El hígado es el órgano de mayor tamaño de nuestro cuerpo. Gracias a él, podemos digerir los alimentos, almacenar energía y eliminar las toxinas de nuestro organismo. No obstante, al igual que el resto de órganos y estructuras, el hígado no es inmune a los virus y enfermedades.
Una de las principales afecciones del hígado es la hepatitis, en cualquiera de sus diferentes formas. En este artículo analizaremos qué es la hepatitis, describiremos los diferentes tipos, sus síntomas y su tratamiento.
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¿Qué es la hepatitis?
La hepatitis es una enfermedad vírica que provoca la inflamación del tejido hepático, afectando a órganos vitales; principalmente al hígado.
Si bien es cierto que algunas personas no llegan a desarrollar síntomas de hepatitis, los signos más comunes de la aparición de esta enfermedad incluyen el desarrollo de un tono amarillento en piel y ojos, así como falta de apetito y sensación continua de cansancio.
Dependiendo de la duración de esta (más o menos de seis meses), podemos distinguir entre hepatitis temporal y hepatitis crónica. La forma temporal se presenta de manera aguda durante un periodo de tiempo, mientras que la hepatitis crónica aparece con menor gravedad pero durante un tiempo más prolongado.
No obstante, a pesar de que la hepatitis temporal o aguda puede remitir por si misma, en ocasiones puede llegar a convertirse en hepatitis crónica y muy raras veces dar lugar a una insuficiencia hepática aguda. Por lo que respecta a la hepatitis crónica, esta forma puede acabar en una cicatrización del hígado, una insuficiencia hepática e, incluso, en cáncer de hígado.
La mayoría de casos de hepatitis están causados por una infección vírica. No obstante, el consumo de drogas o alcohol una respuesta autoinmune anormal también pueden ser la causa de esta enfermedad del hígado. Podemos diferenciar entre varios tipos de hepatitis, hepatitis A, B, C, D, categorizadas según el tipo de virus o causa que la provoque.
En datos del año 2015, existían aproximadamente 114 millones de casos de hepatitis A en todo el mundo; 343 millones de personas afectadas de hepatitis B crónica y 142 millones con hepatitis C crónica.
Como consecuencia, se calcula que, anualmente, se dan más de un millón de muertes causadas por la hepatitis tanto directa como indirectamente. En la mayoría de los casos las personas con hepatitis fallecen a causa de la cicatrices hepáticas o por cáncer de hígado.
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Síntomas de esta enfermedad
Aunque existen personas en las que las que esta enfermedad resulta asintomática, la hepatitis se caracteriza por presentar un amplio abanico de síntomas, abarcando desde síntomas muy leves o apenas perceptibles, hasta la insuficiencia hepática grave.
Además, en cada una de las diferentes formas de hepatitis los síntomas pueden manifestarse de diferentes maneras. Sin embargo, debido a que en todos los casos el riñón es el principal órgano afectado, la hepatitis puede presentar los siguientes síntomas hepáticos:
- Disminución y pérdida de apetito.
- Náuseas y/o vómitos.
- Diarrea.
- Orina de tono oscuro y heces pálidas.
- Dolor estomacal.
- Coloración amarillenta de piel y ojos o ictericia.
En los casos en los que la hepatitis se complique o se vuelva crónica pueden aparecer insuficiencias hepáticas, cáncer de hígado o incluso cirrosis, una condición que provoca la cicatrización permanente del hígado. Tipos de hepatitis: causas y tratamiento
1. Hepatitis A
La hepatitis A es una de las formas de hepatitis más contagiosas. Causada por el virus de la hepatitis A, la forma más probable de contagiarse es mediante alimentos o agua contaminada, así como mediante contacto cercano con una persona u objeto contagiado. Las vías más comunes de contagio incluyen:
- Ingesta de alimentos manipulados por una persona con hepatitis A que no se ha lavado bien las manos.
- Beber agua contaminada.
- Ingesta de crustáceo crudos que se encontraban en aguas contaminadas con hepatitis A.
- Contacto cercano con una persona infectada.
- Relaciones sexuales sin protección con una persona infectada.
Los síntomas característicos de la hepatitis A no suelen aparecer hasta que el virus permanece en el cuerpo durante unas semanas y tampoco aparecen en todos los pacientes.
Tratamiento
Por el momento no se ha desarrollado un tratamiento específico para la hepatitis A. Habitualmente, el organismo es capaz de eliminar el virus por sí solo, necesitando aproximadamente unos 6 seis meses para que el hígado se recupere por completo.
No obstante, se recomienda que la persona se mantenga en reposo, consuma alimentos ricos en calorías, se mantenga hidratado y evite el consumo de alcohol.
2. Hepatitis B
En cuanto a la hepatitis B, esta está causada por el virus de la hepatitis B y su contagio se asocia principalmente al contacto sexual sin protección, intercambio de agujas infectadas, pinchazo accidental con una aguja infectada o mediante la transmisión de madre a hijo.
En la mayoría de casos la hepatitis B se vuelve crónica, aumentando el riesgo de insuficiencias hepáticas, cáncer de hígado o cirrosis.
Tratamiento
El tratamiento para la hepatitis B se divide en: tratamiento para prevenir la infección tras la exposición, tratamiento para la hepatitis B aguda y tratamiento para la hepatitis B crónica. En el caso de la prevención del contagio de la hepatitis B, el personal médico administra una inyección de inmunoglobulina y un inyección contra la hepatitis B.
En la hepatitis B aguda es posible que no se requiera tratamiento puesto que la infección puede desaparecer por sí sola. En casos leves se recomienda descanso y mucha hidratación, mientras que en los casos más severos es posible que se requieran medicamentos antivirales.
Finalmente, la hepatitis crónica requiere de un tratamiento de por vida el cual disminuya tanto los síntomas como las probabilidades de contagio o otras personas. El tratamiento contra la hepatitis B puede incluir medicamentos antivirales, inyecciones de interferón o, incluso, un trasplante de hígado si este se encuentra muy dañado.
3. Hepatitis C
En el tercer tipo de hepatitis, la hepatitis C se propaga mediante la diseminación de sangre contaminada con el virus de la hepatitis C. Esto significa que, para que se dé el contagio, la sangre contaminada con el virus ingresa en el torrente sanguíneo de una persona no infectada.
Además de los síntomas habituales, la hepatitis C puede provocar una serie de síntomas específicos de esta. Estos incluyen:
- Sangrados y hematomas fáciles de causar.
- Sensación de picor en la piel.
- Acumulación de líquido en el abdomen.
- Hinchazón en las piernas.
- Sensación de confusión, somnolencia y dificultad para hablar.
- Aparición de vasos sanguíneos en tipo de araña.
Al igual que en la hepatitis B, el tratamiento de la hepatitis C consta de medicamentos antivirales, vacunas contra la hepatitis C y/o transplante de riñón.
4. Hepatitis D
También conocida como virus delta, la hepatitis D posee la tasa de mortalidad más alta y solamente se propaga en presencia del virus de la hepatitis B; por lo que se considera un satélite subviral. El contagio de la hepatitis D puede suceder ya sea por una infección simultánea con la hepatitis B o superpuesta a la hepatitis B crónica.
Estas coinfecciones o superinfecciones pueden acarrear en el paciente complicaciones mucho más graves como insuficiencia hepática en infecciones graves y una aparición y progresión rápida de la cirrosis hepática. Lo que comporta un mayor riesgo de cáncer de riñón.
Tratamiento
Se ha demostrado que la vacuna contra la hepatitis B protege también contra el virus de tipo C, debido a su dependencia. No obstante, en el caso de contagio seguro, el tratamiento con interferón ha resultado ser muy eficaz para reducir la carga viral y el efecto de la enfermedad durante el tiempo que se administra el medicamento.
Referencias bibliográficas:
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