Una úlcera es una llaga o lesión en cualquier tejido que provoca la pérdida de sustancia. A pesar de que su localización puede ser diversa y con síntomas muy variados, la más típica de todas es la úlcera péptica, que afecta a la pared del estómago o duodeno.
Los signos de la presencia de una úlcera en el paciente van desde heridas superficiales sangrantes hasta dolor abdominal intenso de naturaleza corrosiva. Desde luego, este tipo de lesión cursa con una serie de síntomas cuanto menos molestos.
Debido a la prevalencia de este tipo de daños epiteliales (como veremos a continuación) y la posible agravación del cuadro clínico sin un tratamiento eficaz, vemos necesario informar a todos los lectores sobre los tipos de úlcera y cómo identificarlos. En el ámbito médico, cada segundo hasta el diagnóstico cuenta.
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Tipos de úlcera: lesiones crónicas debilitantes
Según la Real Academia Española de la lengua (RAE), una úlcera se define como “una solución de continuidad con pérdida de sustancia en los tejidos orgánicos, acompañada ordinariamente de secreción de pus y sostenida por un vicio local o por una causa interna.”
Traduciendo esta terminología a un lenguaje más amable, podemos decir que se trata de una lesión en un tejido que causa la pérdida de sustancia y es de difícil cicatrización.
Para entender la importancia clínica de este tipo de daños en los tejidos, es necesario que recurramos, como ya es tradición, a cifras epidemiológicas. Para ello, vamos a fijarnos en la úlcera péptica, el tipo más extendido en la población a nivel global:
- Según diversos estudios, un 10 % de la población en cualquier lugar dado sufrirá una úlcera péptica en algún momento de su vida.
- En algunos grupos muestrales la proporción de afectados asciende hasta un 12,4 %.
- La tasa de mortalidad es muy baja, pues causa la muerte de entre dos y tres personas por cada 100.000 habitantes al año.
- Este proceso ulceroso está correlacionado con la presencia de la bacteria Helicobacter pylori, presente en el 50 % de la población mundial.
Como vemos, estamos ante una enfermedad relativamente silenciosa con una prevalencia mucho mayor de lo que en un principio podría esperarse. Una vez hemos contextualizado el impacto de este tipo de lesiones en la sociedad, es momento de sumergirse de lleno en los tipos de úlcera.
1. Úlcera péptica: la reina de las lesiones gástricas
La úlcera péptica es una lesión que afecta a la mucosa del estómago o el duodeno, siendo mucho más frecuente el segundo caso. Puede afectar tanto a hombres como mujeres desde la infancia hasta una edad avanzada, pues se calcula que una de cada 10 personas la sufrirán en algún momento de su vida.
En tiempos pasados se consideraba que una presencia excesiva de ácido clorhídrico (compuesto esencial para la digestión de alimentos) en el estómago era el principal factor desencadenante del proceso ulceroso, pero investigaciones más recientes colocan al microorganismo Helicobacter pylori como el principal sospechoso.
La mayoría de los casos reportados se asocian a esta bacteria, que como ya hemos dicho, se encuentra en el tracto digestivo del 50 % de la población global. Aún así, esta infección suele ser silenciosa, pues solo del 10 al 20 % de los afectados llegarán a sufrir en algún momento de su vida síntomas asociados a ella.
H. pylori presenta una enzima ureasa capaz de dar lugar a amoniaco como producto metabólico final. Este compuesto tóxico, naturalmente, maltratará a la mucosa gástrica o duodenal favoreciendo la aparición de úlceras. A pesar de la importancia de este patógeno en el proceso, se ha observado que otros factores tales como el consumo de fármacos antiinflamatorios no esteroideos también están correlacionados con la aparición de la úlcera péptica.
La sintomatología más común de esta enfermedad comprende sensación de malestar general, vómitos y náuseas, dolor corrosivo abdominal y pérdida de peso. El tratamiento específico se hace esencial, pues las hemorragias corrosivas o la perforación gástrica son complicaciones casi garantizadas si no se obtiene ayuda médica por parte del paciente.
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2. Úlceras cutáneas
Menos comunes que las anteriores, pero desde luego no carentes de importancia, las lesiones cutáneas son tipos de úlceras que provocan la pérdida de la epidermis e incluso otras capas más profundas del epitelio.
Un ejemplo a destacar en este tipo de lesiones es la úlcera de Buruli, causada por el microorganismo bacteriano Mycobacterium ulcerans. Este microorganismo produce una toxina destructiva (micolactona) que provoca daños en los tejidos e inhibe la respuesta inmunitaria.
Esta enfermedad, foránea para la población occidental, es una de las patologías emergentes más desatendidas en África y América del sur. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos señala que hasta el año 2010 se producían una media de 5.000 casos anuales, y aunque a día de hoy se registren alrededor de la mitad, continúa siendo desde luego un problema a considerar.
Este tipo de úlceras suelen ser indoloras y se producen en el 60 % de los casos en las extremidades inferiores (piernas). También pueden presentarse en una forma diseminada por todo el cuerpo. Las lesiones causadas por M. ulcerans pueden llegar a afectar incluso al hueso, y uno de los peligros más grandes que albergan es que facilitan la entrada de otras bacterias patógenas al cuerpo del paciente al dejar una vía libre en la úlcera epidérmica.
Aún así, no todas las úlceras cutáneas están asociadas al microorganismo expuesto. Existen lesiones por presión (mala irrigación de los vasos sanguíneos en algún área dérmica) que se dan, por ejemplo, en pacientes en hospitales que son incapaces de moverse durante largos periodos de tiempo.
3. Úlceras corneales
Este es uno de los tipos de úlceras que afecta al aparato ocular. Se define como la pérdida de continuidad en la superficie epitelial de la córnea que se asocia a necrosis o destrucción del tejido subyacente. Esto, naturalmente, produce un intenso dolor ocular en el paciente, fotofobia y una disminución considerable de la capacidad visual.
Este tipo de lesión se encuentra asociado a diversos agentes infecciosos, tales como Staphylococcus aureus, bacterias del género Pseudomonas y hongos como Candida. Como podemos ver, existe un claro patrón entre la aparición de úlceras y la invasión de microorganismos patógenos.
4. Úlceras bucales
Las úlceras bucales son heridas abiertas en el tejido bucal que pueden estar causadas por diferentes causas, tales como trastornos autoinmunitarios, gingivitis, herpes simple, cáncer de boca o candidiasis oral.
Generalmente, estas lesiones se catalogan como agudas o crónicas según el tiempo de permanencia en el paciente.
La sintomatología comprende dolor en el aparato bucal, lesiones visibles y una característica pérdida de apetito. En este caso, colutorios especiales son los mejores aliados para abordar la enfermedad.
Donde hay un tejido puede haber una invasión
Como hemos podido observar, la presencia de microorganismos patógenos está claramente asociada a la aparición de procesos ulcerosos. La epidermis y las mucosas en contacto con el medio ambiente son un lugar propicio para diversas bacterias dañinas, pues al crecer sobre nuestros tejidos, suelen desechar compuestos metabólicos tóxicos que destruyen nuestras células.
Así pues, podríamos pasar días y días compartimentalizando los tipos de úlcera según el tejido al que afectan, pues hemos nombrado unas cuantas, pero nos hemos dejado las úlceras genitales, las rectales o las vasculares, por ejemplo. Algunas de ellas no tienen por qué estar asociadas a la presencia de bacterias, pues por ejemplo una falta de irrigación en un tejido concreto y una nutrición tisular deficiente pueden causar la muerte celular local.
Lo que queremos evidenciar en este espacio es la necesidad de acudir a un profesional médico ante la sospecha de una úlcera gástrica o la presencia de una lesión ulcerosa en una región epitelial visible. Por “poco serias” que puedan parecer en un principio, estas heridas son una puerta abierta a la entrada de diversos patógenos dañinos, lo que puede complicar el cuadro clínico del paciente con mucha rapidez.
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