que posibiliten este cambio.
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