La esquizofrenia es uno de los síndromes más famosos del ámbito de la salud mental. Sus impactantes características y lo extraño de las alucinaciones y alteraciones del comportamiento que produce han hecho que este concepto sea conocido por mucha gente que no se dedica a la psiquiatría ni a la psicología clínica. Por supuesto, entre los pacientes y los profesionales de la sanidad la esquizofrenia es importante no tanto por lo anterior sino por las graves consecuencias que tiene para la salud de quien ha sido diagnosticado con ella.
Sin embargo, una cosa es que los síntomas asociados a la esquizofrenia sean increíbles y muy severos, y otra es que esta entidad clínica exista como tal, como un fenómeno natural bien separado del resto. De hecho, el concepto de lo que hace años que venimos llamando esquizofrenia podría tener los días contados.
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¿Y si la esquizofrenia no existiese?
Hasta hace unos años, el síndrome de Asperger era una de las etiquetas diagnósticas más conocidas, a causa entre otras cosas de las características llamativas que mostraban algunos de los pacientes de este tipo: inteligentes, con dificultades para empatizar, y obsesionados por áreas de conocimiento muy específicas.
Sin embargo, hoy día esta denominación ya no se usa. Ya que el fenómeno al que hacía referencia el síndrome de Asperger ha pasado a formar parte de un espectro; concretamente, los Trastornos del Espectro Autista.
Algo muy parecido podría ocurrir próximamente con la etiqueta de la esquizofrenia, duramente criticada desde la psicología desde hace décadas. Ahora, las dudas acerca de su existencia están ganando fuerza incluso dentro de la psiquiatría. Los motivos de esto son, fundamentalmente, dos.
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¿Varias causas para trastornos distintos?
Tal y como ocurre con prácticamente todas las llamadas “enfermedades mentales”, no se conoce una alteración biológica concreta que sea la causa de la esquizofrenia.
Esto es algo comprensible, teniendo en cuenta que el sistema nervioso en general y el encéfalo en particular son sistemas biológicos tremendamente complejos, sin una ruta de entrada y otra de salida claras, y en ellos participan en tiempo real millones de elementos microscópicos, desde neuronas y células gliales hasta hormonas y neurotransmisores.
Sin embargo, otra posible explicación al hecho de que no se haya conseguido aislar una base neurológica de la esquizofrenia es que esta no exista. Es decir, que hayan varias y muy diversas causas que terminan generando reacciones en cadena diferentes pero en cuyo final aparece un conjunto de síntomas muy parecidos entre sí: alucinaciones, delirios, estupor, etc.
Por otro lado, los intentos de vincular la esquizofrenia a unos pocos genes alterados, que dería una manera rápida y fácil de explicar una enfermedad señalando como su causa un elemento muy concreto, han sido infructuosos. Tan solo se ha conseguido asociar el 1% de los casos en los que aparece este síndrome a la eliminación de un pequeño tramo del cromosoma 22. ¿Qué ocurre en el 99% de los casos restantes?
Diferentes tratamientos para varios tipos de esquizofrenia
Otra de las evidencias que refuerzan la idea de que la esquizofrenia no existe como entidad homogénea es que no solo se intuyen vías paralelas por las que pueden aparecer los síntomas de este síndrome; también parecen existir vías paralelas en su tratamiento.
El hecho de que ciertos tipos de tratamientos parezcan funcionar específicamente en casos en los que este síndrome parece causado por ciertos desencadenantes, y no en otros, señala que hay diferentes focos de actividad nerviosa ligados a la esquizofrenia, y estos no se manifiestan todos a la vez en todos los pacientes.
También puede ocurrir lo contrario, que en ciertos pacientes de esquizofrenia que reúnen características significativas en común (las cuales los diferencian de otros pacientes de esquizofrenia), algunos tratamientos farmacológicos funcionan especialmente mal, o no funcionan. Por ejemplo, los niños y niñas en los que el inicio de los síntomas psicóticos asociados a la esquizofrenia coinciden con la exposición a eventos traumáticos, los fármacos antipsicóticos no son demasiado eficaces.
Conclusión
Uno de los problemas de la psiquiatría es que, a veces, se infiere que los problemas que muestran los pacientes se encuentran en las profundidades de su sistema nervioso, aisladas del contexto en el que la persona se ha desarrollado y ha aprendido a comportarse.
Por supuesto, esta creencia tiene razón de ser en ciertas patologías en las que se ha visto que ciertas células nerviosas van quedando destruidas, por ejemplo.
Sin embargo, atribuir el foco de los síndromes como la esquizofrenia a algo que “nace” espontáneamente en el cerebro de los pacientes puede ser falaz. Que exista un conjunto de síntomas que sugieran disrupción con la realidad no significa que todos estos casos tengan su raíz en una enfermedad concreta y separada de todas las demás. Sostener esa idea, hasta cierto punto, puede llegar a ser, simplemente, darle uso a una palabra que se lleva utilizando desde hace mucho. Pero hay que tener en cuenta que en ciencia el lenguaje se adapta a la realidad, y no al revés.
Por este motivo, investigadores como Jim van Os, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Maaschrist, han propuesto que el término "esquizofrenia" sea sustituido por el de Trastornos del Espectro de la Psicosis, idea en la que caben diferentes causas y mecanismos poor las que toma forma esta ruptura con la realidad. Este enfoque menos esencialista de la esquizofrenia puede hacer que entendamos realmente lo que ocurre en la vida de los pacientes, más allá de intentar hacer encajar sus comportamientos en una sola categoría homogeneizante.
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