Algunos filósofos y pensadores han propuesto la provocadora idea de que, a pesar de que la felicidad podría ser calificada como el objetivo más importante de la vida de los seres humanos, realmente esta no es una meta final, sino un proceso.
Quizás por eso merece la pena estudiar aquello a lo que llamamos felicidad utilizando para ello un gran angular, y quizás por eso tiene sentido realizar una investigación sobre ella que dure 75 años: el Grant Study.
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Psicología aplicada a la felicidad
Hasta no hace tanto, la psicología aplicada se centraba en el estudio de los trastornos mentales y de las pautas de comportamiento poco apropiadas.
Desde los primeros conductistas, que básicamente querían convertir a los niños en máquinas de cumplir los objetivos que les ponían sus padres, pasando por los discípulos directos de Sigmund Freud, para quienes prácticamente todas las personas tenían problemas mentales, esta joven ciencia parecía orbitar alrededor de la idea del mal menor: mejor mitigar los síntomas de este trastorno que dejar que se exprese, mejor emplear tiempo y esfuerzo en corregir estos comportamientos que hacer que se sigan expresando, etc.
A finales del siglo XX la psicología positiva hizo acto de aparición y colocó el estudio de la felicidad en el eje central de este enfoque. Sin embargo, mucho antes ya se había iniciado uno de los estudios más interesantes sobre aquello que nos produce bienestar. El Grant Study de la Universidad de Harvard, iniciado en el año 1938, ha estado investigando durante décadas el desarrollo de una generación de adultos que en los años 30 se encontraban en edad universitaria.
Hoy en día, muchos de estos voluntarios siguen vivos y continúan presentándose a entrevistas y a exámenes médicos periódicos para dejar que los investigadores sepan cómo va variando tanto su salud como su manera de ver la vida. A su vez, algunos de los científicos que impulsaron la investigación durante sus primeros años de desarrollo siguen vivos e implicados en el proyecto, si bien ya han pasado muchas generaciones por la gestión y la dirección del estudio.
Siete décadas de investigación condensadas en una idea
Uno de los objetivos principales de esta investigación es poder ver con perspectiva aquello que influye en el desarrollo de nuestra salud y en nuestra percepción de estar viviendo una vida feliz. Es por eso que una de las cuestiones que se ha intentado responder ha sido: ¿qué es lo que nos hace felices?
Según Robert Waldinger, el actual director de este proyecto, la respuesta es: las relaciones sociales cálidas y basadas en la confianza. Al examinar las variables que están relacionadas con la percepción de ser feliz, la mayoría de ellas hacen referencia al modo en el que nos relacionamos. No solo importa tener muchas personas con las que se ha podido contar a lo largo de la vida: también es relevante la calidad de estas relaciones, el grado en el que sabemos que podemos confiar en ellas.
Lo que nos hace felices
Claro que siempre se puede concretar más. Dentro de la idea de que las relaciones sociales amistosas y hasta cierto punto íntimas son buenas tanto para nuestra salud como para nuestro nivel de felicidad, hay varios matices a tener en cuenta. Los conocemos a continuación.
1. Sentirse solo está asociado a la mala salud
Da igual si muchas personas conocen nuestro nombre y habla habitualmente con nosotros**: la sensación de soledad se lleva por dentro,** y si aparece, es más posible que no alcancemos las cotas de felicidad que desearíamos. Además, tenderemos a llevar unos hábitos de vida menos saludables que perjudicarán nuestra salud.
2. La importancia de las muestras de afecto en la niñez
En la línea de lo que descubrieron psicólogos como John Bowlby, haber tenido una crianza en la que nuestros padres nos procuraban afecto es un factor sorprendentemente importante que deja una huella importante en nuestro desarrollo psicológico al llegar a la adultez. Habernos sentido desamparados durante nuestros primeros años de vida hace que veamos más lejana la felicidad.
3. Las relaciones sociales también son útiles
Tener un buen trato con las personas no solo es agradable y nos estimula psicológicamente mejorando nuestra salud mental: también va asociado a tener más oportunidades de éxito profesional y de desarrollo intelectual, lo cual a su vez va ligado al grado de felicidad que sentimos.
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