Adicción a viajar y dromomanía: ¿realmente existen?

El mundo de los viajes está en contacto con la salud mental, pero... ¿puede uno ser adicto a ello?

Es posible encontrar en muchos portales de internet algunas señales para saber si sufres adicción a viajar. Algunos de estos portales incluso hacen referencia a este concepto como patológico y como una necesidad incontrolable de huir del lugar donde la persona habita.

Algunas de estas webs, incluso emplean el término adicción a viajar con el nombre de “dromomanía”. Sin embargo, los estudios científicos parecen indicar que viajar está íntimamente relacionado con la felicidad, pues nos ayuda a tener recuerdos placenteros y a vivir nuevas y emocionantes experiencias.

Entonces, ¿realmente existe la adicción a viajar? ¿es lo mismo adicción a viajar que dromomania? En este artículo responderemos a estas preguntas.

Dromomanía: ¿qué es?

Algunas personas confunden la adicción a viajar con la dromomanía, pero nada tienen que ver estos dos conceptos. Ser adicto a viajar, como cualquier adicción, tendría más que ver con la estimulación excesiva del área del refuerzo y, por tanto, la liberación de dopamina en grandes cantidades en el cerebro. Hoy en día, no hay constancia de que la adicción a viajar sea un trastorno, y como he comentado, viajar favorece el bienestar de las personas.

Ahora bien, cuando hablamos de dromomanía, que algunas webs citan este fenómenos como fuga de viajero o fuga disociativa. Entonces sí que nos estamos refiriendo a un trastorno serio, que se engloba dentro de los trastornos disociativos en el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).

Los trastornos disociativos son patológicas que se caracterizan por presentar disrupciones o fallos en la memoria, conciencia, identidad y/o percepción. 

Es decir, estos trastornos afectan a los pensamientos, sentimientos y acción de una persona, que puede sentir de manera repentina una tristeza insoportable, sin una razón aparente, que dura un periodo de tiempo determinado hasta que desaparece. O, en cambio, un individuo puede encontrarse a sí mismo haciendo algo que no haría normalmente pero es incapaz de detenerse, como si alguien le estuviera obligando a hacerlo y como si la persona fuese simplemente un pasajero en su propio cuerpo, incapaz de dominar el volante para dirigirlo en la dirección que desea.

Atendiendo a lo que se expone en el DSM-V, la fuga disociativa haría referencia a la realización de viajes, en los que el paciente se aleja de su hogar y no recuerda los sucesos de su vida. Puede llegar a abandonar su propia identidad y asumir una nueva realidad.

En qué consiste la adicción a viajar

Como ves, la dromomanía es muy diferente a lo que muchas personas consideran como adicción a viajar. Todos conocemos a esas personas que en cuanto tienen la posibilidad de hacerlo se van lejos de donde habitan. Se suben al avión y al tren y a conocer mundo. Ya sea a esquiar a la montaña, a disfrutar del sol en Punta Cana o pisar Tailandia en su viaje para conocer Asia.

Pero… ¿es esto realmente malo esto? Puede ser que estas personas deseen recorrer lugares desconocidos, escuchar otros idiomas y conocer nuevas culturas. Lógicamente, no es nada negativo tener esta mentalidad.

De hecho, no hay evidencias de que la adicción a viajar exista y no hay nada malo en querer recorrer mundo y conocer los más bonitos e impresionantes rincones de nuestro planeta: la Torre Eiffel, la Muralla China, el Taj Mahal o las Cataratas del Niágara...

¿Cuando es un problema viajar?

Viajar no es ningún problema, el problema surge cuando la persona que viaja no está a gusto consigo misma y utiliza los viajes como manera de evitar la realidad que le envuelve. Cuando una persona no disfruta de su trabajo, ni de su vida cotidiana, ni disfruta de actividades placenteras en el lugar en el que reside, puede experimentar estrés o depresión y embarcarse en viajes que le permitan evadirse de su realidad. 

Estar de vacaciones puede ser el oxígeno que la persona necesita para lo que considera su triste o amarga vida. Viajar en estos casos es un intento de reducir el malestar y la ansiedad que la persona puede padecer.

En este sentido, la psicoanalista Magdalena Salamanca, comenta a la revista Elle, “el problema surge cuando el individuo no conecta consigo mismo, y se siente insatisfecho con su vida. Piensa que de esta manera se sentirá mejor.” Es decir, estas personas pueden buscar en sus viajes un refugio, en el que las expectativas de la ida pueden mantenerle motivado a pesar de su amargada vida cotidiana, pero la vuelta puede llevarle a la depresión postvacacional, pues le lleva de nuevo al lugar que detesta.

El psicólogo y director de esta revista, también explica a Elle, “Prácticamente cualquier afición o actividad puede llegar a convertirse en una adicción. No obstante, en el DSM no existe ninguna enfermedad mental o adicción a viajar tipificada como tal”. Asimismo, añade: “Es probable que alguien desee escapar de su rutina diaria o dejar atrás una experiencia traumática, lo que puede llevarle a abandonar las situaciones o lugares que evocan los recuerdos dolorosos. Ahora bien, en ningún caso viajar es el problema en sí mismo, sino una conducta evitativa que tiene como objetivo reducir el dolor”.

En estos casos, sí que es necesario buscar ayuda profesional para mejorar aquellas áreas de la vida del individuo en las que éste no está a gusto o le causan malestar.

Los beneficios de viajar

Viajar, por tanto, no es el problema y, de hecho, son muchas las investigaciones que concluyen que es clave en nuestra salud mental. Una de ellas se publicó en el Journal of Positive Psychology

Psicólogo de las organizaciones

Licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Máster en Recursos humanos y experto en comunicación empresarial y coaching. Posgrado en Nutrición y Alimentación Sanitaria y Social por la UOC. Especialmente interesado en el bienestar y el deporte.

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