Haciendo memoria de las diferentes intervenciones que he podido realizar en diferentes talleres y procesos terapéuticos, en concreto aquellas que versaban sobre el establecimiento de roles, quiero reflexionar sobre el importante papel que tiene la escucha terapéutica, en concreto la escucha gestáltica.
Observaciones y análisis que me han aportado muchas conclusiones sobre el papel que la misma mantiene en esa doble dirección acerca del sí mismo que todo terapeuta busca: hacia adentro y hacia afuera.
Saber más: "Terapia Gestalt: qué es y en qué principios se fundamenta"
Aclarando algunos conceptos
Escucha interna
La escucha interna, como la capacidad de puesta en tela de juicio desde la auto observación, no es más que la virtud de mirarse hacia adentro, de permitirnos tomar conciencia del sí mismo y atender a aquellos procesos que se despiertan en la comunicación establecida.
Y es que si bien "estar disponible para el otro no significa olvidarnos de nosotros" (Peñarrubia, 2012), la dura autocrítica, surgida de ese "guardar las apariencias" en terapia -como la atención del sí en el proceso experiencial-, olvida que los gestaltistas no sólo atienden a lo que le pasa al otro, sino que además deben tener presente (ser conscientes) de lo que les está pasando en ese mismo momento (en el aquí y el ahora).
Escucha interior
Esta escucha interior, que en su inicio pensábamos que era un lastre para la atención plena en el paciente, deja paso a una versión más amable, ejemplificando la excelencia de su método como acompañamiento, sin tener por qué interferir en la atención de nuestro interlocutor.
Parafraseando a J.B. Enright (1973) ejemplificamos esta nueva visión y toma de conciencia de lo aquí aludido: "Para llevar a cabo una tarea clínica idónea, los profesionales de la salud mental necesitan tener acceso al flujo de su experiencia interior. El indicio primero y más sutil para entender la angustia, la hostilidad... del otro, es la conciencia de algún estado similar o complementario en uno mismo".
Escucha externa
En cuanto a la escucha externa, se olvida que más importante que escuchar qué se dice, es descifrar cómo lo dice. Es común pues observar, cómo la escucha del contenido verbal es importante (mostrando nuestra capacidad de escucha una vez más con la repetición de lo que hemos atendido con la máxima fidelidad: palabras y temas textuales transmitidos), pero aún más importante es la escucha del contenido no verbal.
Y es que en mi experiencia en la dinámica de grupos, si bien desarrollamos la atención y la concentración en palabras y asuntos relegamos los gestos, los tonos de voz, la postura corporal, que más que las palabras, nos aportan información más sincera que su narración en frases.
Sin duda, ello pone de manifiesto que un buen terapeuta no sólo debe limitarse a una escucha pasiva de lo que se expone, sino que debe atender de un modo activo el sonido de la voz, sus tonos, el ritmo de la musicalidad en sus palabras, porque en definitiva, la comunicación verbal no es más que una mentira (Peñarrubia, 2006).
Mi experiencia en congruencia con lo expuesto me ha permitido entender que además de escuchar las palabras, debemos atender de un modo más consciente lo que la voz nos dice, lo que narran los movimientos, la postura, su expresión facial, su lenguaje psicosomático; en definitiva, y en la palabras del mismísimo Fritz Perls (1974): " esta todo ahí, si es que permiten que el contenido de las frases haga únicamente de segundo violín".
Claves y beneficios de la escucha terapéutica
La escucha terapéutica debe ser atendida como una actitud: disponibilidad, atención, interés por el otro... Si materializamos la misma en dos líneas operativas indisociables (escucha de contenido y percepción de la forma) entenderemos la finalidad del entrenamiento que todo buen terapeuta debe atender:
- Escuchar el contenido (lo que el otro dice), retener y reproducirlo literalmente; supone una prueba de atención. Atendiendo al carácter meramente teórico de su explicación, encontramos que, de modo casi permanente, lo olvidado, lo cambiado, corresponde o señala zonas conflictivas del terapeuta, remitiéndonos a asuntos inconclusos propios y que aluden al propio mundo interno. Podríamos concluir que la memoria es pues selectiva y que tanto lo rescatado como desechado alude a la neurosis del terapeuta.
- La escucha de lo no verbal requiere del terapeuta ser un buen observador, capacidad y percepción que trasciende más allá de la palabra. La atención del cómo sobre el qué, apuesta por lo no verbal en caso de disonancia.
La comunicación en Terapia Gestalt
Hemos hablado de la actitud de la escucha gestáltica, lo que irremediablemente nos conduce a hablar también de una determinada actitud de comunicación (la comunicación en Gestalt). Es ya común en los talleres, la corrección en varios compañeros, entre los que me encuentro, de formas de expresión que desvirtúan las reglas de comunicación en Gestalt.
Pasamos a enunciar y ejemplificar las más comunes (Peñarrubia, 2006):
- Hablar en tercera persona y en tiempo pasado/futuro quizás sea la corrección más frecuente durante los procesos terapéuticos. La base teórica que sustenta esa corrección del tutor que nos obliga a " hablar en primera persona y en tiempo presente", afirma que el lenguaje impersonal diluye la responsabilidad de lo que se está diciendo. Hablar en tiempo presente (aunque se hable del pasado) facilita la vivencia, haciendo accesible y disponible el contenido emocional que encierra la experiencia narrada.
- No responsabilizarse de la expresión, remarcando la recomendación de ir incorporándola a medida que avanza el discurso, con la introducción de frases (que faciliten hacerse cargo de lo que va narrando. Ejemplo de estas vivencias en sesiones reales son: expresiones sobre "siento que el cuello se me tensa", pudiendo responsabilizar al paciente de esta vivencia de una forma más comprometida desde el "estoy sintiéndome tenso".
- Utilización de la conjunción "pero" en lugar de " y" y la interrogación "por qué" en lugar de "cómo". Es común en la clínica realizar preguntas acerca de los "por qué" intentando conseguir alguna racionalización o explicación, debiendo ejercer la devolución de que esa dinámica relacional. Esto jamás nos llevará a un entendimiento global y que si cambiamos al "cómo" miraremos lo que ocurre, observaremos la estructura del proceso y nos aportará perspectiva y orientación. Igualmente con la utilización del "y" en lugar de "pero" evitaremos la dicotomía del lenguaje, integrando en lugar de disociar.
La Terapia Gestalt y la relación terapéutica
Para concluir y retomando los orígenes de la Terapia Gestalt, somos deudores (bien por posición o por oposición) de Freud y su psicoanálisis (Rocamora, 2014) :" lo que una relación daño en su origen o infancia, otra puede sanarlo- psicoterapia", permitiendo al hablar de relación terapéutica, detectar ciertos modelos de relación paciente-terapeuta. Relación que al hablar de escucha gestáltica, resalta la peculiaridad que en relación con su principio fundamental del "darse cuenta", apunta a una interacción donde el terapeuta (el sí mismo) es utilizado como un mapa de referencia o vivencia con su paciente (equilibrio gestáltico).
Qué actitud debemos pues mantener: "¿oír? o ¿escuchar?". Si escuchar es algo que se hace de modo intencionado y oír es algo independiente de la voluntad, en Terapia Gestalt es prioridad la primera. Ello, en congruencia con el objetivo de la misma (centrada más en los procesos que en los contenidos), pone el énfasis en lo que está sucediendo, se está pensando y sintiendo en el momento, por encima de lo que pudo ser o haber sido. Escuchar de forma global, tal y como nos muestran en taller (verbal y no verbal), es pues la clave para el éxito de un proceso terapéutico.