Imaginemos que nunca nos hubiéramos visto en un espejo y un día por casualidad viéramos nuestra imagen reflejada: es probable que al principio sintiéramos cierta sorpresa e incluso nos preguntásemos si esa persona somos nosotros. Imaginemos también que tuviésemos una cámara detrás y estuviéramos viendo la imagen como si fuese una película: probablemente nuestros actos reflejados en una pantalla nos serían algo extraños, como si más que actores fuéramos espectadores de ellos.
Ahora imaginemos que estas sensaciones de extrañeza no pudieran explicarse por la novedad o por el contexto: es lo que les ocurre a las personas que padecen un tipo concreto de trastorno, el trastorno de despersonalización.
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El trastorno de despersonalización
Recibe el nombre de trastorno de despersonalización a un tipo de trastorno disociativo, los cuales se caracterizan por suponer una cierta ruptura entre facultades mentales o una discontinuación o desconexión entre éstos. En el caso del trastorno de despersonalización, es el propio reconocimiento o familiaridad para con uno mismo lo que se ha visto desconectado.
El trastorno de despersonalización se caracteriza por la existencia de una experiencia de gran extrañeza hacia uno mismo. Aparece la sensación de ser irreal, de no ser actor sino observador de nuestras propias acciones, ausencia de un yo y/o sensación de entumecimiento mental y físico. Si bien una sensación de este tipo puede no ser sintomatológica de manera esporádica, si se considerará la existencia de este trastorno cuando dichas sensaciones se den de manera habitual y/o persistente.
Es habitual la presencia de sensación de descorporización o de no estar en el propio cuerpo, experiencia de falta de pertenencia del propio cuerpo. Todo ello genera un malestar y sufrimiento clínicamente significativo y/o una limitación en el día a día de la persona.
La vivencia de este trastorno puede ser realmente angustiosa, dada la sensación de no ser real pese a saber el sujeto a nivel consciente que sí lo es. No es extraño que pueda aparecer un gran miedo a la idea de perder la cordura, o incluso el identificarse a sí mismo como muerto viviente. Suelen aparecer problemas de concentración y de rendimiento en múltiples tareas, incluyendo trabajo. Depresión y ansiedad suelen ser frecuentes si el problema no se soluciona, y en algunos casos pueden aparecer pensamientos suicidas.
Es importante tener en cuenta que no estamos ante un caso de delirio o trastorno psicótico, estando además el juicio de realidad conservado (si bien puede existir extrañeza también hacia el entorno se sigue sabiendo que éste es real) y no siendo causado por otros trastornos mentales, enfermedades médicas o consumo de sustancias. Pese a ello cabe comentar que la despersonalización sí puede aparecer como síntoma en estos contextos, aunque en este caso estaríamos hablando de despersonalización como síntoma y no como trastorno per se.
Otra alteración vinculada: desrealización
El trastorno de despersonalización puede darse únicamente como una extrañeza hacia sí mismo, pero resulta relativamente habitual que las sensaciones de extrañeza hacia la propia persona también se den hacia la percepción de la realidad.
Estamos hablando de la desrealización, en que existen dificultades en la percepción de la realidad de las cosas, a menudo identificándose la sensación como la de estar soñando y percibir el mundo como algo irreal y falso. El tiempo y el espacio se perciben como alterados y el mundo pasa a dar sensación de artificialidad y distorsión.
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Causas
Las posibles causas de aparición del trastorno de despersonalización pueden ser múltiples, no existiendo una única causa posible para ello y siendo las causas concretas de su aparición desconocidas en la mayoría de los casos.
Sin embargo, como trastorno disociativo que es por norma general suele asociarse a la vivencia de situaciones altamente estresantes. Estrés psicosocial continúado, la presencia de abusos sexuales en la infancia o en la actualidad, la presencia de altos niveles de pánico, situaciones de duelo ante la muerte de seres queridos u otros eventos traumáticos pueden ser causa probable o desencadenantes relativamente frecuentes.
A nivel biológico se ha observado en algunos experimentos que pacientes con este trastorno tienen una menor activación en el sistema autónomo simpático y una reducción de la actividad electrodérmica. También se ha observado una menor activación de la ínsula y una activación en la corteza prefrontal ventrolateral ante estímulos desagradables. Este patrón parece reflejar una conducta defensiva ante la presentación de estímulos aversivos, reduciéndose la respuesta emocional frente a ellos y produciendo parte de la sintomatología.
Asimismo, aunque ya no estaríamos hablando del trastorno en sí sino de despersonalización como síntoma, también pueden aparecer estos episodios en casos de intoxicación por consumo de sustancias, envenenamientos, traumatismos craneoencefálicos o estados confusionales.
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Tratamiento de la despersonalización
La despersonalización puede ser tratada a través de psicoterapia, si bien en muchos casos estamos ante un trastorno de carácter crónico o bien pueden desaparecer para volver ante situaciones de estrés y ansiedad.
En general el tratamiento va a depender de las situaciones que desencadenaron el trastorno, siendo necesario trabajar junto al sujeto el momento de aparición del trastorno, las sensaciones que le generan y a qué lo asocia. También será necesario realizar psicoeducación y trabajar posibles complicaciones, como la aparición de depresión. El entrenamiento en resolución de problemas y gestión del estrés puede ser de utilidad, así como intentar fortalecer la conexión con uno mismo (por ejemplo mediante técnicas de enraizamiento). Se puede trabajar desde múltiples perspectivas, como la reestructuración cognitiva propia de la corriente cognitivo-conductual o la psicodinámica.
En ocasiones también puede ser de utilidad la aplicación de diferentes psicofármacos, si bien hay poca evidencia al respecto. Sin embargo algunos estudios parecen indicar que algunas sustancias tienen alguna eficacia, por ejemplo el anticonvulsivo conocido como lamotrigina o antagonistas a opioides como la naltrexona.
Referencias bibliográficas:
- American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona.
- Burón, E.; Jódar, I. y Corominas, A. (2004). Despersonalización: del trastorno al síntoma. Actas Españolas de Psiquiatría, 32 (2): 107-117.
- Sierra-Siegert, M. (2018). La despersonalización: aspectos clínicos y neurobiológicos. Revista Colombiana de Psiquiatría, 37 (1).