El cuerpo humano es una máquina compleja. A menudo lleva a cabo tareas en apariencia sencillas; pero que requieren la coordinación de un engranaje muy preciso de órganos, de músculos, de nervios y de ligamentos.
Lo reseñado es particularmente relevante en el proceso que media desde la percepción de un estímulo (en cualquier modalidad sensorial) hasta su arribada al puerto del cerebro donde deba ser procesado.
En el presente artículo abordaremos uno de estos fenómenos: la barognosia. Lo cierto es que todos hacemos uso de ella en nuestras actividades diarias, pero… ¿la conocías?
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¿Qué es la barognosia?
El término barognosia puede ser diseccionado para un análisis etimológico más preciso, que ofrezca información sobre su origen y sobre su significado. Los elementos que lo forman, "baro" y "gnosia", proceden del griego clásico. El primero de ellos se refiere al peso o a la presión (de ahí la palabra barómetro para la medición de esta condición atmosférica) y el segundo alude a la capacidad para reconocer un aspecto de la realidad tras su recepción a través de los sentidos.
Así pues, la barognosia es la capacidad que tenemos las personas para reconocer el peso de los objetos con los que interactuamos en el día a día, con total independencia de otros parámetros visuales o acústicos que pudieran sugerirnos tal propiedad de estos mismos. Se haría uso de esta capacidad, incluida dentro de las funciones del reconocimiento sensitivo, en el momento en que se sujeta un objeto con una mano y se calcula su peso en contraste con otro diferente.
De hecho, este es uno de los mecanismos esenciales a través de los cuales se explora la preservación de la barognosia en cualquier reconocimiento neurológico, algo muy común, pues se trata de una función que puede verse afectada como consecuencia de determinadas patologías del sistema nervioso central o del periférico. Más en concreto, se ubican objetos de morfología similar (pelotas, por ejemplo) en cada una de las dos manos, con el fin de que se estime cuál de ellos es el que tiene mayor o menor peso relativo (variando la magnitud en esta variable para apurar en la precisión de la medición).
Se trata de una capacidad incluida dentro de la categoría general de las esterognosias, una modalidad de reconocimiento perceptivo que se relaciona con el sentido del tacto (háptica), y a partir de la que se extraen las propiedades físicas de los objetos sin necesidad de recurrir al resto de los sentidos. Aunque aquí pueden ser incluidos aspectos tales como la textura o la temperatura, con los que se obtiene un conocimiento más preciso del estímulo con el que se interactúa, para la barognosia se alude a la sensibilidad profunda obviando receptores de otra naturaleza (superficial).
¿Cómo se produce la barognosia?
La barognosia es posible gracias a un grupo de mecanorreceptores ubicados en la piel, el periostio, la cápsula articular, los ligamentos y los meniscos; llamados corpúsculos de Pacini.
A nivel anatómico pueden describirse como terminaciones nerviosas que surgen del axón celular y cuyo extremo adquiere la apariencia de un cono encapsulado, el cual perimetra el espacio central. Este cono está formado por la sucesión de unas 40-80 láminas, conformadas por células de tejido conectivo y separadas por colágeno. Se trata de receptores sensibles a la vibración y a la deformación tisular.
Es precisamente esta misma cápsula, que se deforma cuando se ejerce una presión sobre los tejidos, la que informa al sistema nervioso de la magnitud de tal fuerza externa para que pueda ser interpretada en términos de peso. Dado que su distribución se concentra en las capas profundas de la piel (dermis), así como en la hipodermis de los dedos y las palmas de las manos (zonas glabras), estas suelen ser las partes del cuerpo que se usan con mayor frecuencia para valorar la preservación de la barognosia.
La detección de alteraciones en la barognosia tiene un componente clínico esencial, ya que se trata de tareas de discriminación de las que solo puede informar el sujeto y para las que se carece de pruebas objetivas. No obstante, una vez detectado este síntoma, la atención debe focalizarse en la exploración minuciosa de los tejidos de la piel y del sistema nervioso central y periférico, con el objetivo de filiar una causa orgánica que sea susceptible de intervención.
¿Cómo se evalúa la barognosia?
Las pruebas para evaluar la barognosia están incluidas dentro del protocolo de exploración neurológica para la discriminación táctil, junto a una diversidad de procedimientos dirigidos a valorar la sensibilidad profunda. En todos los casos se pide a la persona que cierre sus ojos, de modo que se minimice la interferencia de cualquier percepción adyuvante. Tras ello se solicita que reconozca cuál es el objeto que se ha dejado sobre su mano, la intensidad de su vibración o la ubicación de distintos puntos cuando son estimulados por presión.
En el caso particular de la evaluación de la barognosia, se insta al evaluando para que se mantenga en postura sedente mientras ubica las palmas de sus manos sobre los muslos (sin contacto) y posicionadas hacia arriba. Se colocan sobre ellas dos piezas con distintos pesos, cuyo tamaño y forma sea equiparable, y se le pide que discrimine cuál de ellas tiene un peso superior. La exploración empieza con una disonancia importante, y progresivamente se ajusta el parámetro hasta la detección de un umbral diferencial.
El umbral diferencial alude al mínimo peso, expresado en gramos, a partir del cual se es capaz de reconocer una diferencia entre dos objetos. Así pues, no siempre se trata de una función cuyo compromiso sea absoluto, sino que a veces existen distintos grados dentro de un espectro que oscila desde la normalidad hasta la afectación completa. Es informativo explorar los límites inferiores y superiores, por lo que se deben considerar la totalidad de las alternativas posibles en ambas extremidades.
Puede ser útil explorar de manera adicional la sensibilidad, la estereognosia (reconocimiento de objetos como monedas, pelotas o dados), la presión táctil (no dolorosa), la grafestesia (reconocimiento de signos trazados sobre la palma de la mano), las texturas, la cinestesia (movimiento), la propiocepción (ubicación del cuerpo respecto al espacio que lo envuelve) y la vibración; pues todas ellas dependen (como la discriminación del peso) de la vía dorsal lemniscal-medial.
Si el sujeto es capaz de responder de manera adecuada, se considera que su barognosia se encuentra perfectamente preservada. En caso contrario se puede inferir la presencia de un problema en cualquiera de los puntos por los que atraviesa la información sensitiva desde los receptores hasta las zonas cerebrales en las que se procesa. La detección de la causa es esencial para elaborar el tratamiento y el diagnóstico diferencial de cualquier patología de base.
En el caso de que la exploración detecte una alteración limitada a la sensibilidad profunda y con conservación de la superficial, se puede sospechar un tabes dorsal. Se trataría de una degeneración de los cordones dorsales de la médula espinal, que perturbaría la habilidad discriminativa sensorial manteniendo la acción de los nociceptores (ampliamente distribuidos en la piel) y los termorreceptores (corpúsculos de Ruffini).
¿Cómo se expresa la barognosia cuando está comprometida?
La barognosia es una forma concreta de reconocimiento que precisa la participación de los corpúsculos de Pacini y de muchas otras estructuras ubicadas en el sistema nervioso.
Cuando un objeto es tomado con la mano, las citadas células envían la información a la médula espinal a través de nervios sensitivos, en ascendencia aferente hasta llegar al bulbo raquídeo y finalmente al tálamo (desde el cual se gestiona una gran parte de la información sensorial). Es a partir de este punto donde se podrá procesar e interpretar la señal, mediado todo ello por la corteza parietal (que integra la sensación en una percepción).
Cualquier punto del trayecto puede alterarse por distintas circunstancias sobrevenidas, con lo que se produciría una abarognosia. Esta se expresa como una dificultad severa al estimar, reconocer y discriminar el peso de los objetos ubicados en zonas del cuerpo susceptibles a la valoración. Con gran frecuencia se produce como resultado de una lesión en la corteza parietal, cuya clínica se manifiesta a un nivel contralateral (si está en el hemisferio derecho se afectaría la mano izquierda, por ejemplo).
Existe evidencia de que las lesiones en el giro postcentral son las que con mayor frecuencia se detectan en personas con abarognosia, las cuales además también cursan con agnosia táctil/háptica (incapacidad para reconocer texturas y formas), agrafestesia (imposibilidad de interpretar números o letras que se trazan sobre la superficie afectada) y atopognosia (dificultad para reconocer el contacto con uno o varios estímulos sobre la piel).
Cuando la abarognosia está presente sin que se observe daño aparente sobre los tejidos, articulaciones o huesos (quemadura, fractura, etc.), es necesario disponer de procedimientos diagnósticos entre los cuales las técnicas de neuroimagen tienen un papel esencial (sobre todo estructurales). A través de estas se podrá complementar la exploración inicial llevada a cabo por el médico especialista en neurología, determinando el estado de la médula espinal y de las regiones cerebrales potencialmente implicadas.