De entre todos los tipos de aprendizaje, el aprendizaje pre-asociativo es el más simple de todos y el que es compartido por absolutamente todas las especies animales del planeta. Se trata de un tipo de aprendizaje de naturaleza implícita o subconsciente que permite a las especies adaptarse al entorno.
Basta que un organismo esté dotado del más simple de los sistemas nerviosos para que este aprenda de forma pre-asociativa, que en definitiva, se refieren a la capacidad de un organismo para responder o no hacerlo a los estímulos del medio.
Habituación y sensibilización
Dentro del aprendizaje pre-asociativo encontramos dos fenómenos: la habituación y sensibilización. Por el momento nos centraremos en el primero.
La habituación: definición y ejemplos
Es considerado como la forma de aprendizaje más primitiva de aprendizaje y se define como el decremento de la respuesta de un organismo a un estímulo, en otras palabras, es el proceso por el cual dejamos de responder a aquello que no es relevante.
Es un fenómeno tremendamente cotidiano y frecuente en nuestro día a día. Aquellas personas que viven cerca de un aeropuerto, una carretera de grandes dimensiones o una discoteca lo reconocerá fácilmente, ya que si para ti es la primera vez que te encuentras en la cercanía de lugares tan ruidosos te resultará imposible vivir en esas condiciones, mientras que los que ya llevan viviendo en esas condiciones unas semanas, ya no escuchan la contaminación acústica. La habituación ha actuado sobre ellos, y ha hecho que los estímulos que para nosotros resultan aversivos en un primer momento, ellos sean incapaces de escucharlos si no es prestando una atención muy detenida.
Una forma de aprendizaje que nos permite adaptarnos al medio
Pero el ruido ambiental es solo un representativo ejemplo de las múltiples situaciones en las que este proceso se encuentra presente. Estoy seguro de que cuando vas conduciendo o andando al trabajo no prestas atención a todos aquellos detalles de la carretera, los carteles, señales y publicidad te resultan completamente invisibles ya que has aprendido a no responder a ellos.
Si un niño no hace caso a las frecuentes regañinas e intentos de cambio de un profesor o unos padres descontentos con sus notas académicas, no sería justo decir que el niño es desobediente, por el contrario seguramente se trate de que los constantes gritos y llamadas de atención ya no sean la forma más correcta de conseguir el cambio en él, ya que ha dejado de responder a ellas. También es el caso de la típica persona que no hace más que quejarse o discutir cada vez que habla y cuyos intentos de queja e indignación quedan reducidos a cero ya que los dejamos de percibir, como se suele decir “por un oído me entra, y por el otro me sale”.
Un aprendizaje necesario para la supervivencia
Como habréis podido comprobar, este mecanismo es tan simple como funcional. Sin este tipo de aprendizaje, no sería posible la perpetuación de la vida. Cualquier estímulo que entrase por la pupila de nuestros ojos o por nuestro oído sería considerado, analizado y se le daría respuesta.
Esta situación haría que fuésemos incapaces de dar un paso sin analizar antes infinita estimulación ambiental que resulta irrelevante. Por tanto, permite que nos desenvolvamos con soltura por nuestro ambiente cercano sin tener que molestarnos en analizar los posibles efectos de cualquier sensación que nos encontremos por el camino y que nos encontremos a nuestro paso.
Un proceso que conlleva realidades sociales negativas
Aunque estrictamente necesario para la vida, la habituación puede llevar a fenómenos que no nos son agradables y le quitan emoción a la vida. El aburrimiento, la rutina y el hastío siempre son precedido por este aprendizaje, nuestro organismo no se encuentra estimulado por nada que le rodea y exige estimulación adicional a la que nuestro organismo sea capaz de reaccionar y sentirnos vivos.
De la misma forma, es el responsable de que el tiempo se pase de forma tan rápida ya que al no ser percibido los elementos de nuestro entorno, no es recordado y por lo que sabemos de la relación memoria-percepción del tiempo, al no almacenar nuevos recuerdos, nuestra percepción del tiempo es más rápida y suspiramos con razón la rapidez con la que la vida pasa.
Remedios para acabar con los efectos negativos de la habituación
Por lo que hemos visto, resulta imposible pensar una vida sin este fenómeno aunque conlleve una reducción de la atención de nuestro entorno, lo que desemboca en las situaciones de aburrimiento y sensaciones de fugacidad. No obstante existen formas de combatir sus consecuencias negativas.
Actividades como la meditación, el yoga, Mindfulness y por lo general, cualquier actividad que surge de raíces budistas se basan en el desarrollo de la atención plena de nuestro entorno exterior e interior, consiguiendo así que las pequeñas y rutinarias actividades de nuestra vida se hagan grandes y representativas. Como suele decirse, las pequeñas cosas de la vida son las más importantes así que no dejemos que este proceso inherente a la naturaleza humana nos impida verlas.