Las crisis evolutivas son desajustes en torno a diferentes momentos del desarrollo que indican que una etapa ha concluido y se inicia otra. Existen distintos tipos de crisis y por lo general, no tendrían por qué suponer un mayor problema que una readaptación vital. Sin embargo, puede pasar lo contrario y constituir un grave problema de inadaptación y de confusión para muchas personas.
Somos seres sociales, por tanto, nuestra vida transcurre en el ámbito de las relaciones interpersonales. A este respecto, no es de extrañar que la familia sea tan importante y dentro de ella se formen vínculos estrechos y estables en el tiempo. Como en todos los grupos, la familia también atraviesa por diferentes etapas en su ciclo de vida y por supuesto, va de la mano del desarrollo evolutivo individual de los miembros que la componen.
Por consiguiente, es crucial que la familia mantenga intacta a lo largo de su vida la capacidad de transformación como respuesta a los diversos cambios y en caso de que esto no suceda, no conseguirá responder con funcionalidad a las necesidades de cada individuo y es cuando surgen las crisis evolutivas en el contexto familiar. Aunque parezca algo negativo, son universales, esperables y necesarias en un proceso evolutivo sano.
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Las crisis evolutivas en las familias
En el artículo de hoy daremos un repaso a las distintas crisis evolutivas que ocurren dentro del núcleo familiar. Sigue leyendo para descubrir las diferentes etapas que marcan un punto de inflexión y favorecen la transición hacia un nuevo ciclo.
1. Etapa inicial del matrimonio
El formar una pareja y decidir convivir en un mismo hogar, es una crisis evolutiva. Hay que tener en cuenta que es necesario llegar a acuerdos sobre cómo manejar la relación con las familias de origen de cada miembro de la pareja, organizar aspectos prácticos de la vida cotidiana en común (las tareas domésticas, la gestión de la economía y del ocio, etc).
Supone todo un reto el dejar de lado los valores de la familia de origen con el fin de adoptar otros más adecuados para la pareja, de forma consensuada y consciente. Dicho de otra forma, la pareja toma la complicada decisión de separarse de la influencia parental.
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2. Nacimiento de un hijo
Tener un primer hijo es un claro ejemplo de un punto de inflexión para las parejas. El nacimiento de un hijo genera grandes satisfacciones, pero a su vez, implica una serie de dificultades que llevan a la pareja a reorganizar su tiempo y actividades. En definitiva, supone que los padres tengan que asumir un nuevo rol. Es normal que cueste adaptarse al nuevo rol, ya que a partir de este momento, el mundo de los progenitores ya no gira únicamente en ellos mismos o en la relación de pareja, sino en el recién nacido. Pasan de ser dos, a ser tres y es un cambio fuerte que conlleva muchas adaptaciones. El nacimiento del segundo o tercer hijo también supone un giro fuerte lleno de aprendizajes y evolución.
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3. Ser abuelos
La llegada de un recién nacido no solo impacta a los progenitores, sino también a la familia más extensa como pueden ser los abuelos. Ellos viven su propia crisis evolutiva. También deben adaptar roles nuevos y tienen que mantener un equilibrio entre querer ayudar a su hijo y nieto y a su vez, respetar el espacio de ellos. De hecho, es habitual que aparezcan conflictos en esta crisis evolutiva debido a la diferencia de opiniones de los abuelos y los padres a la hora de educar a los hijos, los tiempos más adecuados para las visitas, etc. Los abuelos pueden tener ideas muy diferentes a las de la pareja en cuanto a la educación de los nuevos miembros de la familia y ello puede generar conflictos y tensión en la pareja.
4. Adolescencia de los hijos
En esta etapa los hijos van creciendo y los padres les acompañan y se añaden los conflictos ocasionados por el tránsito a la adolescencia de los hijos. Es una etapa sumamente complicada para la unión familiar. Por un lado, está el adolescente intentando ganar libertad e independencia de sus padres, lo cual genera mucha tensión para cada progenitor y entre la pareja. Pueden surgir conflictos acerca de cómo educar al adolescente, cómo cambiar la situación e incluso pueden empezar a echarse en cara temas del pasado. Por supuesto, el clima familiar empeora de forma significativa si hay consumo de drogas y alcohol, fracaso escolar y otras situaciones críticas.
5. Pérdida de un ser querido
El proceso de duelo y añoranza es una crisis evolutiva clara. Produce un cambio en el interior de la persona, no necesariamente cambian toda su realidad previa, pero sí supone novedades emocionales significativas. Hay que tener en cuenta que cada familia tiene una forma particular de afrontar la muerte, dependiendo de si han tenido experiencias previas de otros fallecimientos, cómo afrontan el dolor, cómo gestionan las emociones y la manera en la que se enfrentan a las adversidades. Todo esto influye directamente en el proceso de duelo individual de cada uno de los miembros de la familia y por consiguiente, la familia en conjunto.
El reajuste del sistema familiar requiere tiempo y dedicación por parte de cada uno de los componentes para recuperar un nuevo equilibrio. Al fin y al cabo, cuando uno de los miembros de la familia fallece, los roles y las interacciones cambian drásticamente. Muchas veces, es complicado reacomodar la estructura familiar, ya que el dolor de la muerte y distintas formas disfuncionales de afrontarlo, complican de forma significativa el proceso. Por ello, es común que esta crisis evolutiva haga que muchas familias pierdan relación o tomen distancia tras un duelo.
6. Síndrome del nido vacío
Hace referencia al conjunto de pensamientos y emociones que experimentan los padres cuando sus hijos se van de casa. Es algo sumamente común ya que ese hijo que tuviste dentro durante nueve meses, al cual has criado y educado con todo el amor, has vivido sus fracasos y éxitos como si fueran tuyos, un día, decide marcharse. La gente lo llama “Ley de vida”, pero no deja de ser un duelo con sus etapas de negación, ira, depresión y finalmente, aceptación.
El síndrome del nido vacío puede afectar a uno de los progenitores que ha dedicado toda su vida a sus hijos, dejando de lado otros roles de su vida, creando una dependencia hacia sus infantes y por consiguiente, no es de extrañar que cuando estos se vayan de casa el padre caiga en dicho síndrome. No obstante, puede ir un paso más allá y que la marcha del hijo de casa suponga un conflicto para la pareja. Se pueden dar cuenta que no saben convivir o que ya no les queda nada en común, por tanto, esto les hace echar mucho más en falta y generar tristeza.
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Blanca Ruiz Múzquiz
Blanca Ruiz Múzquiz
Psicoterapeuta de Familia y Pareja
Mi nombre es Blanca Ruiz, soy Psicoterapeuta de Familia y Pareja, y atiendo de manera presencial y online.