Perder un sentido es siempre causa de un importante malestar y dificultades en la vida diaria. Las personas que sufren ceguera o sordera precisan de ciertas ayudas para poder desempeñar de forma plen a su vida, no sin encontrar obstáculos por el camino.
Sin embargo, perder el sentido del gusto o del tacto también suele tener un impacto muy negativo en las personas.
En este artículo vamos a hablar de la pérdida de la capacidad para oler, esto es, la anosmia. Esta discapacidad poco conocida no es algo que deba ser considerado como nimio, pues puede suponer hasta una amenaza para la persona afectada por esta condición.
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¿Qué es la anosmia?
La anosmia es la incapacidad para percibir el olor o, también, puede tratarse de la disminución significativa de la capacidad olfatoria.
Esta problemática puede tener una duración variable, siendo en muchos casos algo temporal, debido a un resfriado o algún problema pasajero en las vías respiratorias. En otros casos, la causa puede ser más grave y ocasionar anosmia de forma permanente, como lo sería el factor genético y el haber sufrido un accidente con afectación cerebral, especialmente si se han perjudicado las estructuras cerebrales encargadas del sentido del olor.
Así pues, la causa de este problema puede estar tanto en las fosas nasales como en los nervios y el cerebro. Esto puede ocasionar diferentes tipos de anosmia, afectando a la capacidad de oler de una o de las dos fosas nasales. Cuando solo no se puede sentir olores en una fosa nasal hablamos de anosmia unilateral.
Términos relacionados con la anosmia son la hiposmia, que es una disminución en la capacidad para oler, e hiperosmia, que es cuando se huele con mayor intensidad. Puede darse el caso de que sea anósmico solo para ciertos tipos de olores. Cuando la anosmia se da desde el nacimiento, se denomina anosmia congénita.
¿Cómo olemos?
Para entender mejor cómo se puede dar la anosmia, primero debemos entender cómo funciona nuestro sentido del olfato. El olor es la sensación resultante de inhalar partículas que se adhieren a los receptores de las membranas mucosas de la nariz. Estos receptores se encuentran en la glándula pituitaria amarilla. Los receptores son capaces de detectar hasta siete olores esenciales: etéreo, almizclado, floral, mentolado, picante, alcanmforado y pútrido. La combinación de estos permiten percibir hasta 10.000 fragancias diferentes.
Cuando se estimula el receptor, se envía un impulso nervioso a través del nervio olfatorio (primer par craneal) que lleva la información al bulbo olfatorio. Desde ahí, la información va a parar al hipotálamo y, luego, a la corteza cerebral que es donde se hace consciente el olor.
Si la mucosa nasal, los nervios o las estructuras cerebrales implicadas en la percepción del olor se han visto perjudicadas, puede darse la anosmia en diferentes grados y con diferentes opciones de tratamiento en caso de que sea posible remediarla.
Síntomas asociados
El síntoma principal y por el cual es identificada la anosmia es la ausencia de la percepción de estímulos olfactivos. La forma en que se da esta pérdida de la capacidad para oler puede darse de múltiples maneras, ya sea brusca e insidiosamente o de forma progresiva.
La capacidad de detectar olores no está tan desarrollada en los humanos como en otras especies; sin embargo, tiene finalidades evolutivas y su pérdida supone desventajas que afecta al día a día de las personas anósmicas.
Los alimentos en mal estado, las fugas de gas y los incendios son situaciones que se pueden identificar mediante el olor. Es por este motivo que no poder detectarlas supone un auténtico riesgo para la persona, dado que se expone sin saberlo a una amenaza potencialmente mortífera.
Las personas que han perdido la capacidad de sentir olor de forma adquirida pierden el apetito, dado que no pueden percibir un estímulo propio de los alimentos que los hacen atractivos como es su buen olor. Esto puede degenerar en adelgazamiento excesivo y desnutrición.
Además, en casos en que este problema se presenta de forma adquirida se da sintomatología depresiva, debido a que estímulos olfactivos asociados a recuerdos emotivos ya no se pueden sentir, lo cual hace que la persona sienta que ha perdido parte de su capacidad de recordar. Además, puede darse pérdida de líbido al no detectar olores sexualmente excitantes.
Posibles causas
Son múltiples las causas que pueden haber detrás de la aparición de la anosmia, además de poder afectar a diferentes estructuras implicadas en el sentido del olfato. La pérdida temporal de la capacidad de oler puede deberse a problemas infecciosos e inflamatorios, como resfriados, reacciones alérgicas, sinusitis aguda, fiebre del heno, gripe, pólipos, tumores y deformidades en los huesos en el interior de la nariz.
En los casos en que esta condición médica se da de forma grave y permanente, detrás puede estar el haber sufrido un accidente craneoencefálico que ha dañado estructuras cerebrales o haber heredado este problema. La anosmia está asociada al envejecimiento normal y también se da en estadios tempranos de demencias.
Esta puede un síntoma en la enfermedad de Alzheimer, Huntington, Parkinson y Niemann-Pick, además de aparecer en atrofia multisistémica, esquizofrenia, síndrome de Korsakov y otros trastornos graves. También puede ser consecuencia de algunos problemas a nivel cerebral pueden estar detrás de sufrir anosmia: cirugía cerebral, aneurismas, lesiones cerebrales traumáticas...
El síndrome de Kallman es la causa de anosmia congénita más frecuente. En este caso, se podría deber a que en la embriogénesis de la placoda olfatoria se da una falta de epitelio olfatorio que es sustituido por epitelio respiratorio en el desarrollo anormal del embrión.
El abuso de espráis nasales puede afectar a la mucosa nasal, tanto los espráis de vasoconstricción nasales como los utilizados como remedio sintomático de algunas formas de alergia. Si bien su uso ocasional no supone un riesgo, se debe evitar su abuso y, en caso de sufrir inflamación nasal duradera, recurrir a un profesional para evaluar otras opciones. La cirugía nasal, como la rinoplastia, también pueden ocasionar la aparición de este problema. La exposición a ciertas sustancias químicas, como insecticidas y disolventes, además de sufrir deficiencia de zinc se ha asociado con la aparición de anosmia.
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Diagnóstico
A la hora de averiguar si una persona puede estar sufriendo anosmia, es necesario llevar a cabo una entrevista, dado que, aunque pueda parecer sorprendente, hay personas anósmicas que no saben que sufren este problema, especialmente si lo tienen de forma congénita.
Para detectar este problema se utilizan test de acetilcisteína. También se pregunta a la persona si ha sufrido algún tipo de lesión o si ha abusado de ciertas sustancias que se introducen por vía nasal. Además, se pregunta si ha sufrido problemas respiratorios, especialmente en la nariz. Se realiza un examen del interior de las fosas nasaes utilizando un rinoscopio
Así, se lleva a cabo una evaluación neurológica para ver si algún nervio se ha sido dañado tras un accidente. Son más comunes de lo que se piensa los casos de personas que han sufrido accidentes de coche o de otro tipo que han empezado a sufrir los síntomas de la anosmia unilateral.
Es habitual que los casos de anosmia congénita no sean debidamente detectados, principalmente porque la persona nunca ha olido en su vida y, por lo tanto, no tiene la experiencia de lo que es el sentido del olfato.
Tratamiento
Dependiendo de cual sea la causa que ha originado la anosmia, habrá diferente tratamiento. La anosmia debida a lesiones cerebrales difícilmente es tratable, pero sí la que tiene como causa alguna inflamación en las mucosas nasales. En este segundo caso, se hace uso de glucocorticoides, antihistamínicos, antiinflamatorios y antibióticos.
Por otro lado, las anosmias cuya causa es una obstrucción nasal o la aparición de pólipos y tumores precisarán una intervención quirúrgica. Ciertas pérdidas de la capacidad de oler se deben a carencias nutricionales, como pueden ser la falta de zinc, se corrigen aportando la sustancia deficitaria.
Referencias bibliográficas:
- Ropper A. H., Brown R. H. (2007). Trastornos del olfato y el gusto. En: Ropper A. H., Brown R. H. (Eds). Principios de Neurología, (195-202). México: McGraw-Hill Interamericana.
- Soler G. M. (2002). Anosmia congénita: revisión y casos clínicos. Federación Argentina de Sociedades de Otorrinolaringología, 1: 55-60.