¿Cómo saber cuándo ir a terapia familiar?

Un resumen de los problemas abordados en terapia familiar, para que sepas cuándo asistir.

Cómo saber cuándo ir a terapia familiar

La familia es ese grupo social cuyos lazos suelen ser de los más fuertes de lo que una persona puede disponer. Generalmente los integrantes de una familia suelen tener una buena relación entre ellos aunque, a veces, puedan surgir situaciones conflictivas, lo suficiente como para necesitar acudir a terapia familiar.

Este término le sonará alarmante a más de uno, pero no debería ser así. De la misma manera que necesitamos ir al dentista cuando nos duele una muela o visitar al mecánico cuando el coche no marcha, si nuestra familia tiene problemas es necesario recibir algún tipo de ayuda profesional para poder solucionar la situación disfuncional.

Cada familia es diferente y la forma con la que gestiona sus dificultades es diferente también. Habrá situaciones que requerirán más ayuda profesional que otras y, a continuación, las vamos a descubrir viendo cómo saber cuándo ir a terapia familiar.

¿Cómo saber cuándo ir a terapia familiar?

Nuestra salud personal depende mucho de nuestras relaciones familiares. Por regla general, la familia puede servir como un factor de protección frente al desarrollo de algunos problemas psicológicos aunque, también es cierto que puede ser el origen de estrés y ansiedad. Esto es normal, puesto que en todas las familias hay buenos y malos momentos, situaciones de crisis y épocas en las que los cambios son tales que es difícil vivirlos de forma impasible.

Muchas situaciones de cambio son perfectamente normales y suele ser mera cuestión de tiempo que sus miembros acaben adaptándose a la misma. Por ejemplo, cuando hay un nacimiento, cuando alguien muere a avanzada edad o ante el cambio de hogar, lo normal es que haya cambios en las dinámicas, roles y sentimientos de los integrantes del núcleo familiar. Sin embargo, todas estas situaciones son propias de una familia promedio, algo que acabaremos aceptando aunque, a veces, con cierta dificultad.

Pero también hay situaciones inesperadas, como pueden ser la muerte por accidente de un hijo joven, la separación de los padres, las malas relaciones entre los hijos o cualquier otra situación altamente desestabilizante que requerirá de ayuda externa para que la familia la pueda superar. Es aquí donde entra la importancia de la terapia familiar, algo que ayuda a las familias desde fuera, con un profesional que toma una postura neutra, objetiva y activa en el análisis y resolución de la disfuncionalidad en la que ha quedado inmersa los integrantes de ese núcleo familiar.

Tener la necesidad de acudir a terapia familiar no es nada de qué avergonzarse, puesto que la familia perfecta no existe. A lo largo de toda la historia de cada familia que habita en nuestro planeta habrá situaciones de crisis que no podrán resolver por su propia cuenta sus miembros.

Recibir ayuda de fuera es la mejor manera de que la familia pueda recuperar la estabilidad o, en caso de que nunca la haya tenido, por fin la tenga. La salud mental de todos sus miembros depende de ello, así que nunca se debe ver acudir a un profesional para conflictos familiares como algo exagerado o propio de una familia fallida.

Terapia de familia

Situaciones trabajadas en la terapia familiar

Normalmente, la terapia familiar es proporcionada por un psicólogo, aunque también la puede realizar un asistente social clínico o un terapeuta que esté acreditado por alguna institución especializada. Este tipo de tratamientos suele realizarse mirando a corto plazo, y se puede involucrar tanto a todos los miembros de la familia (que es lo preferible) o bien solamente a aquellos que se hayan atrevido a buscar ayuda, aunque cabe destacar que difícilmente se puede hacer terapia familiar si no se trabaja con toda la familia.

Algunas situaciones prototípicas por las que se acude a este tipo de terapia tenemos:

  • Relaciones conflictivas entre los miembros de la familia.
  • Trastorno mental y/o adicción de alguno de los miembros de la familia.
  • Vivencia traumática por parte de uno o varios miembros (accidente de tráfico, desastre natural...)
  • Fallecimiento de uno de sus integrantes.
  • Alta tensión y estrés por causa reciente como cambio de residencia, de país...

Así, los conflictos son momentos evolutivos y de crecimiento de la familia. Por regla general no suelen ser patológicos, aunque sí que implican cierta disfuncionalidad, aunque sí que pueden ser graves como los malos tratos, la vivencia de un accidente de tráfico o la desaparición de un hijo. También se da el caso de conflictos que trascienden las generaciones, siendo heredados y generando tensión por mucho tiempo, incluso a personas que no entienden muy bien por qué surgió en un principio.

Es, de hecho, un gran y común problema en toda familia su incapacidad para identificar la raíz del conflicto. Como claramente no es neutral en esta situación, su escasa objetividad impide ver con claridad cuál fue el desencadenante y qué agravó toda la situación para llegar hasta donde se encuentran hoy. Es en este caso muy necesaria la terapia familiar, porque el profesional podrá descubrir cosas que la familia no ha podido ver e identificar aquello que lo originó.

Entre los tipos de conflictos trabajados en terapia familiar tenemos los siguientes.

1. Crisis de evolución o del ciclo vital de la familia

Las crisis de evolución son aquellas relacionadas con cambios naturales en una familia, como el nacimiento de un bebé, el casamiento de los hijos adultos o la jubilación de los padres.

Son cambios normales y esperados, no patológicos, pero que a veces se presentan de una forma tan dramática y repentina que es imposible vivirlos impasiblemente. Los conflictos se agravan cuando la familia intenta impedir la crisis sin disponer de los recursos necesarios para ello.

1.1. Crisis externas

Las crisis externas se relacionan con algún tipo de suceso inesperado. Un ejemplo de ello es la muerte de uno de sus miembros por un accidente, el despido repentino del padre o la enfermedad de uno de sus hijos.

Son experiencias vividas como muy injustas pero que no se podían controlar y, a veces, la familia recurre a uno de sus miembros para echarle la culpa, siendo esta la parte disfuncional y patológica de este tipo de crisis.

Es difícil adaptarse a este tipo de situaciones sin recurrir a la adecuada ayuda o careciendo de los recursos psicológicos, físicos y económicos necesarios. De hecho, ante situaciones tan imprevisibles como la muerte de seres queridos por accidente, los supervivientes pueden empezar a darles vueltas una y otra vez tratando de averiguar que podrían haber hecho para evitar que se diera el acontecimiento, a pesar de que lo más probable es que fuera inevitable.

1.2. Crisis estructurales

Las crisis estructurales son consideradas de las más complicadas, puesto que implican que la familia repita antiguas crisis, sacándolas a relucir cada vez que hay un nuevo conflicto. No son capaces de superar los problemas del pasado, ni de gestionarlos tampoco, así que se reviven.

Este tipo de crisis se ven alimentadas por las malas relaciones entre varios de sus miembros, que lejos de superar las enemistades las alimentan con nuevos conflictos, aunque estas malas relaciones se mantengan de forma interna y encubierta.

1.3. Crisis de atención

Las crisis de atención son comunes en familias que uno de sus miembros padece una enfermedad crónica o una discapacidad, haciéndole extremadamente dependiente de los demás miembros.

La persona dependiente se convierte en el centro de atención, mientras que otros miembros pueden quedar en segundo plano o, incluso, que sus necesidades sean desatendidas. La crisis se da cuando los demás miembros se ven limitados en sus hábitos, actividades y expectativas diarias por las exigencias de uno de sus miembros.

2. Obstáculos que dificultan el cambio

Son varios los obstáculos que pueden impedir que una familia supere una crisis e inicie el cambio hacia un estado más estable y en el que se goce de mayor bienestar. Los obstáculos suelen estar encubiertos, por lo que es difícil que la familia los reconozca y los supere por su propia cuenta. Entre ellos podemos encontrar los siguientes:

2.1. Problemas de comunicación

Los problemas de comunicación tienen que ver con el hecho de que los miembros de una familia no se digan las cosas de forma asertiva y totalmente sincera. Esto es un aspecto en el que se ven implicados tanto el emisor como el receptor, es decir, puede que el problema esté en que quien dice las cosas las diga de forma demasiado brusca y sin explicar todo lo que siente o que, también, la otra persona sea incapaz de entender las cosas que se le dice, o las interprete de una forma hostil y se ponga a la defensiva.

2.2. Roles

Como en cualquier otro grupo social, en la familia hay unos roles asignados a cada uno de sus miembros. La disfuncionalidad surge cuando estos roles se vuelven o bien muy rígidos o bien son incumplidos de forma sistemática.

2.3. Reglas

En toda familia es normal que haya reglas, máximas que permiten o prohíben hacer ciertas cosas. Se vuelven disfuncionales cuando estas normas o bien son demasiado exigentes y carecen de sentido o justicia alguna o bien no se cumplen, características propias en los estilos parentales tipo autoritario y laissez faire, respectivamente.

2.4. Históricos

Los obstáculos históricos son todas esas cuestiones y problemas que no han sido resueltos a lo largo de la historia de la familia, y que vuelven y quedan rondando y acechando la familia durante mucho tiempo, puede que incluso pasándose de generación en generación.

¿Cómo se puede afrontar una crisis familiar?

Ninguna familia es igual ni tampoco lo son los conflictos y problemas que la afectan. Para poder afrontar una crisis familiar se deberá evaluar primero la capacidad de la familia para enfrentar los problemas. Son muchos los factores que intervienen en esto, entre ellos la capacidad de comunicación, organización, recursos, limitaciones y sistemas de creencias por las que se rige el núcleo familiar. Los procesos que van a ayudar a la familia a enfrentar las crisis pueden proceder de su interior, de sus familiares y amigos, o del exterior, en forma de ayuda profesional y apoyo social.

Para entender sus propios conflictos y superarlos, es necesario que la familia mantenga una postura abierta y esté dispuesta a recibir ayuda de fuera, ayuda real y profesional como la que ofrece el psicólogo. La comunicación entre sus miembro debe ser sincera, rompiendo los tabúes que haya en el seno de la familia. También es importante disponer de una red social que actúe como un verdadero apoyo ante las circunstancias desfavorables.

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Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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