Los trastornos depresivos se han visto incrementados tras la pandemia del virus COVID-19, incluso en niños y adolescentes.
Comúnmente asociamos la tristeza a la depresión, pero cabe diferenciar entre los estados de tristeza que todos podemos experimentar como adaptativos y los diferentes trastornos depresivos que pueden darse. Es importante visibilizar y conocer esta problemática tan frecuente, ya que nos permite identificar los síntomas y pedir ayuda profesional cuando se requiere.
La distimia o trastorno depresivo persistente es un trastorno depresivo poco conocido, pero muy prevalente en la sociedad. Al ser de sintomatología menos intensa que la depresión mayor, cuesta más detectarla por parte del entorno o la propia persona, pudiendo llegar a evolucionar durante años sin recibir ayuda profesional.
No obstante, la distimia tiene un impacto negativo en la calidad de vida de las personas generando problemas de salud, en las relaciones sociales y en el trabajo.
- Artículo relacionado: "Los 6 tipos de trastornos del Estado del Ánimo"
¿Qué es realmente la distimia?
El trastorno depresivo persistente (distimia) es un trastorno de curso crónico e intensidad menor que la depresión mayor. Consiste en un estado de ánimo deprimido la mayor parte de los días durante al menos dos años, acompañado de alteraciones del sueño, poca energía, baja autoestima, falta de concentración, dificultades para tomar decisiones y/o sentimientos de desesperanza.
La distimia suele tener una edad de inicio anterior a la depresión mayor, empezando muchas veces en la adolescencia o juventud de forma insidiosa, siendo este hecho indicador de un curso más crónico. En relación a las diferencias de género, la prevalencia es mayor en mujeres.
- Quizás te interese: "Depresión mayor: síntomas, causas y tratamiento"
¿Cómo saber si tengo distimia?
Los síntomas propios de la distimia pueden variar a lo largo de los años en aparición e intensidad. Suelen generar malestar y afectar al adecuado desempeño de las actividades diarias. Entre los más frecuentes se encuentran los siguientes:
- Pérdida de interés en las actividades diarias
- Sensación de vacío o tristeza
- Desesperanza
- Falta de energía
- Baja autoestima, autocrítica, sentimientos de inutilidad y culpabilidad
- Dificultades en la concentración y en la toma de decisiones
- Disminución de la actividad y la productividad
- Irritabilidad
- Aislamiento social
- Alteraciones en los hábitos alimentarios
- Alteraciones en el sueño
Para poder ser diagnosticado de trastorno depresivo persistente los síntomas mencionados tienen que persistir al menos dos años en adultos o un año en adolescentes y población infantil. En esta última, los síntomas de la distimia pueden incluir estado de ánimo deprimido e irritabilidad.
- Artículo relacionado: "Gestión emocional: 10 claves para dominar tus emociones"
¿Puede afectar la distimia al funcionamiento social?
A pesar de no ser un síntoma central de los trastornos depresivos, tanto el funcionamiento social como la capacidad de mantener y disfrutar de las relaciones se ven comprometidos con los síntomas propios de la distimia. Los más destacados son la anhedonia, la falta de motivación y la pérdida de interés. Por ello, es frecuente que las personas con trastorno depresivo persistente tengan relaciones íntimas más pobres e interacciones sociales menos satisfactorias.
Las principales alteraciones en el funcionamiento social se derivan de la reducción del deseo de comunicarse, el aumento de la sensibilidad al rechazo o evaluación negativa, los problemas en la identificación emocional y la capacidad reducida de encontrar soluciones efectivas a los problemas interpersonales.
Las dificultades en las relaciones interpersonales pueden contribuir a mantener el trastorno y son uno de los principales focos de la terapia.
- Quizás te interese: "Las 7 principales causas de las relaciones tóxicas"
¿La distimia puede darse junto a otros trastornos mentales?
La literatura constata que la comorbilidad en este trastorno es habitual, especialmente con el trastorno depresivo mayor y otros trastornos de ansiedad, así como también con trastorno por abuso de sustancias.
Dentro de los trastornos de ansiedad, el trastorno de ansiedad social y el trastorno de ansiedad generalizada han resultado ser los que más habitualmente se asocian a la distimia. Adicionalmente, se estima que el 10% de las personas con distimia acaban desarrollando una depresión mayor.
¿Y cuáles son las causas?
La etiología del trastorno aún no es clara, pero se ha estudiado su carácter multifactorial, es decir, que la distimia se puede derivar de la interacción de factores biológicos, sociales y psicológicos. A nivel biológico se han observado afectaciones en estructuras cerebrales como la amígdala, el hipocampo, la corteza prefrontal y la corteza cingulada anterior; así como el eje hipotálamo-pituitario-adrenal y el sistema noradrenérgico.
A nivel psicosocial se ha visto que la vivencia de acontecimientos estresantes durante la infancia o la juventud pueden predisponer a la distimia. A nivel sociofamiliar se ha asociado la distimia al hecho de estar sin pareja y/o la pérdida o separación de los padres en la infancia.
Los factores de vulnerabilidad que se han observado son: historia de depresión en familiares de primer grado, trastorno por uso de sustancias y trastorno de la personalidad antisocial.
¿Cómo se trabaja en terapia?
El tratamiento para la distimia es similar al de la depresión mayor, siendo la terapia cognitivo-conductual el tratamiento de elección para la distimia con sintomatología leve.
Para episodios moderados y graves, se recomienda la combinación de la terapia cognitivo-conductual con el tratamiento farmacológico. La intervención psicoterapéutica tiene como objetivos principales los siguientes:
- La mejora del estado de ánimo, reduciendo síntomas como la anhedonia, la incapacidad para experimentar o percibir eventos positivos y la desesperanza, entre otros.
- La activación conductual, estableciendo una serie de actividades con la intención de recuperar los ámbitos placenteros de la vida.
- La identificación de creencias y conductas disfuncionales y el posterior reemplazo por otras más adaptativas.
- La gestión del estrés y el aprendizaje de estrategias de afrontamiento adecuadas para la adaptación a otras crisis o dificultades.
- El entrenamiento de habilidades sociales y de comunicación para el desarrollo de interacciones sociales satisfactorias que reduzcan el aislamiento.
- La resolución eficaz y funcional de problemas y la toma de decisiones.
Autora: Carla Carulla, psicóloga infantojuvenil en Elisabet Rodríguez Psicologia i Psicopedagogia.