Existe una gran variedad de patologías que pueden surgir a raíz de una lesión en el cerebro humano. Uno de los efectos que estos trastornos pueden tener es la disminución del nivel de conciencia.
A continuación veremos los diferentes grados en los que una persona puede perder el conocimiento a causa de una patología, y por qué se cree que ocurre esto. Sin embargo, antes de hablar propiamente de este tipo de decremento y por ende la aparición de trastornos, conviene establecer que entendemos por conciencia.
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¿Qué entendemos por consciencia?
La capacidad que nos permite obtener conocimiento de nosotros mismos y del medio que nos rodea se llama conciencia. Y el grado que una persona pueda tener de la misma estará determinado por lo que haga o deje de hacer un sistema neuronal conocido como formación reticular, el cual se encuentra repartido por el tronco encefálico, el diencéfalo y los hemisferios cerebrales.
A través del Sistema Activador Reticular Ascendentes (SARA), la formación reticular controla la actividad que tengan las neuronas corticales y talámicas, siendo esta la clave para que exista vigilia (estar despierto), todo gracias a la estimulación bidireccional que hay entre las áreas corticales y reticulares.
Niveles de pérdida de la conciencia
Existen diferentes fases con respecto a la pérdida del conocimiento, unas de mayor fatalidad que otras. Repasémoslas:
1. Confusión
En esta fase el daño es relativamente leve, aunque a pesar de ello la persona no puede razonar de manera rápida y clara y el pensamiento es lento.
2. Obnubilación
En este estado la persona se encuentra somnolienta, e incluso se duerme, aunque no sea el momento ni el lugar indicado. Cuando está despierta es incapaz de mantenerse alerta, y sus movimientos se encuentran muy restringidos. Si se puede despertar al entrar en contacto con estímulos, y es capaz de emitir reacciones frente a estimulación verbal o dolorosa.
3. Estupor o semi coma
Aquí el individuo afectado por el accidente o patología solo logra despertarse si se le presentan estímulos repetitivos e intensos, pero las respuestas que produzca no tendrán coherencia y estarán lentificadas. Al encontrarse con estímulos dolorosos les hace frente evitándolos. No hay control de esfínteres y la actividad motora es nula.
4. El coma
Etimológicamente, coma significa sueño profundo. Es un estado patológico que presenta una gran pérdida en el nivel de la conciencia, se identifica por ser una etapa en la que el individuo no puede sentir ni despertarse, no produce ninguna respuesta verbal o motora a los estímulos externos, por más penetrantes y dolorosos que estos sean.
Cabe destacar que, en el coma, lo que provoca la pérdida de la conciencia es producto del no suministro de sangre al cerebro durante 20 o más segundos, o cuando la perfusión sanguínea se encuentra por debajo de los 35ml/minuto por cada 100 gramos de masa cerebral. Se entra en un estado de ahorro fisiológico, por lo que el cerebro busca reducir el consumo de energía (usar menos glucosa, por ejemplo) para así evitar un mayor daño en las células cerebrales
5. Muerte cerebral
Es la última fase con respecto a la pérdida de la conciencia, en este caso no se tiene registro alguno de actividad cerebral ni en el tronco encefálico, pues hay un infarto global y paralización total del flujo sanguíneo cerebral. La respiración se encuentra suspendida (apnea), y solo puede ser mantenida por medios artificiales.
Patologías que las causan
Este tipo de trastornos pueden surgir por muy diversas causas. Por ejemplo, producto de un traumatismo craneoencefálico, trastorno vascular, tumor encefálico, epilepsia, consumo excesivo de alcohol y un muy largo etcétera.
Fundamentalmente, cualquier enfermedad o accidente con potencial para dañar el diencéfalo o el tronco del encéfalo tiene muchas posibilidades de producir estado de coma o muerte cerebral, mientras que los grados de pérdida de la consciencia menos graves pueden ser producidos por lesiones más superficiales.
Algunos pacientes se mantienen en coma durante semanas, meses e incluso años, y entran en un estado conocido como estado vegetativo, que se caracteriza por el hecho de que las funciones autónomas tales como la frecuencia cardiaca, la respiración, la regulación de la temperatura y la presión arterial se conservan, no así el razonamiento, comportamiento o interacción voluntaria hacia el exterior.
Referencias bibliográficas:
- Antonio, P. P. (2010). Introducción a la neuropsicología. Madrid: McGraw-Hill.