El dolor físico casi siempre ha sido definido como la sensación que produce reacciones de aversión; es decir, una experiencia desagradable que tratamos de evitar. Aparece cuando nuestro sistema nervioso registra que ciertos tejidos de células han sido lesionados y nos permite reaccionar a tiempo para alejarnos del peligro.
Sin embargo, los seres humanos no siempre actuamos de modo coherente con esta lógica; en algunos casos el dolor es algo buscado intencionadamente, algo que se consigue a través de la autolesión. Esta idea es la que está detrás del concepto de Autolesión No Suicida.
¿Qué es la Autolesión No Suicida?
La autolesión es asociada a los intentos de suicidio con mucha facilidad, pero en realidad, en muchos casos, el objetivo que se tiene en mente cuando ocurre no es la propia muerte: se valora la autolesión en sí misma, no como un medio.
Así pues, la Autolesión No Suicida consiste en el tipo de autolesión que se produce a causa de una dinámica aprendida para tratar de reducir los niveles de ansiedad mediante prácticas como el cutting, las mordeduras o los golpes contra objetos duros en las que se daña el propio cuerpo.
¿Un trastorno mental?
No existe un amplio consenso acerca de si la Autolesión No Suicida es en sí un trastorno mental o un síntoma que puede revelar la presencia de uno. En el manual diagnóstico DSM-IV aparece como un síntoma ligado al Trastorno Límite de la Personalidad, aunque en la versión V aparece como una etiqueta diagnóstica propia.
Lo cierto es que esta conducta es en sí misma dañina, pero a la vez puede ser considerada como un "mal menor" que sirve para aliviar un estado de angustia muy elevado en el que se encuentra la raíz del verdadero problema.
¿Por qué se produce la ANS?
Lo que se trata de conseguir mediante la ANS es un sentimiento de alivio momentáneo producido en parte por la distracción que supone el dolor físico, el cual permite desenganchar la atención de ideas abstractas y recuerdos que resultan aún más dolorosos.
Según la lógica que hay detrás de la Autolesión No Suicida, la simple posibilidad de experimentar algo que no sea esa clase de ansiedad y que sea una solución para la rumiación (el pensamiento en bucle sobre algo que produce malestar) es valorada muy positivamente.
Dicho de otro modo, para entender por qué aparece la Autolesión No Suicida como un patrón de acciones aprendidas es necesario tener en cuenta no el dolor que se siente en el momento de lesionarse, sino el efecto que ese dolor produce en una persona que lleva mucho tiempo seguido sufriendo por otras razones. Es decir, no hay que ver la instantánea o la imagen congelada de la autolesión, sino el proceso de sensaciones y experiencias que han llevado a ese desenlace, ya que es eso lo que permite tener en cuenta la utilidad que el dolor puede tener para la persona. En ese sentido, se parecería a la tricotilomanía.
También existe una explicación alternativa acerca de las causas de la ANS que la vincula a una baja autoestima y a una tendencia a pensar negativamente sobre uno mismo, con lo cual la autolesión sería una manera de reflejar ese menosprecio hacia uno mismo a través del autocastigo. Sin embargo, es muy posible que la baja autoestima sea otro de los síntomas del problema de fondo, y no la causa de la Autolesión No Suicida.
La ANS como predictor de suicidios
Aunque la finalidad de la ANS no es terminar con la propia vida, sí es cierto que su presencia es un predictor de posibles intentos de suicidio en el futuro.
Una persona que se autolesione tendrá más posibilidades de llegar a proponerse morir, entre otras cosas porque ya se ha asimilado el "ritual" que puede conducir a esta clase de sucesos y se piensa en él con mayor frecuencia. Además, las mismas causas que llevan a este patrón de conducta aprendido pueden desembocar en el deseo de morir, ya sea de un modo más o menos racional o en plena crisis de nervios.
Los síntomas de la Autolesión No Suicida
Los síntomas más evidentes de la ANS son las cicatrices que producen los cortes y las mordeduras y los hematomas que dejan los golpes.
Los cortes, que resultan muy comunes, acostumbran a aparecer en brazos y piernas, y por consiguiente pueden ser visibles con una gran variedad de tipos de vestuario. Otras formas de autolesión son más discretas. Normalmente se empieza por partes de los brazos y las piernas que quedan cerca del tórax, dado que son las partes de las extremidades más fáciles de ocultar y a la vez no son zonas tan sensibles como las partes frontales del tronco (siempre que no se hiera la parte interior de los brazos).
El perfil de las personas que se autolesionan
La Autolesión No Suicida es más frecuente entre personas jóvenes: fundamentalmente, adolescentes y post-adolescentes. Esto puede ser debido a que la inestabilidad emocional producida por los cambios hormonales produce crisis de ansiedad mayores y más graves, sumados a los cambios de tipo social que aparecen en esta etapa de la vida: las dudas acerca de la propia identidad, acerca de lo que se va a estudiar, los problemas en las relaciones fugaces, etc.
Además hay ciertos rasgos de personalidad que son más frecuentes entre las personas que practican esta clase de autolesión. Se trata de personas con una alta impulsividad y emocionalidad (o sensibilidad) que, además, tienen baja autoestima y valoran sus capacidades a la baja y de modo pesimista.
Tratamientos y psicoterapia
Las opciones psicoterapéuticas más eficaces son aquellas que se enmarcan dentro de las Terapias Cognitivo Conductuales, es decir, que abordan tanto las acciones como los pensamientos. En concreto, la Terapia Dialéctica del Comportamiento (TDC) de Linehan, creada especialmente para abordar casos de Trastorno Límite de la Personalidad, ha sido muy recurrida.
La base de estos acercamientos terapéuticos está en aplazar constantemente el momento de la autolesión hasta conseguir que no se produzca. Se trata de una manera de actuar sobre la conducta que recuerda al tratamiento sobre adicciones.
En cualquier caso, la función de los psicólogos se centra tanto en la disminución de la frecuencia y la intensidad de estas conductas como en el aprendizaje de formas de pensamiento y de relacionarse con los demás que permitan alejarse del estrés de manera adaptativa y sin sufrir. Del mismo modo, se mantiene un nivel de vigilancia para detectar momentos en los que pueda aparecer la ideación suicida.