¡Ups!

Se ha producido un error inesperado. Por favor, inténtalo otra vez o contacta con nosotros.

Violencia intrafamiliar: comprender el problema para prevenirlo

Conocer las características de la violencia intrafamiliar es imprescindible para combatirla.

Violencia intrafamiliar: comprender el problema para prevenirlo
Pexels

¿ERES PSICÓLOGO/A EN ?

Destaca entre toda tu competencia profesional.

La violencia intrafamiliar no es un simple desacuerdo o un “carácter fuerte”. Se trata de un conjunto de conductas abusivas que tienen lugar dentro del núcleo familiar, donde debería primar el cuidado y la seguridad. Este tipo de violencia puede manifestarse entre la pareja, entre padres e hijos, o incluso entre hermanos, y sus efectos rara vez se limitan al momento en que ocurren, dejan huellas emocionales y relacionales que pueden acompañar a la persona durante toda la vida. Aunque muchas veces se asocia únicamente a la agresión física, la investigación psicológica ha demostrado que la violencia también adopta formas silenciosas y persistentes, humillaciones, control económico, amenazas, negligencia o aislamiento.

Todas estas conductas erosionan la autoestima, la confianza y la sensación de seguridad.

La violencia de pareja es una de las manifestaciones más conocidas y más cercanas sin embargo de las que menos se ha hablado a nivel público, en reuniones o con conocidos, hasta hace muy poco tiempo. Entender y comprender que no era normalizarle este tipo de conductas fue un derecho ganado no obstante aún se registra en conductas solapadas y escondidas que hace que cueste este registro. Debemos comprender que no es solamente una cuestión de géneros estipulados; la violencia es esa violencia más allá de a quién afecte. En este contexto, una persona ejerce poder y control sobre la otra, ya sea mediante agresiones físicas, manipulación emocional, violencia sexual o limitación de recursos económicos.

El ciclo de violencia, tensión, explosión y aparente reconciliación, puede repetirse durante años. Por ejemplo, un miembro de la pareja que insulta y humilla de forma habitual, pero después pide perdón y promete cambiar, está manteniendo un patrón de abuso que alterna momentos de daño con gestos que generan confusión emocional en la otra persona.

Violencia parental y negligencia

No todos los padres son protectores eficaces. Y este es el primer prejuicio que debemos descartar. Muchas veces se habla del instinto materno o del amor incondicional de los padres. Esto lamentablemente no siempre es realidad. debemos entender que la salud mental de los progenitores determina muchas veces el trato que los menores recibirán esto quiere decir que es según la idea que los cuidadores tengan de la propia realidad donde esos menores estarán insertos. La violencia puede ser directa, gritos, castigos físicos, descalificaciones o indirecta, como la negligencia afectiva y la falta de cuidado básico.

En la consulta psicológica es común encontrar adultos que crecieron en hogares donde sus necesidades emocionales fueron sistemáticamente ignoradas. Estos contextos no siempre son visibles para el entorno, pero pueden generar inseguridad emocional y dificultades para confiar en los demás. Tampoco hay que dejar de lado que este tipo de violencia puede seguir por muchos años, hasta que los hijos son adultos ya mayores.

Violencia fraterna

Las peleas puntuales entre hermanos son parte del desarrollo infantil y pueden incluso favorecer el aprendizaje de habilidades sociales como la negociación y la tolerancia a la frustración. Sin embargo, cuando estas interacciones se convierten en un patrón sostenido de intimidación, daño físico deliberado o humillación repetida, hablamos de maltrato fraterno. Este tipo de violencia se caracteriza por una asimetría de poder, uno de los hermanos, generalmente por edad, fuerza física o posición jerárquica en la familia, impone su voluntad sobre el otro mediante agresiones, amenazas, exclusión o manipulación. Las manifestaciones pueden ir desde empujones y golpes hasta frases hirientes como “no servís para nada” o la exclusión sistemática de juegos y actividades.

Un elemento decisivo en la perpetuación del maltrato fraterno es el rol de los padres o cuidadores. La complicidad puede ser activa, cuando uno de los progenitores respalda explícitamente al agresor o incluso se burla de la víctima, o pasiva, cuando restan importancia al problema con frases como “son cosas de chicos” o “aprende a defenderte solo”. Esta falta de intervención no sólo invalida el sufrimiento de la víctima, sino que legitima el abuso, instalando la idea de que la violencia es una forma aceptable de resolver conflictos. En términos psicológicos, esta indiferencia parental genera un doble daño, por un lado, el trauma directo derivado de las agresiones, y por otro, la experiencia de abandono emocional.

El niño o adolescente víctima no solo sufre la hostilidad de su hermano, sino que también pierde la seguridad de contar con figuras protectoras, lo que incrementa el riesgo de desarrollar ansiedad, depresión, baja autoestima y dificultades para establecer vínculos seguros en la adultez.

Investigaciones recientes indican que, en muchos casos, la violencia fraterna forma parte de un clima familiar generalizado de abuso o negligencia, donde los padres actúan como perpetuadores indirectos del patrón. Romper esta dinámica requiere no solo intervenir en la relación entre hermanos, sino también reeducar a los adultos para que asuman un rol activo en la protección y cuidado emocional de todos sus hijos. La exposición a la violencia intrafamiliar puede provocar ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático y baja autoestima.

En niños y adolescentes, además, puede afectar el desarrollo cerebral, reducir la capacidad de concentración y predisponer a problemas de conducta. En adultos, la experiencia temprana de violencia aumenta la probabilidad de repetir el patrón en sus propias relaciones.

Conclusión

La violencia intrafamiliar no es un asunto privado ni un “problema de puertas adentro”, es un fenómeno que impacta en la salud emocional, las relaciones y el desarrollo de generaciones enteras. Prevenirla empieza por animarse a nombrar e identificar que si una relación está marcada por la humillación, el miedo o el control no es exagerar, es reconocer la realidad.

También implica romper el silencio, hablar con alguien de confianza, pedir ayuda profesional y acceder a recursos de apoyo. En el plano familiar, los adultos tenemos la responsabilidad de intervenir y no minimizar lo que ocurre entre hijos, pareja o familiares. No basta con separar una pelea, hay que educar en la resolución pacífica de conflictos, establecer límites claros y ofrecer contención emocional. En la comunidad, la prevención pasa por educación temprana en igualdad, empatía y habilidades emocionales, campañas de sensibilización y un acceso rápido y seguro a canales de denuncia y apoyo.

En definitiva, prevenir la violencia intrafamiliar es posible, pero requiere un cambio cultural, dejar de justificarla como si fuese “cosas de familia” y asumir que la verdadera función del hogar es proteger, cuidar y permitir que cada uno crezca sintiéndose seguro y valorado.

Newsletter PyM

La pasión por la psicología también en tu email

Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos

Suscribiéndote aceptas la política de privacidad

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Silvana Weckesser. (2025, septiembre 23). Violencia intrafamiliar: comprender el problema para prevenirlo. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/social/violencia-intrafamiliar-comprender-problema-para-prevenirlo

Artículos nuevos

Quizás te interese

Consulta a nuestros especialistas