El Estudio Monstruo sobre la tartamudez, de Wendell Johnson

Esta polémica investigación es un ejemplo de cómo la ciencia sin base ética puede dañar a la gente.

Estudio Monstruo
Una investigación que dejó marca en varios niños.Pxhere.

El Estudio Monstruo es una investigación que se realizó en Estados Unidos en la década de 1930 y que pretendía averiguar los efectos de distintas terapias en niños con trastornos del lenguaje y la comunicación.

Este estudio ha generado debates y controversias que han marcado parte importante de la investigación en psicología, específicamente con respecto a sus dilemas éticos. A continuación explicamos qué es el Estudio Monstruo, cómo fue su planteamiento y cuáles son los motivos por los que se considera una investigación polémica.

¿Qué es el Estudio Monstruo?

El Estudio Monstruo (Monster Study) es una investigación sobre el trastorno de la fluencia del lenguaje (tartamudeo), que dirigió el psicólogo norteamericano Wendell Johnson en 1939. Fue realizado bajo la supervisión de Johnson, pero directamente conducido por una de sus estudiantes graduadas, María Tudor.

La investigación se desarrolló en la Universidad de Iowa y participaron veintidós niños huérfanos del orfanato de veteranos también de Iowa. El principal objetivo del estudio era analizar si el tartamudeo podría ser inducido y si podría disminuir con una terapia basada en refuerzos positivos.

En contraposición con la teorías cerebrales que ganaban surge en su època, Wendell creía que la tartamudez es una conducta aprendida, y que como tal, podía ser desaprendida y además inducida.

De acuerdo con el psicólogo, la tartamudez ocurre cuando la persona que escucha a alguien con habla poco fluida, evalúa esto como algo indeseable; cuestión que es percibida por la persona que habla y le causa tensión y preocupación.

La consecuencia de esta tensión y preocupación es que el hablante empeora la fluidez de su discurso; lo cual genera más angustia y nuevamente ocasiona el tartamudeo. En otras palabras, para Wedell la tartamudez es consecuencia del esfuerzo por evitar tartamudear, lo que se origina por la presión que ejerce la persona que escucha.

Diseño del estudio

El Estudio Monstruo inició seleccionando los 22 niños que participaron. De eso 22 niños seleccionados, había 10 que tenían un tartamudeo previamente detectado por sus maestros y cuidadoras.

Después, Tudor y su equipo de investigación evaluaron personalmente el habla de los niños. Generaron así una escala 1 a 5 donde el el 1 hacía referencia a la fluidez más baja; y el 5 hacía referencia a la fluidez más alta. Así, dividieron el grupo de niños: 5 de ellos fueron asignados a un grupo experimental y los otros 5 a un grupo control.

Los otros 12 niños que participaron no tenían ningún trastorno del lenguaje o la comunicación y fueron elegidos al azar también dentro del orfanato. Seis de estos 12 niños fueron asignados también a un grupo control y los otros 6 a un grupo experimental. Tenían entre 5 y 15 años de edad.

Ninguno de los niños sabía que estaban participando en una investigación; creían que en verdad estaban recibiendo una terapia que duraría 4 meses, de enero a mayo de 1939 (el tiempo que duró el estudio).

María Tudor tenía preparado un guión de terapia para cada grupo. A la mitad de los niños les diría algunas frases en positivo, tratando de que los niños dejaran de prestar atención a los comentarios negativos que los demás realizan sobre su habla; y a la otra mitad les diría esos mismos comentarios negativos y pondría énfasis en cada error de su discurso.

Principales resultados

Los 22 niños fueron divididos según si tenían un trastorno de lenguaje o no, en un grupo control y un grupo experimental. Los niños del grupo experimental del recibieron una terapia de lenguaje basada en refuerzos positivos. Esto incluía, por ejemplo, alabar la fluidez de su discurso y sus palabras. Esto aplicaba tanto para los niños que tenía tartamudeo, como para los que no tenían o tenían muy poco.

A la otra mitad de niños, los de grupo control, Tudor les dio una terapia basada en lo contrario: refuerzos negativos. Por ejemplo, exaltaba cada imperfección del lenguaje, menospreciaba el habla, hacía énfasis que eran “niños tartamudos”; y si los niños no presentaban ningún trastorno, les decía que no estaban hablando bien y que estaban presentando los primeros síntomas del tartamudeo.

El único resultado concluyente fue que los participantes de este último grupo presentaron rapidamente síntomas de ansiedad, especialmente por la vergüenza que les provocaba hablar, razón por la cual empezaron a corregir cada discurso de manera obsesiva, e incluso evitar la comunicación. A sí mismo sus tareas escolares decayeron y su conducta se modificó hacia el retraimiento.

¿Por qué se conoce como un estudio “monstruo”?

Este estudio se conoce como “monstruo” por los dilemas éticos que ha generado. El grupo de niños que recibió la terapia basada en refuerzos negativos, presentó efectos psicológicos también negativos a largo plazo, además de que quienes ya tenían trastornos del lenguaje, los conservaron durante toda su vida.

Una vez terminado el estudio, Tudor regresó al orfanato voluntariamente para ofrecer ayuda a quienes habían desarrollado ansiedad y para quienes habían empeorado la fluidez de su habla. Incluso probó con la terapia basada en refuerzos positivos.

Así mismo, Johnson se disculpó un año después diciendo que los niños seguramente se recuperarían con el tiempo, aunque estaba claro que su estudio había dejado una huella en ellos.

Compañeros y colegas de Johnson apodaron esta investigación el “Estudio Monstruo”, calificando como inadmisible que se utilizaran niños huérfanos para comprobar una hipótesis. Actualmente, y luego de varios casos similares a éste, las normas éticas de la investigación en psicología se han reformulado de manera importante.

Después de haber permanecido oculta, esta investigación salió a la luz y provocó que la Universidad de Iowa se disculpara públicamente en el año 2001. Esta misma universidad enfrentó una demanda de miles de dólares de parte de varios de los niños (ahora adultos) que habían sido afectados a largo plazo por la investigación.

Referencias bibliográficas:

  • Goldfarb, R. (2006). Ethics. A Case Study from Fluency. Plural Publishing: USA
  • Polti, I. (2013). Ética en la investigación: análisis desde una perspectiva actual sobre casos paradigmáticos de investigación en psicología. Ponencia presentada en V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. [En línea] Disponible en https://www.aacademica.org/000-054/51
  • Rodríguez, P. (2002). La tartamudez desde la perspectiva de los tartamudos. Universidad Central de Venezuela. Recuperado 12 de mayo de 2018. Disponible en http://www.pedrorodriguez.info/documentos/Tesis_Doctoral.pdf.

Psicóloga | Redactora especializada en Psicología Social

Licenciada en Psicología por la Universidad de las Américas Puebla (México). Máster en Investigación e Intervención Psicosocial por la Universitat Autònoma de Barcelona, con experiencia profesional en inclusión social y educativa así como docencia en psicopedagogía. Cuenta con estudios en política pública y derechos humanos y actualmente es doctoranda en Psicología Social en la Universitat Autònoma de Barcelona, donde trabaja temas relacionados con metodologías cualitativas, salud pública, salud mental, diversidad funcional y perspectiva de género.

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