¿Por qué se contagian los bostezos?

¿A qué se debe que que los bostezos se contagien como fenómeno involuntario?

¿Por qué se contagian los bostezos?

Estamos en una reunión familiar, aburrida. Por educación intentamos mantener la compostura y hacemos como que nos importa mínimamente de lo que nuestros familiares más mayores hablan.

Pero a los más peques de la casa les da igual la compostura. Se aburren y no tienen reparo alguno en bostezar como acto manifiesto de tan tediosa reunión. La bocanada de aire invisible va viajando por la estancia. Se acerca, poco a poco, a nosotros. Toma forma desde lo más profundo de nuestro interior y, sin poder evitarlo, contestamos al bostezo imitándolo.

Mientras el que estaba hablando nos mira con cara de indignación, nosotros nos preguntamos... ¿por qué se contagian los bostezos? Descubrámoslo a continuación.

¿Por qué contagiamos los bostezos?

El bostezo es un acto humano y no tan humano que, pese a que ha despertado el interés de la comunidad científica desde que la ciencia es ciencia, sigue siendo bastante misterioso el por qué se origina, y más el por qué se contagia. Sin embargo, sí que se tienen algunas cosas en claro de tan peculiar acto involuntario.

Lo primero es que lo manifestamos ya de forma muy temprana, incluso antes de estar plenamente formados, en el vientre materno. Ya se puede observar cómo el feto bosteza pasadas tan solo 20 semanas desde la concepción.

Además, los seres humanos no somos los únicos que bostezamos. Se ha visto que animales muy cercanos a nosotros también bostezan, como es el caso de los chimpancés y los perros, respectivamente. Curiosamente, también se ha observado en peces, pájaros, lobos y elefantes, animales que, en menor o mayor medida tienen patrones conductuales sociales muy claros.

Si bien la cultura general ya nos venía a indicar que bostezamos más cuando estamos a punto de irnos a dormir y recién levantados, la investigación científica se ha encargado de confirmar esta suposición. Además, también bostezamos cuando sentimos hambre y, claro está, cuando estamos muy aburridos.

Pero lo que sorprendente de los bostezos es su alto grado de contagio, pese a que no existen físicamente hablando, son solo acciones. A casi todos nos ha pasado eso de que alguien a nuestro alrededor bosteza y, sin poder evitarlo, empezamos a bostezar con él. Esto no es para nada extraño, dado que se apunta que cerca del 60% de la población es sensible no únicamente al acto de ver a otros bostezar, sino que también es sensible al oír a otros hacerlo e incluso, leer la palabra “bostezo”. Llegados a este punto, ¿cuántos bostezos llevas ya?

Teorías del bostezo

Vayamos por partes. Antes de comprender cómo se contagian los bostezos hace falta entender por qué, en un principio, se ocasionan.

De primeras, bostezar no parece que tenga un efecto ni bueno ni malo sobre nosotros. Si fuera algo perjudicial, tarde o temprano habríamos observado alguna desventaja asociada a bostezar y, sin indagar demasiado, no parece que nos ofrezca nada ventajoso.

Sin embargo, teniendo en cuenta que este acto involuntario se da en otras especies y que, por lo tanto, ha sobrevivido a lo largo de la historia evolutiva, alguna utilidad tiene que tener.

Es por este motivo que en la comunidad científica se han planteado hasta tres teorías, con bastante apoyos, para explicar por qué se dan los bostezos.

1. La teoría de la oxigenación

Ya antes de nuestra era el médico griego Hipócrates de Cos (460 a. C. - 370 a. C.) sostuvo la idea de que bostezamos como mecanismo para eliminar el aire nocivo que acumulamos en nuestro interior. En cierta manera, parece que no iba demasiado errado.

La teoría de la oxigenación sobre el bostezo defiende la idea de que, cuando nuestros niveles de oxígeno en sangre disminuyen se produce la somnolencia. Para contrarrestarla, el cerebro hace que se bostece para así introducir mucho aire en el organismo, para subir rápidamente los niveles del gas de la vida.

Sin embargo, pese a que bastante lógica, esta teoría tiene sus detractores, básicamente por la existencia de otro mecanismo que parece ser mucho eficaz en este propósito: respirar rápido, como sucede cuando hacemos el deporte.

Si se reducen los niveles de oxígeno en sangre lo lógico sería pensar que, antes que bostezar, el organismo mandaría acelerar la respiración, proceso que implica un mayor aporte de oxígeno a nuestro torrente sanguíneo y que es relativamente fácil de controlar.

2. La teoría de la activación

Como ya hemos visto, y casi un conocimiento de cultura general, es el hecho de que se sabe que los bostezos son más frecuentes antes y después del sueño. Esto es, ocurren cuando nos sentimos muy adormilados.

La idea detrás de la teoría de la activación es que se bosteza para incrementar nuestro nivel de alerta. Esto es, nuestro cerebro nos envía un mensaje de que debemos estar más al acecho.

No obstante, y pese a que no son pocas las investigaciones que sugieren que esta teoría podría ser cierta, es todavía bastante dudoso que los niveles de alerta antes y después de bostezar sean significativamente distintos. No es que bostecemos y estemos tan espabilados como si hubiéramos tomado una taza de café...

3. La teoría de la termorregulación

Pese a que las otras dos teorías tienen cierto sustento científico, la teoría de la termorregulación es la que más fuerza ha ganado. Esta teoría defiende que bostezando se regula la temperatura del cerebro, a modo de refrigeración.

Esto tiene su sentido, dado que se ha observado que la temperatura corporal es justamente la más alta del día y que, al bostezar, conseguiríamos reducirla y hacer que nuestro cerebro funcionase mejor.

También se ha observado que si la temperatura ambiente es templada la gente bosteza más, mientras que temperaturas bajas hace el efecto contrario. De hecho, se ha visto que poner paños húmedos en agua muy fría sobre la frente hace que los bostezos desaparezcan prácticamente.

Causas de este fenómeno

Si bien se ha visto que el bostezo está presente en muchas especies, el contagio de este acto involuntario es algo menos común. Además de los seres humanos, otras especies como los perros, los lobos, los chimpancés, diferentes tipos de peces y pájaros y, también, elefantes pueden contagiarse los bostezos. En base que la mayoría de las especies en las que hay contagio del bostezo también presentan complejas estructuras sociales, se ha sugerido que bostezar tendría una función relacional.

1. Comunicación y sincronización

Una de las hipótesis sobre el bostezo es la de que sea un mecanismo de comunicación y sincronización entre individuos de una misma especie. Esto es, serviría como forma para organizar el comportamiento colectivo, coordinando los patrones conductuales de los miembros del grupo.

Esto tiene su lógica dado que bostezar no es lo único que se contagia. En el caso humano y también en perros, si se ve a alguien comer entran ganas de hacerlo, y si se ve a alguien moverse se es más propenso a no estarse quieto. El bostezo serviría para poner al grupo en sincronía o bien manteniendo el grado de activación o bien asegurándose de que todos termorregulan correctamente.

2. Empatía

Por sorprendente que pueda parecer, podría ser que el grado de empatía estuviera detrás de lo contagioso que es el bostezo. En este caso no se trataría de solamente un mecanismo para hacer que el resto del grupo lo imite y así sincronizarse, sino una forma de poder sintonizar conductual y emocionalmente con los demás.

Mediante técnicas de neuroimagen se ha descubierto que al bostezar se activan los mismos mecanismos neurológicos implicados con la empatía, además de activarse las tan conocidas neuronas espejo, unas células especializadas en replicar mentalmente los movimientos que vemos en los demás, permitiendo el aprendizaje motor.

Referencias bibliográficas:

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  • Rossman, Z. et al (2020). Contagious Yawning in African Elephants (Loxodonta africana): Responses to Other Elephants and Familiar Humans. Front. Vet. Sci., 1-8.
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  • Guggisberg AG, Mathis J, Schnider A, Hess CW. (2010) Why do we yawn? Neurosci Biobehav Rev. 34(8):1267-76. doi: 10.1016/j.neubiorev.2010.03.008.
  • Guggisberg AG, Mathis J, Hess CW. (2010). Interplay between yawning and vigilance: a review of the experimental evidence. Front Neurol Neurosci 28:47-54. doi: 10.1159/000307079.

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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