Sesgo de la normalidad: qué es y cómo nos afecta

Este fenómeno psicológico hace que minusvaloremos la posibilidades de que desastres ocurran.

Sesgo de la normalidad

Los sesgos cognitivos son “trampas” de la mente que nos hacen desviarnos de la realidad “objetiva” y que nos conducen a errores, a la hora de decidir sobre determinadas situaciones o de proponer soluciones efectivas a problemas.

Uno de estos sesgos es el sesgo de la normalidad, que hace que le restemos importancia a las situaciones de emergencia y a sus posibles efectos. En este artículo veremos en qué consiste exactamente este sesgo, qué consecuencias conlleva, por qué se produce y cómo podemos combatirlo.

Sesgo de la normalidad: ¿en qué consiste?

El sesgo de la normalidad es un sesgo cognitivo que hace que creamos, irracionalmente, que nunca nos ocurrirá nada malo porque nunca nos ha ocurrido. Es decir, que todo siempre será “normal” y nada romperá con esa normalidad. Este sesgo se activa ante situaciones de emergencia o desastres, como veremos a continuación.

Básicamente, las personas con el sesgo de la normalidad manifiestan dificultades (o incluso la incapacidad) para reaccionar a situaciones que no han experimentado nunca antes (las cuales suelen ser traumáticas, peligrosas o de emergencia). Esto se produce porque subestiman la posibilidad de que tal desastre ocurra, y una vez ocurre, subestiman sus posibles efectos.

En otras palabras, sería esa tendencia a creer que todo funcionará como lo hace normalmente, es decir, con la normalidad cotidiana, sin imprevistos. Se estima que alrededor de un 70% de las personas presenta el sesgo de la normalidad en situaciones de emergencia o desastre.

Sesgo opuesto

Como dato interesante, decir que el sesgo opuesto al sesgo de la normalidad es el denominado inclinación a la negatividad, que sería justamente esa tendencia a creer y a pensar que nos pasarán cosas malas.

Sería, además, centrarse mucho más en las cosas malas que en las buenas, tendiendo a ser negativos o pesimistas en todo momento. Así pues, este sesgo tampoco es adaptativo, porque nos convierte en personas pesimistas centradas en pensar que todo lo malo llegará.

El sesgo en situaciones de emergencia

El sesgo de la normalidad puede aparecer en situaciones de emergencia o desastres; pongámonos en situación para entenderlo mejor: imaginemos que nunca hemos vivido nada demasiado traumático, o que no hemos estado nunca expuestos a una situación de emergencia.

¿Qué ocurrirá cuando nos encontramos con una de ellas y manifestemos el sesgo de normalidad? Que probablemente nos costará creer que se trate realmente de una emergencia, y la situación no nos parecerá “real”. Nuestro cerebro habrá activado este sesgo, a través del cuál analizará la situación novedosa y estresante como si no lo fuera realmente, y como si fuera algo normal.

Así, este sesgo puede resultar contraproducente en situaciones de emergencia, ya que si en una situación así, nuestra mente nos hace creer que la emergencia no es real (o que “no hay para tanto”), no pondremos en marcha los recursos necesarios para hacer frente a esta situación, no podremos ayudar y estaremos también en peligro.

En este sentido, pues, el sesgo de normalidad no es muy adaptativo que digamos, ni efectivo para la supervivencia.

Consecuencias del sesgo

Así, ante situaciones de emergencia (por ejemplo un incendio, una llamada de auxilio por parte de alguien, un atraco…), si nuestra mente activa el sesgo de la normalidad, subestimaremos esa situación, creyendo que no es tan grave, que no es real o que no conducirá a efectos perjudiciales.

Además, el sesgo de la normalidad impide que nos preparemos (tanto físicamente como mentalmente) ante la posibilidad de sufrir una catástrofe.

Otra de las consecuencias del sesgo de la normalidad, como ya mencionábamos, es la incapacidad para afrontar la situación de forma adaptativa, lo que hace que no pongamos en marcha los recursos necesarios para afrontarla; que no nos movilicemos, no pidamos ayuda, no socorramos, etc.

A través de este sesgo, nuestra mente, inconscientemente, nos está enviando el siguiente mensaje: “si nunca antes ha ocurrido un desastre aquí, ahora no tiene por qué ocurrir”.

Por otro lado, las personas con este sesgo, ante la situación novedosa y/o de peligro, interpretan las señales de aviso que indican tal peligro, de una forma totalmente optimista, restándoles importancia y además, aprovechando cualquier ambigüedad del contexto para entender que la situación “no es tan grave como parece”.

Esto es un error y puede ponernos en peligro; recordemos que los sesgos suelen conllevar un procesamiento inadecuado, inefectivo o irracional de la información, y que acaban originando en nosotros/as juicios o creencias desviadas, erróneas o disfuncionales. Es lo que ocurre también, pues, con el sesgo de la normalidad.

Cuando no aparece el sesgo

¿Qué ocurre cuando no manifestamos el sesgo de la normalidad ante situaciones de emergencia? Pueden pasar muchas cosas, ya que cada persona reacciona diferente.

Hay personas que se movilizan más fácilmente ante situaciones de emergencia; otras, en cambio que se bloquean y tienen dificultades para decidir qué hacer de forma más o menos rápida (lo que no significa que manifiesten el sesgo de la normalidad). Y así un largo etcétera, ya que ante situaciones imprevistas, no es fácil anticipar cómo actuará cada persona.

Una periodista estadounidense, Amanda Ripley, estudió las respuestas de las personas ante situaciones de emergencia o desastre, y encontró lo siguiente: según ella, existen tres fases de respuesta cuando reaccionamos ante un desastre: la primera fase es la negación (negar que eso está sucediendo; podríamos incluso enmarcar aquí, el sesgo de la normalidad), la segunda es la de la deliberación (pensar: ¿qué hago ahora? ¿cómo actúo?), y la tercera es el momento decisivo (actuar o no actuar).

Cada persona avanza de diferente manera por estas tres fases; hay personas que se quedan en la primera, otras en la segunda, y finalmente algunas en la tercera (donde se pasa a la acción, a la movilización).

Causas

Se ha propuesto una hipótesis para explicar el origen del sesgo de la normalidad. Dicha hipótesis menciona la manera en la que el cerebro procesa la nueva información; según ella, el estrés disminuiría la probabilidad de procesar adecuadamente la información.

Es interesante saber, además, que aún estando el cerebro en calma, éste tarda entre 8 y 10 segundos en procesar la nueva información.

Así, intentándolo explicar de forma bastante sintetizada, en el sesgo de la normalidad, el cerebro tendría dificultades para encontrar una respuesta “aceptable” a lo que está sucediendo, y por ello acabaría desarrollando justo la idea contraria, y es que “no sucede nada relevante” o “nada preocupante”.

¿Cómo combatir el sesgo de la normalidad?

Seguramente la mejor manera de combatir este sesgo es mentalizándonos que nos puede ocurrir, pero también que podemos evitarlo, si somos conscientes de esa posibilidad. Pensar con racionalidad y de forma realista, aunque no siempre resulte sencillo, puede ayudarnos.

Por otro lado, se han propuesto diferentes respuestas, que se estructuran en cuatro fases o etapas, para combatir el sesgo de la normalidad (referidas a gran escala). Estas consisten en:

1. Preparación

En este primera etapa, se reconoce que existe la posibilidad de que exista un desastre. Se diseñan planes para afrontarlos en caso de que suceda.

2. Advertencia o alerta

Se informa de que está sucediendo una catástrofe (sin ambigüedades), para que las personas sean conscientes de la gravedad de la situación y puedan empezar a movilizarse.

3. Impacto

Se activan los planes de emergencia; intervienen los equipos de emergencia, rescate y socorro. Es decir, se empieza a actuar.

4. Consecuencias

Se intenta reestablecer el equilibrio que se ha roto a raíz de la catástrofe. Se proporcionan los suministros y la ayuda necesaria posterior al desastre.

Referencias bibliográficas:

  • Morales, J.F. (2007). Psicología Social. Editorial: S.A. McGraw-Hill / Interamericana de España
  • Myers, D.G. (1995). Psicología Social. Ed. McGraw-Hill, México.
  • Organización Mundial de la Salud. (2003). La salud mental en las emergencias. Ginebra: Departamento de Salud Mental y Toxicomanías/Organización Mundial de la Salud.
  • Rodríguez, J., Davoli, Z. y Pérez, R. (2006). Guía práctica de salud mental en situación de desastres. Iris, Repositorio Institucional para intercambio de información. Organización Panamericana de la Salud.

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

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