Según William Worden, miembro de la Asociación Americana de Psicología, el duelo es “la experiencia de la persona que ha perdido a un ser querido” (Worden, 2004). Tiene otras acepciones, puesto que podemos atravesar un proceso de duelo también cuando perdemos una pareja, un trabajo o la salud. Pero, la definición más común es la que se refiere al fallecimiento de alguien importante para nosotros.
Afrontar un duelo requiere tiempo y supone emociones intensas en el doliente. Pero, también, en aquellos que están a su alrededor. Acompañar en el proceso de duelo no es una tarea fácil, ya que cada persona afronta las pérdidas de una manera diferente.
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Ideas clave sobre el acompañamiento de personas en duelo
En muchas ocasiones, surgen dudas sobre si se está siendo de ayuda o si se podría hacer algo más por el familiar o el amigo que ha sufrido la pérdida. Si bien no existen recetas, y lo mejor siempre es preguntar directamente a la persona qué es lo que necesita, hay algunos aspectos que podemos tener en cuenta en la tarea de acompañamiento a quienes sufren por el duelo psicológico.
1. La importancia de nuestra mirada
Existen muchas formas de acercarnos a alguien que está sufriendo: desde una perspectiva descriptiva y analítica, desde el temor a decir o hacer algo que no sea adecuado, desde una posición de consejero... Para poder ayudar a alguien que está atravesando un duelo tenemos que estar dispuestos a vivenciar y compartir con esa persona cualquier emoción, sensación o creencia que aparezca, sin juicios, teorías ni recomendaciones.
Mirar al otro es más que verle. Tiene que ver con acercarse a él desde la curiosidad, la empatía y el respeto. Sólo así se facilita que la persona en duelo entre en contacto con sus emociones y ponga palabras a lo que le ocurre. Sólo así se sentirá escuchado y seguro.
2. El valor de estar ahí
A veces nos planteamos una y otra vez qué hacer y qué decir para aliviar el sufrimiento de aquellos a quienes queremos. Vale la pena plantearse si estamos dando más importancia al hacer frente al estar. Puede que los demás solo necesiten que estemos presentes y disponibles.
Pero... ¿qué significa estar ahí? Estar ahí supone brindar apoyo emocional y físico. Requiere que seamos capaces de contener, sostener y consolar cuando aparecen las emociones. Pero, también, que seamos capaces de preguntar por aspectos más pragmáticos, sin anticiparnos y sin entrometernos en la rutina y forma de afrontamiento de nuestro ser querido.
3. Nuestra función como acompañantes
Acompañar a un doliente no es una tarea fácil. Se trata de un acto de amor, en el que observamos el sufrimiento de otra persona y aceptamos involucrarnos en él para que no lo transite solo.
Es fundamental recordar que este proceso sólo pertenece al doliente, si bien el acompañante actúa como un catalizador, es decir, favorece el progreso del duelo sin tener un papel protagonista.
Para cumplir esta función ya se ha descrito la importancia de permitir la expresión emocional y de proporcionar ayuda instrumental en aspectos concretos del día a día. Otras formas de ayudar pueden ser: favorecer los recuerdos de la persona fallecida (evitando así que se convierta en un tema tabú), infundir esperanza y ayudar a que la persona en duelo tome decisiones en el día a día y adquiera, a su ritmo, una postura activa como protagonista de su vida.
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4. Lo que se juega el doliente: vacío, olvido identidad y sentido
La persona que acaba de perder a un ser querido se enfrenta a una situación límite en la que la puede sufrir una crisis de valores e, incluso de identidad. Cabe destacar que no todas las personas vivencian la pérdida con esta intensidad, siendo más probable tras muertes traumáticas o inesperadas.
La persona que sobrevive al fallecido tiene que aceptar la muerte de un ser querido y aprender a gestionar la angustia de la pérdida. En muchos aspectos, incluso cotidianos, puede aparecer una sensación de vacío, en relación a aquellas tareas o actividades de las que se encargaba el fallecido o que se compartían con él/ella.
Además, aparece el temor al olvido, necesitando el doliente reformular el sentido del recuerdo y pasar de un recuerdo sensorial a uno que proyecte la huella del ser querido en el futuro y que dé sentido a sus días.
5. Las paradojas del encuentro
Al igual que necesitamos compartir nuestras vivencias con los demás para poder transitar por ellas, en ocasiones también requerimos nuestro propio espacio. Las personas en duelo pueden incurrir en contradicciones en relación a su deseo de estar aislados y su deseo, no incompatible, de estar acompañados. Es importante encuadrar estas situaciones dentro del contexto del duelo, sin tomarlas como algo personal.
6. Los límites propios
Por último, si bien no menos importante, hay que hablar de las necesidades del acompañante. Involucrarnos en el dolor del otro puede remover aspectos propios no resueltos o suponer un desgaste emocional muy grande. Por ello, no hay que dejar de estar conectado con uno mismo y saber parar, despejarse y gestionar el nivel de implicación.
En caso de detectar que existen aspectos que exceden lo que se considera un duelo normal (o lo que sentimos que somos capaces de gestionar) es recomendable pedir ayuda a los profesionales adecuados.
Referencias bibliográficas:
• Asociación Viktor E. Frankl. (2014). Duelo y sentido: Significado y valor en la pérdida. Barcelona, España: Sello Editorial. • Devine, M. (2019, 4 febrero). How to help a grieving friend - Refuge In Grief. Recuperado 22 diciembre, 2019, de https://www.refugeingrief.com/helper-overview/ • Worden, J. W. (2004). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. (2a ed.). Barcelona, España: Paidós.
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